Subcampeones
Zuhaitz Gurrutxaga fue un expeditivo central de la Real Sociedad que salt¨® a la fama el d¨ªa de su debut en enero de 2000, cuando consigui¨® anular a Hasselbaink en el Calder¨®n. En aquel partido Gurrutxaga fue expulsado por doble amarilla, pero hasta ese momento firm¨® una actuaci¨®n m¨¢s que notable que lo confirm¨® como una de las m¨¢s prometedoras perlas de Zubieta. Aquella temporada la Real luchaba por no descender y, con Javier Clemente en el banquillo de Anoeta, el joven central fue una de las claves de que finalmente lo consiguiera. Estuvo cuatro cursos m¨¢s en las filas del equipo gipuzkoano, en los que no lleg¨® a asentarse en la zaga realista. Cuando la Real le dio la baja, los periodistas lamentaban que aquel canterano no hubiera podido confirmar las expectativas que gener¨®. Solo ¨¦l sab¨ªa, sin embargo, la verdadera raz¨®n. Gurrutxaga sufr¨ªa ansiedad y un grave trastorno obsesivo compulsivo que deriv¨® en una terrible depresi¨®n. A¨²n as¨ª, se aferr¨® a su talento y saber hacer y jug¨® al f¨²tbol durante once temporadas m¨¢s, en filas de equipos de menor categor¨ªa.
Despu¨¦s de retirarse, Gurru (como le llaman sus amigos y Guti) se reconvirti¨® en m¨²sico, actor y presentador de televisi¨®n. Hoy publica un libro escrito junto al periodista Ander Izagirre (reciente Premio Euskadi de ensayo) en el que hace un recorrido por su trayectoria profesional, marcada por la dichosa enfermedad mental. El libro se titula Subcampe¨®n. En ¨¦l reconoce, entre otras cosas, que no soportaba la idea de poder ganar la Liga (en la temporada 2002-03 la Real estuvo a punto de hacerlo), que fingi¨® lesiones, que no pod¨ªa acercarse a una zona del campo en la que un rival tiraba una venda sangrante, que se dej¨® caer cierta vez en el ¨¢rea porque ten¨ªa miedo de cruzar la l¨ªnea de cal con la pierna equivocada. Son m¨¢s de trescientas p¨¢ginas en las que el futbolista cuenta con desbordante sentido del humor la lucha que siempre mantuvo contra sus demonios interiores, aquellos que, por suerte, no consiguieron alejarlo de los campos de juego. Porque de aquellos barros surge este fant¨¢stico libro, pero, sobre todo, porque despu¨¦s de leerlo uno sabe que, en cierto sentido, nunca hubo futbolista m¨¢s luchador, m¨¢s digno.
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