De jonronero fallido a pitcher: Joey Gallo y su ¨²ltima jugada en MLB
A los 31 a?os de edad, Gallo intentar¨¢ refrescar su carrera en el beisbol abandonando el bat para subir al mont¨ªculo
A los 31 a?os, Joey Gallo ya no es el fen¨®meno de Las Vegas que aterrorizaba lanzadores con su poder descomunal. Su historia, alguna vez escrita con swings gigantesco y jonrones kilom¨¦tricos, se ha convertido en un laberinto de dudas y ajustes fallidos. Ahora, tras ser liberado por los White Sox, decidi¨® probar un camino que pocos imaginaron: convertirse en pitcher.
Su carrera como bateador qued¨® marcada por un dilema crudo: cada vez que hac¨ªa contacto, la pelota sal¨ªa disparada como un proyectil de artiller¨ªa; pero la mayor¨ªa de las veces, simplemente no hac¨ªa contacto. Su promedio de bateo de .194 y 1,292 ponches en 3,355 turnos al bat pintan la imagen de un ca?¨®n sin mira. Su ¨²nica constante fue la frustraci¨®n. En sus ¨²ltimas tres temporadas, bate¨® .166 y se perdi¨® en una espiral descendente que ni su talento ni la era del Statcast pudieron detener.
Comienzo vertiginoso
Cuando debut¨® con los Rangers en 2015, su poder impresion¨® de inmediato. En su segundo turno en Grandes Ligas, caz¨® una recta de 148 km/h de Jeff Samardzija y la deposit¨® a 135 metros del home plate. Conect¨® jonr¨®n en su segundo juego y fue lo suficientemente temido como para que Robin Ventura, m¨¢nager de los White Sox en ese entonces, le otorgara una base por bolas intencional en su tercer partido.
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El talento estaba ah¨ª. La promesa tambi¨¦n. Pero lo que parec¨ªa una historia de grandeza escrita en piedra se fue desmoronando con los a?os. Su tiempo en Nueva York fue una tortura. Los abucheos en el Yankee Stadium no lo dejaban respirar. ¡°No salgo a la calle¡±, admiti¨® en 2022. La ciudad que encumbra ¨ªdolos tambi¨¦n devora a los que no cumplen con las expectativas. Ni el respaldo de compa?eros ni los consejos de entrenadores pudieron rescatar su confianza.
Ahora, tras ser cortado por los White Sox, Gallo no opt¨® por el retiro, ni por buscar un contrato menor en ligas extranjeras. Decidi¨® lo impensable: transformarse en pitcher. Desde joven, su brazo fue una de sus herramientas m¨¢s impresionantes. En juegos de exhibici¨®n, ha sido captado lanzando hasta 94 mph desde los jardines. Su padre, Tony Gallo, alguna vez cont¨® que un scout de los Blue Jays se ri¨® cuando escuch¨® que su hijo quer¨ªa ser bateador y no lanzador.
Es un movimiento arriesgado, pero no sin precedentes. Rick Ankiel, Kenley Jansen y Sean Doolittle hicieron transiciones exitosas del bateo al mont¨ªculo, aunque en contextos distintos. Gallo, en cambio, enfrenta la reinvenci¨®n en la madurez de su carrera, con el peso de haber sido considerado alguna vez un slugger de ¨¦lite.
Su historia ahora se asemeja m¨¢s a un experimento que a una redenci¨®n segura. Los equipos de Grandes Ligas no firman lanzadores a los 31 a?os s¨®lo por tener un brazo fuerte; el pitcheo es un arte que requiere control, dominio mental y mec¨¢nicas pulidas. Puede que su aventura en la loma termine siendo un an¨¦cdota curiosa m¨¢s que un renacimiento genuino. O quiz¨¢s, con un poco de paciencia y suerte, logre escribir un ¨²ltimo cap¨ªtulo que nadie vio venir.
Joey Gallo no se rinde. Reinventarse a los 31 a?os no es f¨¢cil, pero para alguien que ya perdi¨® el miedo a fracasar, cualquier destino es mejor que desaparecer del mapa sin intentarlo.
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