Orgullo y prejuicios

El f¨²tbol se dej¨® de tonter¨ªas, de las muchas que se sucedieron en las v¨ªsperas de la final de Sevilla, y brind¨® un partido extraordinario. Fue el tercer Bar?a-Madrid del curso y el m¨¢s desconcertante de los tres, por las diferentes etapas que atraves¨® hasta el gol de Kound¨¦ a una hora intempestiva. El Bar?a fue el equipo que ha deslumbrado bajo la batuta de Hansi Flick y el Real Madrid emergi¨® del abismo en el primer tiempo para recordar en el segundo su tremendo potencial, malgastado demasiadas veces.

Emborronada por las lacrimosas quejas de los ¨¢rbitros a los perversos juicios sumar¨ªsimos a los que Real Madrid TV les somete desde hace a?os, la previa se edific¨® sobre la follonera estrategia que caracteriza al club en los ¨²ltimos a?os. Durante d¨¦cadas, el Madrid fue la instituci¨®n con may¨²sculas en el f¨²tbol mundial, papel que cultivaba con un mimo absoluto. Predic¨® en el campo con Di St¨¦fano y en los despachos con Bernab¨¦u, entre la admiraci¨®n general del f¨²tbol europeo.

Cuando vinieron ¨¦pocas m¨¢s discretas -el Madrid tard¨® 32 a?os en ganar su s¨¦ptimo t¨ªtulo de campe¨®n de Europa-, el club mantuvo su posici¨®n referencial en la escala del f¨²tbol. En el cambio de siglo y milenio, la FIFA le design¨® Mejor Club del Siglo XX. Aunque al Real Madrid le ha ido de perlas en el siglo XXI en el cap¨ªtulo futbol¨ªstico, su ascendiente se ha deteriorado gravemente.

Su involuci¨®n est¨¢ definida por su novedosa afici¨®n al conflicto. Nada le satisface, todo le perturba, la sospecha es su divisa. El Madrid ha entrado en una deriva antisistema, parad¨®jico viraje en el club que m¨¢s contribuy¨® a instalar y definir las escalas del f¨²tbol mundial. Est¨¢ enfrentado a la UEFA, a la Federaci¨®n Espa?ola, a LaLiga y a los ¨¢rbitros, ha desairado a la organizaci¨®n del Bal¨®n de Oro porque no se lo han concedido al jugador que el Madrid quer¨ªa, dirime en los tribunales sus cuitas con el vecindario y s¨®lo un club, el Bar?a, le acompa?a en su proyecto de Superliga.

Es la edici¨®n actual del Real Madrid, que exige cambiar de ¨¢rbitros en la final de Copa y que no ceja en trasladar la idea de club agraviado, encerrado en su juguete, preso de una tensi¨®n que desconcierta en el mundo del f¨²tbol y probablemente al equipo, que ha jugado peor de lo que deber¨ªa durante la temporada, ha sufrido graves derrotas frente a sus pares en el concierto nacional e internacional -Liverpool, Arsenal, tres derrotas contra el Bar?a- y tiene comportamientos inexcusables, como los protagonizados por R¨¹diger y compa?¨ªa en Sevilla.

El Madrid ha emitido constantes se?ales de equipo desestabilizado, sin un rumbo preciso, a pesar de su n¨®mina de estrellas, capaces de ganar partidos por su cuenta, pero incapaces de funcionar colectivamente. Lo consiguieron en el segundo tiempo de la final, que pintaba muy mal despu¨¦s de una primera parte desastrosa. Pocas veces se ha visto tanta diferencia entre un equipo atento y dispuesto a cumplir minuciosamente un plan y otro sin una f¨®rmula visible.

Es f¨¢cil atribuir al orgullo la reacci¨®n del Madrid, y de orgullo hubo bastante, pero el partido cambi¨® cuando Mbapp¨¦ ingres¨® y decidi¨® ser Mbapp¨¦, lo mismo ocurri¨® con Bellingham y, poco a poco, con el resto del equipo, que pas¨® de la m¨¢s absoluta peque?ez a una altura que desbord¨® al Bar?a. El Madrid se solt¨® el pelo, explot¨® los problemas del Bar?a -Gerard Mart¨ªn no es por ahora un suplente de garant¨ªas y De Jong sufre cuando se descuadran los partidos- y llev¨® la final a un punto d¨®nde todas las miserias anteriores -la delirante v¨ªspera del encuentro y un lamentable primer tiempo- se transformaron en puro f¨²tbol, en un partidazo de ¨¦poca, resuelto a una hora intempestiva por Kound¨¦, despu¨¦s del ins¨®lito error en el pase de uno de los mejores pasadores que ha visto el f¨²tbol: Luka Modric.

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