El viejo Lobete de Logro?o y el ¡®momento Ivan Drago¡¯ de Sabonis
Los recuerdos de la ni?ez lo hacen todo m¨¢s grande: lugares, tiempos, personas

Los recuerdos de la ni?ez lo hacen todo m¨¢s grande: lugares, tiempos, personas. Por una cuesti¨®n de proporci¨®n o porque as¨ª se relaciona nuestra mente con aquellos (buenos) tiempos. El caso es que se me grab¨® en la memoria el recuerdo de haber visto gigantes, de ni?o y en el viejo polideportivo Lobete de Logro?o. Hab¨ªa jugado un cuadrangular la Uni¨®n Sovi¨¦tica: Kurtinaitis, Volkov, y, claro, un Sabonis cuya visi¨®n me estremeci¨®. No pod¨ªa existir nadie tan grande, tan r¨¢pido, tan bueno. Despu¨¦s, en el esplendor de los Juniors de Oro, me pregunt¨¦ muchas veces si era as¨ª como los ni?os de otros pa¨ªses ve¨ªan, y recordar¨ªan, a Pau Gasol. Con el mismo sobrecogimiento lit¨²rgico.
Pero es que Sabonis era, de verdad, condenadamente grande y condenadamente bueno. Tanto que, ya muy castigado por las lesiones, maravill¨® en una NBA que se frotaba los ojos con aquella mezcla canalla de Bill Walton y viejo soldado del Este. Claro que era grande: para un ni?o en Lobete, en 1989, y para la alt¨ªsima NBA. En 2001, su compa?ero Rasheed Wallace (un genial 2,11 de muy mala cabeza) le tir¨® una toalla en la cara en un tiempo muerto. Un suplent¨ªsimo, Antonio Harvey, cont¨® que en el vestuario temieron por la integridad de Rasheed cuando Sabonis dijo, perfectamente sereno: ¡°voy a matarlo¡±. Lo llam¨® un ¡®momento Ivan Drago¡¯, por aquel g¨¦lido malo sovi¨¦tico de Rocky IV. Para ¨¦l, otro 2,11, Sabonis tambi¨¦n era un gigante. As¨ª que mis ojos de ni?o no me hab¨ªan enga?ado, al fin y al cabo.