La defensa, ese misterio
Existen mundos ignotos hasta para el m¨¢s aplicado alumno de baloncesto. No digo que sea mi caso, pero podr¨ªa serlo. Vale. Es mi caso. Ni varias vidas en vela me servir¨¢n para aprobar la ¨²ltima asignatura de la carrera de basket. Ni la lectura de las obras completas de Bill Simmons. Ni la compresi¨®n (aproximada) del tri¨¢ngulo ofensivo. Ni el liderato en el Fantasy de la ESPN (¡°Todos somos Oden¡±). Dig¨¢moslo sin tapujos: los aprendices jam¨¢s entraremos en el c¨ªrculo. Lo nuestro es una beca de renovaci¨®n infinita y progresi¨®n imposible (como las otras, aproximadamente). Cuando creas que sabes bastante, el experto te har¨¢ ver que todav¨ªa no sabes nada. Y lo que es peor: probablemente no tengas aptitudes para entenderlo jam¨¢s. Hablo de ese maestro zen que gu¨ªa los pasos de cada peque?o saltamontes. Mi sensei es I?ako D¨ªaz-Guerra, habr¨¢n o¨ªdo hablar de ¨¦l. Fumanch¨² era m¨¢s piadoso.
El proceso siempre es el mismo. El novicio intenta incorporarse a una conversaci¨®n ya iniciada con la misma candidez del ni?o que busca amigos en el recreo. Para integrarse, emite alg¨²n juicio de cierto riesgo. Por ejemplo: ¡°En mi opini¨®n, Josh Smith es mejor que Joe Johnson¡±. En caso de no obtener respuesta (lo m¨¢s probable), el meritorio insiste y provoca: ¡°Claro que, como Darius Miles, no ha habido nadie¡±. ¡°Si exceptuamos al mejor John Salmons¡¡±. La escalada verbal crece ante la ausencia de respuestas: ¡°Para m¨ª, el Allen bueno es Tony, no Ray, y puedo explicarlo¡¡±.
No te dejan, naturalmente. Lo siguiente es un demoledor rapapolvo. Todos los jugadores que te gustan (Pau, Love, Ross, CJ Miles¡) arrastran un pecado imperdonable y una pega insoslayable: no defienden. Por ah¨ª morimos todos los aprendices, por la defensa. Su comprensi¨®n nos excede y de eso se aprovechan los expertos para echarnos por tierra, con dos palabras, cualquier revelaci¨®n nocturna, cualquier talento reci¨¦n descubierto, cualquier ilusi¨®n: ¡°No defiende¡±.
As¨ª es amigos principiantes. No hay mayor vulgaridad que dejarse seducir por un anotador que no defiende. Aunque peor todav¨ªa, y por simple extensi¨®n, es caer enamorado de un equipo que no defiende nada y anota mucho: Minnesota. En ese punto me hallo. Sin evoluci¨®n posible. Ignorante por gen¨¦tica y japon¨¦s de tanto fruncir los ojos para entender una defensa. Paciencia, sensei.