La estrategia de la hormiga
¡°Soy un extremo ambicioso que busca el gol¡±, se autodefini¨® Ernesto Valverde Tejedor en su presentaci¨®n como jugador de Primera Divisi¨®n all¨¢ por el verano de 1986. Cuando sus compa?eros le vieron aparecer con gafitas de intelectual y c¨¢mara de estudiante de fotograf¨ªa en el vestuario del viejo Sarri¨¢ le llamaron Mortadelo, pero se le qued¨® Txingurri (hormiga en euskera), el apodo que le puso su entrenador Javier Clemente, pensando en su barquito de pesca, chiquito y escurridizo. En el Espanyol siempre crecieron los bajitos, desde el diminuto ¡®Pitus¡¯ Prats, primer goleador de la historia de la Liga con 17 a?os, al petit Nico Melamed de hoy, pasando por los Arcas, Solsona, Mara?¨®n o Tamudo. Bajitos traviesos en la mejor onda blanquiazul. El salto de Alav¨¦s y Sestao a los blanquiazules, con los que fue tercero en Liga y subcampe¨®n de la UEFA, era un avance m¨¢s en su carrera que le llev¨® al Bar?a de Cruyff y luego de vuelta a Euskadi, al Athletic, al que hab¨ªa regresado el m¨ªster de Barakaldo.
Entre Clemente y Cruyff est¨¢ el universo entero. De ellos, y de otros grandes como Jabo Irureta y Jupp Heynckes, aprendi¨® el Valverde entrenador, el m¨ªster que m¨¢s partidos ha dirigido a los rojiblancos. Por ello ser¨¢ siempre recordado como le¨®n, aunque tiene garras de periquito (all¨ª repiti¨® como entrenador el subcampeonato en la UEFA, otra vez en los penaltis, ?habr¨¢ otro caso igual?).
Ante una nueva esperanza en forma de semifinal de Copa, Valverde mantiene viva la estrategia de la hormiga, la de mantener el paso y el criterio de su trabajo, con unos valores y una dignidad a prueba de la apisonadora medi¨¢tica que supone dirigir al Barcelona. Txingurri a?adi¨® inquietudes culturales a su temple, ampli¨® el horizonte en Olympiacos, expuso y public¨® sus fotos y volvi¨® a definirse: ¡°Soy como entrenador lo mismo que como fot¨®grafo: huyo de lo demasiado evidente, pero no rehuyo lo cl¨¢sico¡±. Concienzudo, reflexivo, original sin extravagancias, aut¨¦ntico, Valverde sigue a paso firme de hormiga. De aquel barquito de Clemente al sue?o incesante de la Gabarra.