Joseluman¨ªa
Hay jugadores egoc¨¦ntricos que se reivindican mostrando al mundo su nombre en la camiseta. Lo hacen cuando aciertan, porque cuando fallan, que les sucede a menudo como a todos, no se les ocurre se?alarse el dorsal. Son as¨ª de narcisistas. Peores son aquellos que, tras marcar, deciden mandar callar a los aficionados llev¨¢ndose el dedo a la boca, como si en vez de la felicidad del gol les pudiera un sentimiento de revancha porque se haya dudado de su val¨ªa. Son as¨ª de petulantes. El gesto de Joselu, pidiendo perd¨®n a los aficionados del Bernab¨¦u despu¨¦s de marcar su primer gol en Champions, es una ins¨®lita demostraci¨®n de humildad.
Hab¨ªa fallado algunas ocasiones claras y se escuch¨® un leve rumor en la grada. No hubo ni pitos ni abucheos, pero el jugador sinti¨® que deb¨ªa disculparse despu¨¦s de, por fin, acertar con un remate. Muchos en su lugar hubieran tirado de esa rabia machirula tan habitual: que si ahora os ense?o el dorsal; que si yo hablo aqu¨ª, se?alando en el c¨¦sped; que si ahora os miro desafiante¡ todos esos gestos que, lamentablemente, muchos ni?os imitan luego en los colegios. Joselu mand¨® un mensaje m¨¢s emp¨¢tico, quiz¨¢s porque, en su madurez, se sabe un privilegiado. No es el delantero titular del Madrid, ni una estrella gal¨¢ctica, pero en cuatro meses lleva seis goles y se ha ganado al p¨²blico de su estadio.
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