Nunca es tarde si la dicha es buena. Seguimos con un autoimpuesto ejercicio de penitencia period¨ªstica tras mi particular descubrimiento con Jorge Egocheaga. De aquella rese?a me lleg¨® este mensaje: ¡°Hay m¨¢s gente como Jorge en este pa¨ªs, poco o nada conocidos, pero que como ¨¦l, tampoco buscan notoriedad. Te recomiendo otro libro: ¡®La historia de Nary LY. Superviviente. Cient¨ªfica. Ol¨ªmpica¡¯. Te impresionar¨¢¡±. No vengo a hablar de mi libro, sino del de otr@s. Contin¨²o con mi particular enso?aci¨®n de dar rienda a mi imaginaci¨®n, aunque nadie me lo pida expresamente. Los plumillas tenemos una tara que consiste en ese af¨¢n insistente por compartir nuestra particular visi¨®n de la realidad. ¡°Lo siento, pero he sido incapaz de leer el art¨ªculo, me ha parecido tan pat¨¦tico que no he podido ni hacerlo ni saltando p¨¢rrafos¡±, me escribieron tambi¨¦n el otro d¨ªa a ra¨ªz de mi rese?a sobre el libro de Egocheaga. En el fondo me vino bien encajar ese mamporro, con la mano bien abierta. Vivo mi particular ¡®sanchificaci¨®n¡¯ dentro de la profesi¨®n, puesto que hace a?os era una especie de Quijote period¨ªstico que cre¨ªa ver gigantescos personajes, cuando en realidad s¨®lo hab¨ªa historias banales, y me empe?aba en escribir (y hablar) de m¨¢s. Ahora, en cambio, tengo la parad¨®jica sensaci¨®n que soy mejor periodista cuanto m¨¢s callado estoy. Pero dentro de esta extra?a dicotom¨ªa, como supongo que les pasar¨¢ a los m¨²sicos, por m¨¢s que te duela el sonido ¡®Mainstream¡¯ del clickbait, tienes que intentar componer tus propias canciones por m¨¢s que te cueste, no vaya a ser que alg¨²n d¨ªa llegue una gran discogr¨¢fica y tengas que ense?ar tu propio repertorio. Me viene a la cabeza el libro del l¨ªder y cerebro de la banda Eels, Mark Oliver Everett, ¡®Cosas que los nietos deber¨ªan saber¡¯, cuando relataba sus inicios y las constantes y extravagantes se?ales que recib¨ªa del universo para que se dedicara a otra cosa que no fuera la m¨²sica. Pero tuvo fe. No me refiero a la vertiente m¨ªstica sino a la psicol¨®gica, al concepto de resiliencia (¡°capacidad de adaptaci¨®n de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situaci¨®n adversos¡± seg¨²n la RAE). ?ste es la idea al que quer¨ªa llegar para enlazar con la historia de Nary Ly, la primera corredora de marat¨®n ol¨ªmpica de Camboya, una superviviente del genocidio de los jemeres rojos de los a?os 70 y doctora en Biolog¨ªa y Ciencias M¨¦dicas.
Bien, estimada Nary, hemos venido a hablar de tu libro por m¨¢s que tus amig@s y conocid@s de Le¨®n est¨¦n leyendo estas l¨ªneas y no entiendan muy bien por qu¨¦ el periodista cuenta demasiadas cosas que no tienen que ver con tu historia. T¨² seguramente que tampoco. Pero la magia de la escritura consiste en compartir tu yo interior, como lo has hecho en tu autobiograf¨ªa, porque sirve para inspirar a otr@s y para sanarte a ti mismo. De verdad, tu libro es una brillante demostraci¨®n de lo que es la resiliencia. Como si hubieras sabido siempre que el mejor ejercicio de rebeli¨®n contra un destino aciago es sonre¨ªr siempre, aunque en realidad s¨®lo tengas motivos para llorar. En primer lugar, Nary, confieso que tu libro es el tipo de historia que me hubiera gustado descubrir como periodista y haberla escrito, incluso antes de que t¨² sacaras el libro, o como enviado especial en esos JJOO de R¨ªo. La encarnaci¨®n del verdadero esp¨ªritu ol¨ªmpico. El deporte como excusa para contar algo m¨¢s. ?sa es tu vida, y una metamorfosis que te ha llevado, de momento, a vivir tres vidas en una misma. La primera como superviviente de la Kampuchea Democr¨¢tica, m¨¢s conocida como el r¨¦gimen de los Jemeres Rojos, que llev¨® a cabo un genocidio, bajo las ¨®rdenes de Pol Pot, que extermin¨® a m¨¢s de una cuarta de la poblaci¨®n de Camboya entre 1975 y 1979. Todos los habitantes del pa¨ªs fueron convertidos en campesinos, sometidos a jornadas de 12 y 14 horas de trabajo en arrozales; tambi¨¦n fueron desalojados de las ciudades y separados de sus familias, divididas de acuerdo con su capacidad productiva (mostrar cualquier exteriorizaci¨®n emocional eran un pasaporte a la muerte); se aboli¨® la propiedad privada y el dinero (tener una olla se consideraba delito); y todos los ciudadanos fueron obligados a vestir ropa tradicional de campesino de color negro y el Krama, pa?uelo tradicional con un estampado cuadriculado. Este r¨¦gimen experiment¨® una utop¨ªa comunista sin parang¨®n en la historia contempor¨¢nea, pero en realidad transform¨® todo el pa¨ªs en un campo de trabajos forzados, esclaviz¨® a toda la poblaci¨®n, quem¨® bibliotecas, aboli¨® medicinas y asesin¨® a cientos de miles de civiles por el simple hecho de llevar gafas por considerarlas un s¨ªmbolo de intelectualidad. Nary Ly sobrevivi¨® a aquella pesadilla despu¨¦s de ser enviada a un campo de refugiados en Vietnam hasta los 10 a?os, cuando, gracias a la Cruz Roja francesa, encontr¨® una familia de acogida en Par¨ªs.
Impactante e inspirador testimonio
Esa fue la ¡®primera¡¯ vida de Nary, la de salir con vida de Camboya. La ¡®segunda¡¯ ser¨ªa la de cient¨ªfica. Los curr¨ªculums impecables u hojas de vida no exponen realmente el m¨¦rito de o la val¨ªa de las personas. Hoy leemos que Nary Ly se form¨® en el Instituto Pasteur de Camboya como investigadora cient¨ªfica con un doctorado sobre el VIH en la Universidad de Burdeos, despu¨¦s disfrut¨® de una beca en el Centro de Inmunolog¨ªa de la Escuela de Medicina Mount Sina¨ª de Nueva York y trabaj¨® para la Naval Medical Research Unit Six (NAMRU), donde estableci¨® una colaboraci¨®n con un proyecto de la Columbia University dirigido por el famoso Sr. W. Ian Lipkin, que ahora ha vuelto a recobrar protagonismo porque, adem¨¢s de un trabajo pionero en virolog¨ªa, hab¨ªa sido asesor cient¨ªfico en la famosa pel¨ªcula Contagio (2011, dirigida por Steven Soderbergh), que se ha puesto de moda en los ¨²ltimos meses debido a que la cinta ambientaba la propagaci¨®n de un pat¨®ngeno peligroso y la reacci¨®n del mundo ante ¨¦l, justo lo que estamos viviendo hoy en d¨ªa con el SARS-CoV-2. Pero en su curr¨ªculum no podemos leer las verdaderas dificultades por las que atraves¨® para sacarse el Bachillerato en Francia por la barrera del idioma y el estigma que le marc¨® nuestra cultura, la occidental europea (en este caso la francesa), de recordarle a cada momento que era diferente. Otr@s hubieran arrojado la toalla. ?Por qu¨¦ aguantar si en apariencia no hab¨ªa nadie que esperara nada de ti? ?Por qu¨¦ resistir si nadie parec¨ªa apoyarte? La l¨ªnea que separa el ¨¦xito y el fracaso en el deporte y en la vida es extremadamente fina. Por eso tal vez la narraci¨®n de Nary en su autobiograf¨ªa transmite mayor sentimentalismo, como cuando el padre de su amiga Aurelie la solt¨® una arenga por tel¨¦fono sin conocerla de mucho, justo despu¨¦s de suspender su examen de bachillerato. El padre le dijo, como oficial superior del ej¨¦rcito, que no se pierde hasta que no has agotado tu ¨²ltima opci¨®n. Levantarse cuando has ca¨ªdo muchas veces. Levantarse cuando piensas que la vida te est¨¢ superando. Algo en apariencia banal, en un momento trascendental como fue aquel discurso para ella, sirvi¨® para desnivelar la balanza, salir a flote y contar esta an¨¦cdota como una bella historia de superaci¨®n, porque en otros miles de casos vidas como las de Nary se quedan en la oscuridad porque la adaptaci¨®n no se transforma en ¨¦xito.
Sirve esto para encadenar con la ¡®tercera¡¯ vida de Nary, la de ol¨ªmpica, como si su vida formara una especie de tetraedro porque los tres tri¨¢ngulos de su vida no se pueden explicar de forma separada sino que est¨¢n todos ellos unidos formando un poliedro en el que cada v¨¦rtice concurren sus tres caras. Y la cara de deportista de la primera maratoniana ol¨ªmpica por Camboya ofrece un ejemplo de superaci¨®n y vida. M¨¢s si cabe para aplicar aquello de que nunca es tarde si la dicha es buena. Maratoniana a los 46 a?os. Eso significa que empez¨® muy tarde a entrenar como atleta profesional, se sumergi¨® en un mundo una vez m¨¢s al que nadie le hab¨ªa invitado a participar y tom¨® la dura decisi¨®n de aparcar su vida como cient¨ªfica para alcanzar un sue?o que s¨®lo entend¨ªa ella. ?Cu¨¢ntos luchan de verdad por sus sue?os hasta el punto de rechazar todo lo que han conseguido? ?Cu¨¢ntos dicen que no pueden hacer algo porque ya son mayores? No fue una ni?a prodigio, no tuvo facilidades, se choc¨® con un muro cultural y a¨²n as¨ª lo consigui¨®. Fue la ¨²ltima clasificada en R¨ªo 2016. Acab¨® en el puesto 133 con un tiempo de 3 horas 20 minutos y 20 segundos, escoltada por las motos y el coche escoba de la organizaci¨®n. Pero los curr¨ªculums, para bien o para mal, no marcan el verdadero significado de los logros. Los periodistas s¨®lo tenemos hueco para grandes titulares que suelen marcar una clasificaci¨®n. Tal vez me pueda mi sensibilidad de exmaratoniano amateur (cinco aguantaron mis piernas) para comprender que no hay nada m¨¢s injusto que criticar el rendimiento de un deportista sentado desde una silla y aporreando las teclas de un ordenador. Y no hay nada m¨¢s injusto que titular esta historia para que la gente haga clic. Para nivelar esa balanza reduccionista del mundo actual y esta constante contradicci¨®n (en donde tod@s juzgamos desde la perspectiva simplista del ¨¦xito o el fracaso cegados por la fugacidad e intrascendencia del ¡®like¡¯ ajeno), pens¨¦ que una manera de agradecer el rato de lectura veraniega con la vida de Nary Ly era escribir esta rese?a en AS para que m¨¢s personas se inspiren con este libro (yo lo compr¨¦ en la Librer¨ªa Universitaria de Le¨®n). No conozco a Nary, ni a nadie por Le¨®n a excepci¨®n de una gran escritora llamada Patricia Caz¨®n, que alguna vez me dijo que la clave de un relato es centrarse en el tema que quieres tratar. Pero, una vez m¨¢s, tengo la sensaci¨®n de que la gente estar¨¢ llegando aqu¨ª saltando p¨¢rrafos. Ten¨ªa que explicar de alguna manera qu¨¦ ejemplo transmite Nary, por qu¨¦ fue un milagro que sobreviviera a los campos de la muerte de los Jemeres Rojos, cu¨¢ndo se convirti¨® en la primera maratoniana ol¨ªmpica de su pa¨ªs, c¨®mo decidi¨® aparcar su vida de cient¨ªfica para ser todo un ejemplo en su pa¨ªs y d¨®nde encontr¨® su fuerza de inspiraci¨®n. Lo siento Patri, me alargu¨¦ demasiado una vez m¨¢s por mi arcaica tendencia de responder a las famosas 5w, pero ni para eso sirvo porque, despu¨¦s de encadenar 1.743 palabras (por ahora), no hab¨ªa comentado que las ?ra¨ªces espa?olas¡¯ de Nary datan desde 2014, cuando conoci¨® a su actual pareja y entrenador, Salvador Calvo. Esperemos, eso s¨ª, haber colado alguna ¡®key-word¡¯ decente para Google porque como periodista deportivo y aspirante a escritor siento que el mundo no para de lanzarme se?ales para que me dedique a otra cosa. Ah¨ª es cuando me viene a la cabeza Mark Oliver Everett y Nary Ly. Ellos no perdieron nunca la fe. Cierto tambi¨¦n es que habr¨¢ miles de Marks y Narys que se habr¨¢n quedado por el camino. Pero ah¨ª est¨¢ la resiliencia, que en forma de lectura nos dice que no hay ning¨²n so?ador peque?o ni un sue?o demasiado grande. Nary, tu historia me ha invitado a so?ar que alg¨²n d¨ªa los periodistas daremos luz a m¨¢s historias como la tuya, directas al coraz¨®n, en lugar de taladrar a la gente con virales de ¡®influencers¡¯ sobre la nueva normalidad. F¨ªjate hasta el punto qu¨¦ me ha inspirado tu libro.