Estorninos
A mi madre y a m¨ª nos deprim¨ªan los estorninos. Aunque el espect¨¢culo siempre fuera algo digno de contemplar, con ese fren¨¦tico y enloquecido ballet que ofrecen en bandadas, nos entristec¨ªa verlos volar en las tardes de invierno por los jardines enfrente de casa. Tal vez porque se mov¨ªan demasiado r¨¢pido, tal vez por lo ruidosos que eran. El caso es que me gustaba compartir con ella esa acerada antipat¨ªa hacia unos pobres p¨¢jaros que tampoco hab¨ªan hecho nada para ganarse nuestra secreta animadversi¨®n.
Hace poco, no obstante, le¨ª algo muy interesante sobre los estorninos. Resulta que un adinerado fabricante neoyorquino de medicamentos era un lector empedernido de Shakespeare. Y su sue?o era poder ver por Nueva York algunos de los p¨¢jaros que sal¨ªan mencionados en las obras de Shakespeare. As¨ª que, ni corto ni perezoso, trajo varios ejemplares de estorninos en barco desde Inglaterra y los ech¨® a volar por Central Park. Ahora, cuando uno ve un estornino por Nueva York, ha de saber que es descendiente de aquellos p¨¢jaros. M¨¢s tarde intent¨® lo mismo con ruise?ores y alondras. Aunque no parece una pr¨¢ctica muy leg¨ªtima, he de reconocer que me resulta un detalle simp¨¢tico. Tambi¨¦n es verdad que as¨ª empez¨® Jurassic Park: un millonario exc¨¦ntrico y con un punto rom¨¢ntico quiere ver una especie rara en su parque. Lo que sucedi¨® luego no te sorprender¨¢.
El otro d¨ªa, mientras escuchaba a Florentino en la Asamblea de Socios del Real Madrid, me puse a pensar en cu¨¢l ser¨¢ su legado. Y me vino a la cabeza aquel farmac¨¦utico neoyorquino. Cuando Florentino lleg¨® al Madrid, tras una exitosa carrera en ACS, quiso tener en el f¨²tbol los p¨¢jaros de Shakespeare volando por Central Park. Por eso trajo a los Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham y Owen. No todos se adaptaron, no todos sobrevivieron, no todos lograron instalarse en un h¨¢bitat como Madrid. No fue tampoco la aproximaci¨®n m¨¢s ortodoxa al mundo del f¨²tbol. Pero cuando ahora vemos a Bellingham luciendo su plumaje por el Bernab¨¦u, cuando los talentos j¨®venes m¨¢s ex¨®ticos sue?an con volar por Madrid, es en gran parte por esos primeros estorninos que trajo Florentino.
Luego fue afinando m¨¢s. Se dio cuenta de que las especies aut¨®ctonas tambi¨¦n importaban y de que no serv¨ªa de nada traer a un mont¨®n de papagayos del Amazonas a precio de oro por muy bonitos que estos fueran si se cargaban el ecosistema del equipo. Aprendi¨® que hay p¨¢jaros que es mejor contemplar desde lejos y que no est¨¢n equipados para la vida en Madrid. Y que tambi¨¦n puede ser bonito verlos crecer, poco a poco, sin pagar traslados car¨ªsimos desde ignotos pa¨ªses.
Estos d¨ªas en los que se est¨¢ hablando mucho de los posibles fichajes de Alphonso Davies y, c¨®mo no, de Mbapp¨¦, pienso de nuevo en esos estorninos de Central Park.
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