Hab¨ªa estado todo el d¨ªa viendo interacciones por Tuiter con la tem¨¢tica: ¡°Eres old, ?pero as¨ª de old?¡±. Ya estamos con la frikada, pens¨¦ hastiado mientras scrolleaba con el pulgar de mi mano derecha la pantalla de mi m¨®vil, en busca del ¡®pulso informativo¡¯ de la jornada (s¨ª, soy tan old que pienso que el periodismo se hac¨ªa con una nutrida agenda de tel¨¦fonos y muchas horas de calle). La historia consist¨ªa en colgar una foto old, propia o ajena, para desembocar en una cascada de recuerdos nost¨¢lgicos compartidos con gente desconocida. Ese nexo com¨²n, un recuerdo personal de tu cabeza provocaba un hilo de batallitas personales al que todo el mundo parece apuntarse, aunque nadie te pregunte expresamente. Lo poco gusta y lo mucho cansa. Eso es Tuiter, que, como toda red social, tuvo su momento cumbre. Como le ocurri¨® a Tuenti, con la que experiment¨¦ all¨¢ por 2008, cuando nos llamaron a la redacci¨®n para avisarnos que, ante el inminente alir¨®n del Madrid, estaban citadas 40.000 personas en la fuente de Cibeles. ¡°Vaya marcianada, pero si el madridismo lleva saliendo a la calle espont¨¢neamente toda la vida¡¡±, pens¨¦ al mismo tiempo que sonre¨ªa al tachar una de las 15 p¨¢ginas que llev¨¢bamos en la secci¨®n en aquel d¨ªa (por cierto, no hay duda: estamos completamente invadidos por los marcianos de una lejana galaxia, al menos, la GN-z11 ante tanto moderno). Oh, el old papel, cuando en aquellos tiempos lo raro era no salir a la calle con al menos 64 p¨¢ginas, hoy lo extra?o es salir con m¨¢s de 32 y, si no se desencadena dentro de poco un repentino temporal por lo vintage (rollo Filomena), lo normal ser¨¢ que lo veamos en el futuro como una reliquia extinta (ay se?or, qu¨¦ duro es acoplarse a aquello del mutatis mutandis). Dec¨ªa que Tuiter est¨¢ bien para un ratito, aunque en ciertos momentos del d¨ªa se ha convertido en una barra de bar bastante t¨®xica. Ahora se encuentra devorada por Instagram, TikTok o Twitch (madre m¨ªa qu¨¦ ¡®old¡¯ estoy, que tengo que acudir a Google para ver si lo he escrito bien). Pero est¨¢ sujeto al fen¨®meno transversal de fen¨®menos que se dan en las redes y lo convierten en viral, como en su d¨ªa fue el Harlem Shake, en 2013 (bailar haciendo el mongolo tras 5 ¨® 10 segundos de no s¨¦ muy bien qu¨¦-perdonadme la expresi¨®n, pero el rasgo de la Generaci¨®n Y, a la que infelizmente pertenezco, es la frustraci¨®n; por tanto, la desafortunada forma utilizada para describir tan original baile no es fruto de mi estupidez sino de mis terribles y acomplejadas circunstancias millenials); el Mannequin Challenge, en 2016 (hacer tambi¨¦n el mongolo, pero quieto) o el Ice Bucket Challenge (que s¨ª de verdad hubiera donado dinero para la ELA toda la gente que se tir¨® el cubo de agua por encima, estar¨ªamos m¨¢s cerca de conseguir un remedio contra esta cruel enfermedad). Vengo yo aqu¨ª a hablar de mi ¡®libro¡¯ (toma otra old, que si no te suena tampoco te la voy a explicar, como buen Zeta que eres, haz gala de tu esp¨ªritu irreverente, clickea el enlace del v¨ªdeo y espabila porque a mis lectores de la Generaci¨®n X no les tuve que explicar antes lo que era Tuenti, porque siempre fueron muy ambiciosos e inquietos culturalmente), aunque parezca por momentos que venga a desarrollar un tratado sobre la evoluci¨®n y el ¡®engagement¡¯ (siempre queda bien colar esta palabra) de las redes sociales. Pero no. Yo ven¨ªa a hablar de Mario.
?Por qu¨¦ de Mario? Pues porque ca¨ª hipnotizado en lo viral del ¡°eres old, pero as¨ª de old?¡± (no hay errata, lo escriben as¨ª por redes), cuando vi el otro d¨ªa que el portero del Navalcarnero empat¨® al Atl¨¦tico B en el ¨²ltimo suspiro del partido. En ese momento sali¨® en ebullici¨®n la droga esta de las redes sociales y me vi tentado de escribir ¡°eres old, pero as¨ª de old?¡± con una foto del m¨ªtico gol de Mario al Castell¨®n. 13 de noviembre de 1993. Creo, sinceramente, que es mi primer recuerdo n¨ªtido de un partido de f¨²tbol. De antes, lo siento, no me acuerdo. Digo lo siento porque, cuando alguna vez hemos jugado a este juego, el de recordar entre personas de distintas generaciones tu primer poso futbol¨ªstico; aparec¨ªan aut¨¦nticos Einsteins que, con 5 ¨® 6 a?os, se acordaban perfectamente de un Mundial o una Eurocopa. Llamadme marciano. Yo supongo que antes de los 9 a?os estar¨ªa jugando a la peonza, coleccionando cromos o d¨¢ndome una vuelta en mi BH California, sin mayor pretensi¨®n que disfrutar del presente sin m¨¢s. Antes de aquel recuerdo del Legan¨¦s-Castell¨®n, como mucho, me viene un recuerdo fugaz de mi padre escuchando Tablero Deportivo y o¨ªr un tr¨¢gico acontecimiento extradeportivo, el fallecimiento de un ni?o en Sarri¨¤ por el lanzamiento de una bengala. Supongo que mi padre me tuvo que dar una de esas explicaciones que nos toca a los padres dar cuando suceden cosas no s¨®lo tremendamente injustas sino adem¨¢s sin sentido. Pero todo lo que puedo hablar de aquello no s¨¦ si es fruto del auto-relato que he almacenado yo durante a?os o si realmente sucedi¨® de otra forma. No distingo bien si es un recuerdo, un sue?o o una fantas¨ªa. As¨ª funciona la traicionera memoria (?qu¨¦ doloroso es olvidar!), que retiene muchas veces lo llamativo antes que lo importante. Pero ojo, de la cara de Mario me acuerdo como si fuera ayer. La vida (y el periodismo) no puede nutrirse s¨®lo de las an¨¦cdotas para dibujar un retrato fidedigno, pero ayudan a orientarse aunque en ciertas ocasiones reneguemos de ellas. A m¨ª el gol de Mario Soria Amor me teletransporta a otra dimensi¨®n. Como si fuera de verdad ayer cuando iba a comer los s¨¢bados al Barrio de La Concepci¨®n con mi abuela. A ese sof¨¢ de los a?os 70, a la mesa camilla con el brasero, a una tele que hab¨ªa que darle un golpecito (o golpetazo) para que se viera con color¡ Bajo ese climax, rodeado de una mesa llena ceniceros de todos los colores, pesos y dimensiones, mi hermano y yo goz¨¢bamos de nuestro espacio de libertad despu¨¦s de las comidas, cuando los ni?os empezaban a dar la turra y no pod¨ªamos bajar a la calle: ¡°Ponedles la tele, que hay f¨²tbol en Telemadrid¡±. Era la bomba. Y ver por primera vez que un portero marcaba un gol para m¨ª fue algo grandioso. Flipante. Ahora mismo, no s¨¦ si escribe el periodista de 37 a?os, o el ni?o que vio aquel gol. La requeteleche, lo m¨¢s incre¨ªble que pod¨ªa haber visto en mi vida. ?Con la cabeza en el ¨²ltimo minuto! Pero por dios, ?c¨®mo puede ser que ocurra algo tan maravilloso? Y la gente se volv¨ªa loca a celebrarlo y yo botando como un loco, como si me hubieran parido en el mism¨ªsimo Butarque. ?Este era el S¨²perMario de verdad y no el Bros! As¨ª es la vida con apenas 10 a?os reci¨¦n cumplidos. No soy de Legan¨¦s ni tengo ra¨ªces all¨ª, pero entre eso y el PC F¨²tbol a?os despu¨¦s digamos que fue uno de mis equipos favoritos.
Antes de que se termine el d¨ªa, al igual que hace 24 a?os antes de que se terminase el partido vs @CD_Castellon, recordamos aqu¨¦l gol legendario de nuestro portero @supermariolega #HistoriaPepinera pic.twitter.com/2PO67RBIf8
¡ª C.D. Legan¨¦s (@CDLeganes) November 13, 2017
Pues, bien. Este juego es el que se propon¨ªa en redes sociales. Lo que me empez¨® pareciendo una gilipollez me acab¨® cazando y aqu¨ª estoy: soltando un chorreo de recuerdos y emociones sin que nadie me haya preguntado. Marc¨¢ndome un Umbral (enti¨¦ndase, en este caso, en el peor sentido de la acepci¨®n y por aquello de la an¨¦cdota televisiva). En otros tiempos, y con el simple hecho de saciar mi ego personal de plumilla, habr¨ªa movido Roma con Santiago para hablar con Mario. Ahora s¨®lo hace falta poner su nombre en Google y le veo por redes sociales (@supermariolega) como entrenador de porteros de los juveniles del Real Madrid. Bien por ¨¦l, por recalar en el mejor equipo del mundo; dif¨ªcil para m¨ª que le dejasen hablar con un periodista. Por mucho que hubiera justificado que no iba a ser un plumilla como tal el que iba a entrevistarle, sino el recuerdo de un ni?o al que marc¨® de por vida. En otros tiempos, y sin pandemia, hasta nos podr¨ªamos haber tomado un caf¨¦ (seg¨²n leo en un art¨ªculo de El Pa¨ªs de la ¨¦poca, trabajaba en una carnicer¨ªa al mismo tiempo que jugaba al f¨²tbol en Segunda Divisi¨®n). No s¨¦, llamadme nost¨¢lgico, pero una entrevista con el gran SuperMario podr¨ªa habernos permitido subir un escal¨®n, de lo superficial (un gol de cabeza en el ¨²ltimo minuto) a lo trascendental (toda una vida dedicada al f¨²tbol). A lo mejor antes era periodismo y ahora, como es entretenimiento, no tiene cabida. A los Zetas les sobra con colgar una foto, yo necesito compartir 10.000 caracteres. Creo que a las personas les sienta bien o¨ªr que les recuerdas cari?osamente por alg¨²n cap¨ªtulo de su vida; tal vez, simplemente por esto, merece la pena escribir hasta aqu¨ª.
Ahora bien, me siento como un marciano. Compartiendo recuerdos de mi vida, desnud¨¢ndome por simplemente leer en la jungla de Tuiter un ¡°eres old, ?pero as¨ª de old?¡±; saciando mi ego nost¨¢lgico (?qu¨¦ voy presumiendo yo de old? Si tengo, por ejemplo, a compa?eros como Picu con 30 a?os de servicio en el peri¨®dico cubriendo al Atleti; o a Paco Janeiro, que se nos acaba de jubilar tarareando ?Qu¨¦ l¨¢stima, pero adi¨®s! Me despido de ti); y deprimi¨¦ndome al ver los escasos navegadores ¨²nicos que alcanzan este tipo de art¨ªculos. Es la doble cara de las redes sociales, esa dopamina absurda que te alimenta de manera instant¨¢nea y fugaz, para caer luego ferozmente en una bagatela compuesta por miles de posts, fotos y comentarios irrelevantes. Algunas veces me dicen, sin haber llegado a los 40, que estoy hecho un abuelo (old, old, requeteold). Llamadme loco, pero a lo mejor estamos a tiempo de colmar nuestra irremediable necesidad humana de compartir (m¨¢s en tiempos de pandemia) sin parecer completamente subnormales. ?De verdad llegaremos alg¨²n d¨ªa a un t¨¦rmino medio entre lo superficial y lo importante? No s¨¦ si me leen Millenials, Zetas o Alphas (la generaci¨®n a la que pertenece mi hija). Lo m¨¢s probable es que no me lea nadie. Os defin¨ª antes algunos rasgos de los Millenials y los Zetas, pero no s¨¦ qu¨¦ poneros sobre los Alphas. Pod¨ªa invent¨¢rmelo, como mi primer recuerdo sobre el Mundial de Italia de 1990, antes que reconocer que no tengo ni idea (una mala praxis recurrente en nuestro periodismo, y me atrevo a decir tambi¨¦n que en nuestra sociedad). Pero simplemente es que estoy cansado de buscaros lo que ten¨¦is vosotros mismos en Google. Estoy old. Y puede que hasta subnormold...