ATLETISMO
Armand Duplantis y Desir¨¦ Inglander se casan
El pertiguista hinc¨® la rodilla el pasado viernes, sorprendiendo a su pareja durante una sesi¨®n fotogr¨¢fica para ¡®Vogue Scandinavia¡¯.
Primero fue el silencio, luego vino ¡®Mondo¡¯. Cuando Armand Duplantis rompi¨® su propio r¨¦cord en salto de p¨¦rtiga lo hizo quebrando, adem¨¢s, el ol¨ªmpico e iluminado cielo parisino y la garganta de 160.000 personas. Explosi¨®n. El Stade de France se deshac¨ªa en una vor¨¢gine de j¨²bilo y celebraci¨®n: la ¨²nica diferencia entre ¡®Mondo¡¯ e ?caro es que las alas del hijo de D¨¦dalo eran de cera. Todos las miradas, pendientes del pertiguista sueco; los ojos de Duplantis s¨®lo pretend¨ªan obrar una locura: buscar a una persona entre la interminable, rugidora y exultante multitud. Desir¨¦ Inglander.
Ella, la de siempre. Cada vez que Duplantis reta a las nubes en una competici¨®n, Inglander otea desde la grada c¨®mo su pareja hace cosquillas al techo a?il. Par¨ªs 2024 no fue una excepci¨®n. Tras la victoria, se fundieron en un abrazo. Pasados los d¨ªas, ambos se subieron a un avi¨®n para despedirse de tierras galas y poner rumbo a su hogar. Y all¨ª, en el cielo natal el atleta, ¡®Mondo¡¯ decidi¨® que hincar¨ªa la rodilla.
Su compromiso, exclusiva de Vogue Scandinavia, ha alegrado a muchos y sorprendido a pocos: ninguno ha ocultado nunca el amor que siente hacia el otro. Seg¨²n la citada revista, Duplantis propuso matrimonio a la creadora de contenido el pasado viernes 11 de octubre, en la arenosa costa de Los Hamptons (Nueva York) y apenas dos meses despu¨¦s de la magna cita francesa. ¡°En cuanto terminaron los Juegos Ol¨ªmpicos, estaba listo para hacerlo¡±, ha confesado el considerado por muchos ¡ªy de largo¡ª el mejor pertiguista de la historia, que, a pesar de haber batido su propia plusmarca hasta en diez ocasiones, se convierte en un amasijo de nervios al decir ¡®s¨ª, quiero¡¯ a la mujer de su vida: ¡°Esto es mucho m¨¢s estresante que competir¡±.
Una historia de amor sueco
Todo comenz¨® una noche de verano de 2020. Duplantis apenas ten¨ªa 20 a?os; ella, 19. Estocolmo era una fiesta. El atleta qued¨® prendado de Inglander en cuanto la vio. ¡°El problema era que la gente coquetea de una manera muy diferente en Suecia que de donde yo soy porque hay mucha m¨¢s conversaci¨®n, hablas durante mucho tiempo¡±, confes¨® en una ocasi¨®n a la misma revista el joven sueco, estadounidense de nacimiento. All¨ª, aquella noche, fue imposible. ¡°En la fiesta yo solo intentaba hablar con Desir¨¦, algo as¨ª como ¡®Hola, ?qu¨¦ pasa? Soy Mondo...¡¯, pero ella no quer¨ªa nada conmigo¡±, dijo. Ella no le ve¨ªa: ¡°S¨®lo quer¨ªa bailar¡±.
Poco a poco fueron conoci¨¦ndose. Las redes sociales hilvanaron la magia que aquella noche, por un motivo que, quiz¨¢, s¨®lo las auroras boreales conocen, no aconteci¨®. Varios meses despu¨¦s, tuvieron una cita. Desir¨¦ nunca hab¨ªa salido con un chico y ¡°no pod¨ªa imaginar nada peor que comer con una persona que no conoc¨ªa¡±, mucho menos con alguien que no compart¨ªa su mismo idioma. Pero se entendieron. Hab¨ªa prendido una chispa.
¡°Todav¨ªa estoy en shock¡±, cuatro a?os despu¨¦s, la modelo no oculta su bonita perplejidad. ¡°Soy una mani¨¢tica del control, es imposible sorprenderme¡±, dice. No esperaba que el cielo de Par¨ªs se fundiera en un fino metal dorado en torno a su dedo anular. Tampoco esperaba que aquella noche en Estocolmo terminara volvi¨¦ndose d¨ªa. Primero fue el silencio, luego vino ¡®Mondo¡¯.
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