La plantilla como un puzzle
Imagine el lector que los Reyes Magos le han dejado bajo el ¨¢rbol un puzzle de veintid¨®s piezas. Imagine tambi¨¦n que es un puzzle m¨¢gico, en el que, si uno pone cada fragmento en su sitio, muestra la imagen que uno tiene en mente. Pero imagine el lector que no es tan f¨¢cil, que resulta que las piezas no han de encajar solo en las tres dimensiones del espacio f¨ªsico, sino que hay una m¨¢s, que no se ve, aunque se puede intuir. Imagine, finalmente, que adem¨¢s hay piezas que hacen cambiar de forma a las que est¨¢n alrededor cuando las ubicas, generando un efecto domin¨® en todo el constructo. Convendremos que este ser¨ªa un rompecabezas de dif¨ªcil soluci¨®n. Por mucho que uno tuviera una imagen en mente, qu¨¦ dif¨ªcil reproducirla con condiciones as¨ª.
Pues bien, una plantilla de un equipo de f¨²tbol es m¨¢s o menos eso, un puzzle muy especial, un mosaico compuesto por personas, que no solo ocupan un lugar f¨ªsico, sino emocional y que, adem¨¢s, interact¨²an entre ellas generando reacciones entre s¨ª. En este sentido, solo hay una manera de que el resultado final sea preciso: que quien ha de disponer las piezas (es decir, el entrenador) lo tenga muy claro. Por eso su tarea no solo se circunscribe al verde, sino que ha de atender a otros aspectos. El primero, claro, la elecci¨®n de las piezas o, al menos, que ninguna de ellas tenga formas (f¨ªsicas o emocionales) de imposible encaje con el resto. Aqu¨ª ha de lidiar con ellos gestores de su propio club y con el mercado. El segundo, y quiz¨¢ el m¨¢s importante, el emocional. Los jugadores son personas y los equipos son personas interactuando entre s¨ª. Cada interacci¨®n, por peque?a que sea, afecta al conjunto. Por eso un buen entrenador es siempre un buen psic¨®logo. No por c¨®mo atiende al jugador, sino por c¨®mo lo trata en el contexto del equipo. Tratar a todos por igual es ser injusto con todos (la diferencia siempre ha de ser tenida en cuenta), pero las excepciones en el trato suelen resquebrajar el mensaje general. O corremos todos, o no lo hacemos ninguno.
De los malos equipos hay muchos responsables. Un buen equipo, sin embargo, suele ser la imagen de su entrenador. Parte de su tarea es tambi¨¦n defender su espacio de trabajo, la caseta, lugar donde ha de ser siempre la voz mandante.
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