El boxeador Diego Pacheco enfrentar¨¢ a Trevor McCumby en su camino a la gloria

A Diego Pacheco le gusta entrenar como si cada d¨ªa lo estuviera haciendo para una pelea de campeonato mundial. Tiene 23 a?os, pero en su estilo de boxeo ya se asoma la paciencia de un veterano y la experiencia de alguien que sabe que en el oficio no basta con lanzar golpes: hay que construir una historia.

Este verano, Pacheco subir¨¢ de nuevo al ring. Su rival ya tiene nombre y antecedentes de sobra para encender alarmas: el estadunidense Trevor McCumby, un pugilista con manos pesadas y orgullo envenenado. En Las Vegas derrib¨® a Caleb Plant, algo que no muchos pueden contar. Pacheco, sin embargo, no se intimida. Est¨¢ acostumbrado a caminar sobre asfalto caliente. A ganarse el respeto en el intercambio de golpes.

Aunque la fecha y el lugar a¨²n no est¨¢n cerrados, el duelo est¨¢ pactado. Ser¨¢ el siguiente escal¨®n en su ruta hacia una oportunidad por el cintur¨®n mundial supermediano, en una divisi¨®n donde nombres como David Benav¨ªdez o Canelo ?lvarez siguen marcando el comp¨¢s. Y aunque el joven californiano a¨²n no ha compartido cartel con ellos, su sombra ya figura en las grandes veladas de la industria.

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Diego naci¨® en el sur de Los ?ngeles donde los d¨ªas se mezclan entre camiones de tacos, grafitis y el eco inconfundible de la cultura chicana. Hijo de padres mexicanos, creci¨® entre dos banderas. En casa se hablaba espa?ol, se escuchaban corridos, y la Virgen de Guadalupe vigilaba desde una repisa. Afuera, el ingl¨¦s lo empapaba en la escuela, en la calle, en los entrenamientos.

¡°Represento a los dos¡±, ha dicho m¨¢s de una vez. No es marketing: es identidad. Porque cuando sube al cuadril¨¢tero con short tricolor y mezclando idiomas, lo hace como un hijo de ambas orillas. Un boxeador bicultural que inici¨® peleando en Tijuana y aparenciendo en programas en California.

Su carrera se sembr¨® desde temprano. En el circuito amateur fue ocho veces campe¨®n nacional en Estados Unidos, destacando en torneos como los Silver Gloves. Pero tambi¨¦n represent¨® a Baja California en torneos , colg¨¢ndose medallas y forjando su nombre en los gimnasios de ambos lados de la frontera.

Cuando debut¨® como profesional en 2018, muchos lo vieron como una apuesta a futuro. Alto para la categor¨ªa (1.93 m), con brazos largu¨ªsimos y una derecha venenosa, ten¨ªa todo para llegar lejos. Hoy, ese futuro ya est¨¢ aqu¨ª: 23 victorias, 18 por nocaut, y una presencia creciente en la escena global.

Pacheco enfrentar¨ªa a Christian Mbilli, primero en la clasificaci¨®n, pero desistieron de la subasta y optaron por McCumby.

Lo que distingue a Pacheco no es s¨®lo su r¨¦cord, sino la forma en que lo ha construido. En noviembre de 2023 noque¨® al argentino Marcelo C¨®ceres con un gancho que hizo retumbar el YouTube Theater de Inglewood. En agosto de 2024 fulmin¨® al polaco Maciej Sulecki con un golpe al h¨ªgado que pareci¨® sacado del manual de Julio C¨¦sar Ch¨¢vez. Y en enero pasado venci¨® por decisi¨®n un¨¢nime a Steven Nelson, un invicto que llegaba con cartel de piedra dura.

Ahora, ante McCumby, se medir¨¢ a un peleador que carga p¨®lvora en ambas manos. El estadounidense no es cualquier nombre: su carrera ha tenido pausas y regresos, pero ha mostrado que puede lastimar a boxeadores ¨¦lite.

Fuera del ring, Pacheco es un joven reservado, enfocado. No hay extravagancia ni frases estruendosas. Le gusta entrenar en silencio, ver pel¨ªculas, comer con los suyos.

En Instagram suma m¨¢s de 78 mil seguidores, pero su presencia no grita: comparte sesiones de entrenamiento y momentos con su familia.

Es un reflejo de su boxeo: elegante, pero sin alardes. Un perfil que recuerda a los grandes de anta?o, cuando la historia se escrib¨ªa con pu?os, no con pol¨¦micas.

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¡±Quiero ser campe¨®n del mundo y pelear contra los mejores. Sea quien sea¡±. Por ahora, el pr¨®ximo paso se llama McCumby. No ser¨¢ sencillo. Pero si Diego Pacheco gana, como ha hecho en cada combate profesional, el mundo del boxeo tendr¨¢ que reconocer lo que muchos ya ven desde hace tiempo: que este mexicoamericano alto y callado ya no es una promesa, sino una realidad.

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