Par¨ªs da otro salto al futuro
El desembarco de los Juegos en Par¨ªs, y nunca mejor dicho lo de desembarco, rescata necesariamente a la figura de Pierre de Coubertin, el visionario que impuls¨® los Juegos Modernos, creador de sus vigentes s¨ªmbolos y primer presidente del COI. Y m¨¢s con la reciente lectura del libro de Alfredo Rela?o, ¡®366 (y m¨¢s) historias de los Juegos Ol¨ªmpicos que deber¨ªas conocer¡¯, que nos hace viajar desde aquellos or¨ªgenes hasta las puertas de la XXXIII Olimpiada. El Bar¨®n de Coubertin quer¨ªa el evento en su Par¨ªs natal, y all¨ª llev¨® su segunda edici¨®n en 1900, pero result¨® un desastre, diluido en el programa de la Exposici¨®n Universal. Luego repiti¨®, en 1924, para sacarse esa espina en su ¨²ltima aportaci¨®n como presidente, tras haber salvado los Juegos en Amberes 1920 despu¨¦s de la Gran Guerra, otro de sus m¨¦ritos. Qu¨¦ hubiera opinado Coubertin de este tercer desembarco es dif¨ªcil saberlo. Porque este Mundo es muy diferente al suyo. El fundador franc¨¦s, defensor de los valores m¨¢s conservadores que podamos imaginar, detestaba la presencia de la mujer en el deporte. ¡°Para ellas la gracia, el hogar y los hijos. Reservemos para los hombres la competici¨®n¡±, es una de sus muchas perlas. Cien a?os despu¨¦s, los Juegos han logrado por primera vez en su historia la paridad. Tambi¨¦n son unos Juegos superprofesionalizados, lejanos a aquel ideal de amateurismo que sembr¨® de injusticias su camino, hasta que por fin Juan Antonio Samaranch dio el empuj¨®n definitivo para cerrar esa hipocres¨ªa.
Los Juegos Ol¨ªmpicos han cambiado much¨ªsimo desde entonces. Y tambi¨¦n la sociedad. El deporte no puede vivir de espaldas al progreso. Por eso Par¨ªs, la capital del amor, de la luz y de la modernidad, dio este viernes un salto radical en su Inauguraci¨®n, que por primera vez se sac¨® del estadio para desplegarla por seis kil¨®metros del r¨ªo Sena. Como cualquier movimiento de riesgo, va a tener detractores. Y en ciertos detalles, con mucha raz¨®n. La Apertura ensalz¨® a una ciudad emblem¨¢tica y a su transcendental historia. En eso, posiblemente, no hay ninguna a su altura. Fue una fiesta televisiva, cinematogr¨¢fica, como se pretende tambi¨¦n con sus originales sedes. Pero releg¨® a los deportistas a un apilamiento en barcas que rest¨® dignidad a los principales protagonistas. Hay que recuperar un desfile de verdad, con los abanderados liderando a sus equipos, a sus pa¨ªses... Queda pendiente. Para seguir mirando al futuro. Con la misma majestuosidad que el resto de la Ceremonia.