Liga BBVA | Real Madrid 2 - Barcelona 6
Rendidos a la evidencia
Extraordinaria victoria del Barcelona ante un Madrid inferior. Henry comenz¨® el recital y a ¨¦l se sum¨® un equipo excelso. Humillante derrota para reflexionar

Vaya la primera l¨ªnea y las que siguen para la maravilla del Barcelona, para el rotundo triunfo del f¨²tbol sobre el coraje, para las invasiones civilizadas. Algo se ordena en el mundo cuando se impone la l¨®gica de los cuentos y vencen los mejores, aunque entiendo que a los madridistas hoy este sol les calentar¨¢ poco.
Vaya el siguiente p¨¢rrafo en favor del espect¨¢culo y de la lecci¨®n por aprender, la misma que nos ense?¨® Espa?a en la Eurocopa y no hace tanto: el buen juego es el primer atajo, el mejor camino y, aunque los buenos prop¨®sitos no eliminan la posibilidad del fracaso, al menos aseguran la felicidad del viaje.
Dicho esto, me gustar¨ªa descartar la hip¨®tesis del accidente. Ayer no sucedi¨® nada extra?o, nada que no estuviera documentado en una docena de partidos. Se confirm¨®, simplemente, una sensaci¨®n que muchos quisimos negar, m¨¢s conscientes unos e inconscientes otros, en favor de la intriga. Dir¨¦ en nuestro descargo que intuir el desenlace de una historia no evita la emoci¨®n y de eso, precisamente, viven las pel¨ªculas de 007.
Pero regreso al partido y a sus conclusiones. Hay derrotas tan incontestables que no se pueden considerar como hechos aislados o infortunados resbalones. Hay resultados que exigen un cambio radical, una renovaci¨®n absoluta. Llegados a este punto, s¨®lo queda ser manso o revolucionario. Y no exagero, lo proclamo fr¨ªamente: es f¨¢cil prescindir de lo que no funciona, pero en ocasiones, bastantes, hay que liberarse de lo bueno para obtener lo mejor. Hablo de jugadores, naturalmente. Y me refiero a la autocomplacencia que asalta al Real Madrid cada verano.
Ya est¨¢ dicho mil veces, pero lo recuerdo una m¨¢s, la ¨²ltima: ganar las dos ¨²ltimas Ligas tuvo un efecto perverso en la planificaci¨®n deportiva, pues pas¨® por alto el repetido fracaso en Europa, que es donde se mide la verdadera altura de los equipos. Y el de ayer fue un duelo europeo, como el del Liverpool y como lo son muy pocos partidos de la Liga espa?ola.
As¨ª que har¨¢n mal el Madrid y el madridismo en consolarse con la lustrosa racha de 17 victorias y un empate porque esa proeza s¨®lo convalida en la escalera de este bloque de casas. Para el Madrid, para quien no encuentra sitio para colocar sus 31 Ligas, la sed s¨®lo se aplaca en Europa y lo dem¨¢s son excusas de advenedizos, coartadas para pasar el rato.
Cruel
Repasado lo invisible, conviene se?alar que el partido de carne y hueso result¨® tan hermoso para el Barcelona como cruel para el Madrid. El gui¨®n parec¨ªa encaminado a despejar cualquier duda sobre el imperio del Bar?a. No hubo goles en el primer minuto, de los que condicionan un argumento, ni pol¨¦mica arbitral que admita interpretaciones paralelas. A Undiano, muy melindroso, s¨®lo se le puede reprochar que cuando no sigui¨® el juego con catalejo lo hizo tan cerca que tropez¨® con el bal¨®n. En su en¨¦sima intercepci¨®n, Messi lo apart¨® con un empuj¨®n que no despert¨® la ira del ¨¢rbitro, sino que le enrojeci¨® los carrillos.
El partido, por lo dem¨¢s, se inici¨® con un tanteo de las fuerzas y las intenciones. Como sucedi¨® frente al Liverpool, el Madrid volvi¨® a salir demasiado calculador, dejando escapar la baza del p¨²blico, el loco arre¨®n que corresponde al equipo local. S¨®lo Robben, muy superior a Abidal, se erigi¨® en amenaza. El resto del equipo qued¨® en manos del Barcelona, al que bastaba presionar en la salida del bal¨®n para dejar en evidencia la falta de talento de su adversario.
Pese a todo, y como es costumbre, el Madrid marc¨® sin que su gol tuviera conexi¨®n con los acontecimientos que lo rodeaban, con las paradas de Casillas. La acci¨®n se desarroll¨® por la ¨²nica banda que explot¨® el equipo mientras tuvo vida, la derecha. Lass abri¨® a Ramos y el sevillano desbord¨® a Abidal antes de centrar templado. Higua¨ªn, completamente solo, cabece¨® a la red.
El Madrid, durante cuatro minutos, se puso a un punto del Barcelona. En ese m¨ªnimo intervalo pensamos que el l¨ªder podr¨ªa dudar o temblar, deshacerse, temer. Nada de eso ocurri¨®. La adelantad¨ªsima defensa del Madrid era una deliciosa tentaci¨®n para los jugadores del Bar?a, que tardaron poco en ajustar pasos y pases. Fue Messi quien asisti¨® a Henry y el Barcelona empat¨® el partido.
Consigno, antes de proseguir, que Messi evit¨® el duelo con Heinze y se movi¨® por el resto del campo evitando, cautelosamente, la banda izquierda. El cambio de aires le permiti¨® conservar el nuevo peinado y destroz¨® por completo al Madrid, al tiempo que sugiere que los genios no deben quedar recluidos en una banda.
Regreso
Mientras todo esto pasaba, Henry resucitaba de entre los muertos y los mediocres. No eligi¨® mal lugar. Por primera vez desde que fich¨® por el Barcelona fue el futbolista del Arsenal, el jugador superior y letal, el asesino del pincel. Una de sus internadas, zanjada por Cannavaro con falta, propici¨® el segundo tanto visitante. Xavi busc¨® la olla y all¨ª se encontr¨® los rizos de Puyol, al que Higua¨ªn marc¨® con los ojos.
Robben continu¨® siendo la ¨²nica esperanza del Madrid, casi ag¨®nica. Una de sus aproximaciones estuvo cerca de terminar en gol de Alves en propia puerta, pero as¨ª son los espejismos, siempre falta el agua.
El Barcelona, a esa hora, ya se hab¨ªa adue?ado por completo del bal¨®n, sometiendo a su rival a la tortura de las carreras a ninguna parte, burlados los jugadores como los toros por los capotes. Fue entonces cuando se elev¨® hasta el infinito la figura de Xavi e Iniesta, enanos gigantes, geniales, sutiles, excelsos y el motor de Espa?a para quien necesite reparo y consuelo.
El tercer gol del Barcelona raj¨® el prestigio de Lass, que vio c¨®mo Xavi le robaba el bal¨®n en los terrenos que condenan. Messi recibi¨® la asistencia y bati¨® a Casillas con el exterior de la zurda, tan f¨¢cil pareci¨®.
De ese modo se retiraron los equipos al descanso y de la misma manera regresaron, temiendo el Madrid la goleada y sabore¨¢ndola el Bar?a, conocedor, por otro lado, de que s¨®lo as¨ª se puede evitar que el Madrid se levante del agujero. Por eso cayeron seis, no fue por molestar.
La segunda mitad parec¨ªa dise?ada para que los jugadores del Barcelona sumaran votos para futuros Balones de Oro. No obstante, fiel a su leyenda del indomable, el Madrid volvi¨® a marcar. Sergio Ramos intent¨® redimirse al cabecear una falta botada por Robben, pero no lo logr¨®. Minutos despu¨¦s, el Bernab¨¦u lo despidi¨® entre pitos.
En otro tiempo y con otro rival el estadio hubiera rugido en busca de la remontada. Pero el Bar?a estaba empe?ado en arrancar hasta la ¨²ltima brizna de esperanza. Henry marc¨® el cuarto a pase de Xavi.
El Madrid ya estaba desmadejado, fulminado por el des¨¢nimo. Iniesta fue objeto de penalti y Van der Vaart intent¨® tomarse la revancha de los matones. Pero nada imped¨ªa el goteo de goles, la enumeraci¨®n de argumentos. Messi anot¨® el quinto en un regalo de Xavi al que puso lazo con un paradi?a extraordinaria. Piqu¨¦ redonde¨® la faena para culminar el partido perfecto de quien ayer fue el central perfecto.
Quien no lo quiera entender que se quede sacando brillo a la racha de Juande. Lo que grit¨® el partido fue que hay dos mundos y que el Real Madrid pertenece al segundo.