La historia de Vazak, el perro que estuvo en la lista de nominados a los Premios Oscar

Los ?ngeles, 1985. El s¨¦ptimo arte en su vertiente yanki cruzaba el ecuador de la d¨¦cada de los ochenta en una ceremonia dirigida por Jack Lemmon que termin¨® por coronar la que hab¨ªa sido, seg¨²n la Academia, la mejor pel¨ªcula del anterior calendario. Y as¨ª Amadeus, que hab¨ªa recibido 11 nominaciones, termin¨® por llevarse 8 estatuillas. Poca sorpresa en este asunto. M¨¢s all¨¢ del ¨¦xito de la cinta de Milos Forman, la noche estuvo marcada por dos an¨¦cdotas que, muy posiblemente, arrancaron arrugas de incredulidad en la cara del personaje principal de El apartamento y coprotagonista ¡ªjunto a Marilyn Monroe y Tony Curtis¡ª de Con faldas y a lo loco.

Con permiso del despiste de Laurence Oliver, quien se olvid¨® de los finalistas a la categor¨ªa de mejor pel¨ªcula y cuya huida hacia adelante fue ahogar el silencio inc¨®modo con un vociferante ¡°?Amadeus!¡±, remediado instantes despu¨¦s por el productor Saul Zaentz, la ceremonia m¨¢s importante del cine estuvo a punto de superar los confines de lo surrealista al coronar como mejor guionista a un tal P.H. Vazak, cuya victoria se hubiera limitado a ser simple y llanamente exitosa de no haber sido por un detalle. Vazak era un pastor h¨²ngaro. Vazak era un perro.

24 novelas, la Warner Bross y un perro en el lugar adecuado

Pasaron muchas cosas antes de que Jack Lemmon se secase el sudor y se cuestionase a d¨®nde estaba llegando esto de los Oscar. Un a?o atr¨¢s se hab¨ªa estrenado Tarz¨¢n, una nueva y magn¨ªfica adaptaci¨®n de la reconocid¨ªsima obra escrita por Edgar Rice Burroughs ¡ªen realidad eran 24 novelas de aventuras las que compon¨ªan la serie de este personaje selv¨¢tico, escritas entre 1912 y 1965¡ª y que hab¨ªa sido llevada a la gran pantalla bajo la direcci¨®n de Hugh Hudson y el agudo ingenio de Robert Twane en la escritura de la historia.

Aunque el trabajo de Hudson y de Twane hab¨ªa resultado un soberano ¨¦xito, las modificaciones que hab¨ªa hecho el segundo de la historia original granjearon una severa tormenta cr¨ªtica que termin¨® por cuestionar el m¨¦rito del guion. Un Tarz¨¢n m¨¢s inteligente, cambios en la historia de los padres, escenas radicalmente distintas; la selva de la costa occidental del ?fica Ecuatorial segu¨ªa siendo la misma, no el argumento. Ni mejor, ni peor. Diferente. La obra de Burroughs era un cosa; la pel¨ªcula de Hudon y Twane, otra.

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Fue este germen el que propici¨® fuertes discusiones entre la productora, que no era sino el gigante de hierro de la Warner Bross, y Twane. El escaso beneficio econ¨®mico en taquilla termin¨® por dinamitar el puente entre ambas partes. Y al caer la pasarela, Twane se agarr¨® a una liana: decidi¨® ceder los cr¨¦ditos a su perro, su querido pastor h¨²ngaro, su a?orado P.H. Vazak.

Lo que vino despu¨¦s fue casi irreversible. La obra era una versi¨®n moderna de Tarz¨¢n y el nombre del guionista no pod¨ªa eludirse por cuestiones l¨®gicas y esenciales. De manera que, siguiendo el orden l¨®gico de responsabilidades y la cascada de decisiones, result¨® imposible desplazar a Vazak de los reconocimientos. De hecho, si se visiona la pel¨ªcula todav¨ªa hoy figurar¨¢ el can en los cr¨¦ditos finales.

Debi¨® preguntar dos veces Jack Lemmon para cerciorarse de que, efectivamente, un perro estaba nominado a Mejor guion adaptado. Un perro inteligente, un perro guionista. Pero aquella m¨²sica era para otro baile: Peter Shaffer, guionista de Amadeus, se termin¨® llevando el premio. La ciudad de las estrellas se perdi¨® los ladridos de agradecimiento y el placer de ver c¨®mo un perro con levita se alzaba con un premio por interpretar y escribir la historia sobre un hombre con h¨¢bitos de simio. El mundo al rev¨¦s. Lemmon suspirar¨ªa aliviado, quiz¨¢ cariacontecido.