Impresentable ovaci車n a Yabusele
En enero de 1995, Cantona fue expulsado en el campo del Crystal Palace por agredir a un rival. Cuando se recorr赤a el trayecto hacia el vestuario entre el borde del campo y los espectadores, desde la primera fila un b芍rbaro le lanz車 un vaso de t谷 caliente al rostro. Su respuesta fue sacudirle una patada voladora que provoc車 gran esc芍ndalo. Su propio club, el viejo y dign赤simo Manchester United, procedi車 a suspenderle hasta final de temporada, antes incluso de que se pronunciara el Comit谷 de Competici車n. Aquella Liga se le escapar赤a al Manchester United por un solo punto, pero nadie entendi車 que hubiese hecho mal.
Lo primero es la dignidad del club, el respeto a lo que podr赤amos llamar &el pacto deportivo*, el concepto del deporte como medio de exaltaci車n de los valores f赤sicos, pero tambi谷n morales, de la especie. He recordado este episodio ante la inversa actitud que ha tenido el Madrid para con Yabusele, protagonista estrella de la escena m芍s bochornosa vivida en toda la historia de la secci車n. Aquello fue el jueves. El domingo, siguiente partido, ante el Casademont Zaragoza, jug車, distinguido con los mejores aplausos de la no tan distinguida concurrencia, a la que por lo visto le pareci車 no s車lo no criticable, sino premiable, la barbaridad que hizo.
Un tercer bochorno para el baloncesto. El segundo, cronol車gicamente situado entre la reyerta y esa lastimosa actitud de la parroquia de WiZink Center, fue el anuncio de las lev赤simas sanciones tras tama?a barbaridad. La Euroliga se administra su propia justicia, fuera del imperio de la FIBA, y le ha preocupado m芍s evitar da?os ante la Final Four a dos posibles concurrentes a ella que reparar la imagen de un deporte arrastrado por el suelo en una ri?a multitudinaria que impidi車 que el partido alcanzara su final. Tanto cante ha dado que se ha visto obligada a emitir una explicaci車n, un infantil collar de ruedas de molino.