Ahora que la tecnolog¨ªa es el dios que ha desbancado al antiguo, el de la Biblia, a algunos j¨®venes periodistas les cuesta creer que en ¨¦pocas lejanas, pero no tanto, los que ahora somos veteranos viaj¨¢bamos a los grandes acontecimientos internacionales cargando una m¨¢quina de escribir port¨¢til de nuestra propiedad, marca Olivetti y de color blanco, en mi caso, que imprim¨ªa con letra cursiva.
Hab¨ªa que ir provisto de folios antes de viajar, redactar a cachiporrazos (el teclado era duro) y dar esos folios, corregidos a mano y en bol¨ªgrafo, a unos funcionarios, o voluntarios, o lo que fueran, que los transmit¨ªan por fax, el gran invento de la ¨¦poca a la que me refiero, hoy ya obsoleto, o casi. O leerlos por tel¨¦fono, muchas veces en cabinas de monedas. Cantar, lo llam¨¢bamos.
Y la ¨¦poca a la que me refiero es 1990, no hace tanto. Europeos de Atletismo en Split, entonces en una Yugoslavia a punto de explotar, como estall¨® poco despu¨¦s. Ya se o¨ªan los tambores de guerra y no muy lejos hab¨ªa alg¨²n tiro que otro. Poca cosa para lo que sucedi¨® despu¨¦s.
En aquellos Europeos Espa?a gan¨® dos medallas de plata: ?ngel Hern¨¢ndez en longitud y Dani Plaza en 20 kil¨®metros marcha. Por cierto, ?ngel estudiaba Medicina en Salamanca y lleg¨® a ser doctor. Su hermano, Juan Carlos, fue m¨¦dico del Real Madrid de f¨²tbol, y fue expulsado en 2010 y sancionado con dos partidos por protestar visiblemente una decisi¨®n arbitral en un Levante-Real Madrid, lo que provoc¨® una gran pol¨¦mica sobre si era l¨ªcito excluir al m¨¦dico de un equipo.
"El cansancio era tremendo, as¨ª que las fotos de nuestras acreditaciones (escapularios, las llam¨¢bamos) eran m¨¢s dignas de zombis que de seres humanos"
Aquel, el de Split, fue un viaje demon¨ªaco, que compart¨ª con mi mujer, Mari Luz Algarra, que tambi¨¦n trabajaba en el peri¨®dico. La salida, en la expedici¨®n de la Selecci¨®n Espa?ola, fue a las tantas de la noche y la llegada, tras alguna escala t¨¦cnica que no recuerdo, cuando amanec¨ªa. Nos condujeron directamente a un polideportivo para acreditarnos. El cansancio era tremendo, as¨ª que las fotos de nuestras acreditaciones (escapularios, las llam¨¢bamos) eran m¨¢s dignas de zombis que de seres humanos.
Para nuestra desgracia, la habitaci¨®n que el peri¨®dico nos hab¨ªa reservado nos fue negada con severidad y mala educaci¨®n. Fuimos conducidos casi militarmente al Centro de Prensa, donde alguien dijo que algo encontrar¨ªa en alg¨²n sitio a alg¨²n precio. Y tras horas de espera y agotamiento nos condujo a una habitaci¨®n de alquiler situada al lado del mar de playas pedregosas, a precio razonable, pero sin aire acondicionado (temperaturas t¨®rridas en aquellos d¨ªas) ni derecho a limpieza ni a que te cambiasen las s¨¢banas ni las toallas. Diez d¨ªas as¨ª¡
Tampoco hab¨ªa taxis, as¨ª que cada ma?ana hab¨ªa que recorrer unos tres kil¨®metros, cuesta arriba, hasta un hotel en el que sal¨ªa un autob¨²s que te llevaba al estadio. ¡°Ah¨ª voy, ah¨ª voy, ah¨ª voy a trabajar¡¡±, cant¨¢bamos mi mujer y yo, imitando a los enanitos de Blancanieves, para darnos ¨¢nimos. Adem¨¢s de la m¨¢quina de escribir, que pesaba, hab¨ªa que cargar con bolsas con libros para consultar datos (no hab¨ªa entonces Internet, obviamente), cuadernos para anotar¡
Todo a las siete de la ma?ana. Y luego el d¨ªa completo en el estadio Poljud, precioso, de 35.000 espectadores, en el que actualmente juega el Poljud Split y muy a menudo la selecci¨®n de Croacia. El problema era que la sala de prensa era un horno infernal porque alguien hab¨ªa equivocado el aire acondicionado con la calefacci¨®n. Un d¨ªa tras otro. Adem¨¢s, al salir de la sala de prensa, tras much¨ªsimas horas de trabajo, nos deten¨ªa siempre un polic¨ªa armado porque pensaba que hab¨ªamos robado la m¨¢quina de escribir, ya que era id¨¦ntica a los centenares que hab¨ªa en esa sala. S¨®lo la diferenciaba un peque?o anagrama, de forma que nos permit¨ªan continuar¡ hasta el d¨ªa siguiente, en el que se repet¨ªa la operaci¨®n. Tambi¨¦n lo sufri¨® Pedro Gabilondo, compa?ero del Diario Vasco, uno de los mejores periodistas que he conocido. Y amigo.
El regreso a nuestro alojamiento era tambi¨¦n doloroso, porque a los tres kil¨®metros se un¨ªa el cansancio. En vez de seguir la carretera, nos adentr¨¢bamos en un camino al lado del mar, entre ¨¢rboles maravillosos, y cen¨¢bamos en un restaurante al aire libre en el que una camarera de extrema amabilidad nos recib¨ªa con una cerveza, unas salchichas y una ensalada de pepino. Una noche coincidimos con el yugoslavo Borut Bilac, bronce en longitud, que estaba festejando su proeza de aquella tarde. Nos vio y nos invit¨® a una copa de champ¨¢n, que le aceptamos, y cuando pregunt¨® de qu¨¦ pa¨ªs ¨¦ramos y le dijimos que de Espa?a, se le torci¨® el gesto, porque el hombre que le hab¨ªa ganado era ?ngel Hern¨¢ndez, espa?ol. Pero mantuvo la invitaci¨®n. Posteriormente dio positivo por dopaje y perdi¨® la medalla de bronce. Por cierto, hab¨ªa tanta inflaci¨®n en v¨ªsperas de la guerra que para pagar (s¨®lo se aceptaba efectivo) era necesario poner sobre la mesa medio kilo de billetes. Parec¨ªa que ¨ªbamos a comprar el establecimiento.
El ¨²ltimo d¨ªa, m¨¢s relajado en el horario, nos permitimos ir a comer al puerto, en un barco-restaurante, de madera. Maravilloso. No mucho despu¨¦s vimos en la televisi¨®n c¨®mo los serbios lo hab¨ªan atacado en la guerra de los Balcanes y ard¨ªa tr¨¢gicamente. Alguna lagrimita se nos escap¨®.