La f¨¢bula del Tortuga
Resulta imposible no sentir fascinaci¨®n por un tipo como Gaby Deck. Para empezar, le apodan el Tortuga, lo cual ya supone un plus antes siquiera de sentarnos a hablar. Adem¨¢s, por si eso fuera poco, lleva tatuado en la pierna a Tom, de los dibujos animados Tom y Jerry, una elecci¨®n est¨¦tica lo suficientemente poco cool como para ser de repente algo bastante cool. Y luego tiene esa actitud tan suya: no sonr¨ªe, no habla, no gesticula y no protesta. Siempre hier¨¢tico, como sacado de un cuadro del Greco. Ya se le puede caer encima un piano de cola desde la azotea o Edy Tavares (lo que vendr¨ªa a ser lo mismo) que ¨¦l no se inmuta. Ni siente ni padece. Tony Soprano se preguntaba qu¨¦ hab¨ªa sido de los tipos duros y silenciosos, esos tipos como Gary Cooper. Gaby Deck es de esa estirpe. Con personalidad, car¨¢cter y, sobre todo, con un instinto que no se aprende en ning¨²n sitio.
Jug¨® los momentos decisivos del ¨²ltimo partido de la final completamente cojo, con un aparatoso vendaje comprimiendo su pierna izquierda. Renqueante, poco o nada le hab¨ªa salido en ataque hasta ese momento. Pero lejos de esconderse y de amilanarse, sigui¨® pidiendo la pelota y atrevi¨¦ndose. Haciendo de todo: subiendo el bal¨®n, castigando a cualquier defensor que le pusieron al poste, generando juego para un dominante Tavares o peg¨¢ndose con Mirotic por un rebote como una paloma por el ¨²ltimo trozo de pan del parque. Solo le falt¨® pasar la mopa. Hubo quien lleg¨® a cuestionar su encaje en en este nuevo Madrid, pero el que no dud¨® jam¨¢s fue Laso.
Por momentos me record¨® a otro jugador argentino, un viejo conocido. El Real Madrid ven¨ªa de perder dos finales europeas seguidas. Dos derrotas muy dolorosas contra Olympiacos y Maccabi, tras tenerlas casi ganadas. Se dec¨ªa que faltaba en la plantilla ese perfil de jugador con instinto asesino. Que se echaba de menos ese punto de maldad para ganar las finales cuando se pon¨ªan feas. Y en esas vino el Chapu Nocioni, operado, mayor, crepuscular, tieso, de vuelta de todo y sin nada que demostrar. O eso cre¨ªamos. En la final a cuatro de Madrid, sali¨® contra Olympiacos, hizo una falta contundente y se pase¨® delante de todo el banquillo griego, desafiante, mostrando su protector bucal con una sonrisa muy de Hannibal Lecter. En ese instante, en las gradas, me atraves¨® la certeza de que esa final no se pod¨ªa perder con semejante tarado en pista. Termin¨® como MVP.
El Chapu y el Tortu son muy diferentes. En todo. Pero los jugadores-ant¨ªpodas, como escribi¨® Nadiezhda Mandelstam, est¨¢n situados en puntos opuestos de un mismo espacio: se pueden unir con una l¨ªnea. Poseen rasgos y definiciones comunes. Coexisten. Y ese espacio com¨²n tiene un nombre: ganar.