Errores y aciertos
Ancelotti cont¨® esta semana en rueda de prensa una an¨¦cdota bastante reveladora. Al ser preguntado por el esquema con el que jugar¨¢ el Real Madrid esta temporada, viendo el perfil de sus jugadores en plantilla, record¨® la historia de cuando era el entrenador de aquel fulgurante Parma de los 90 y se le present¨® la oportunidad de poder fichar a Roberto Baggio, estrella mundial en el momento. Como el puesto donde m¨¢s brillaba el italiano era en la mediapunta, y toda vez que Ancelotti era fiel al 4-4-2, decidi¨® descartar su fichaje por falta de encaje. El Divino acabar¨ªa luego paseando su magia y su coleta por otros equipos. Un error que, a?os despu¨¦s, todav¨ªa lamenta. Cuando al poco tiempo se hizo cargo de la Juventus, con Zidane en el once, empez¨® a darse cuenta de la importancia de la capacidad de adaptaci¨®n de un entrenador a sus jugadores, por encima de propias filosof¨ªas, discursos y esquemas. Las ideas no pueden romper en man¨ªas.
Escoger contar esta historia dice mucho de Ancelotti. De su clase y de su inteligencia. En vez de sacar a colaci¨®n que fue ¨¦l quien se invent¨® un puesto nuevo para Di Mar¨ªa o Pirlo, decisivos en sus Copas de Europa con Milan y Real Madrid, prefiere recordar un error suyo de hace m¨¢s de 25 a?os y que todav¨ªa le persigue: ser el que dijo ¡®no¡¯ a Roberto Baggio por pura rigidez.
Pablo Laso explica algo parecido a lo largo de su recomendable libro, Ganar para contarlo, escrito junto al periodista Faustino S¨¢ez. Uno de los atributos que m¨¢s destaca y en los que m¨¢s incide es, precisamente, en la capacidad de adaptaci¨®n que ha de mostrar un t¨¦cnico sin renunciar a sus principios durante el proceso.
Errores siempre va a cometer uno. Es inherente al puesto de entrenador. La clave es reconocerlos a tiempo cuando se hacen, no esquivar la culpa, no buscar excusas, y aprender de ellos. De esta manera eres t¨² quien controla esos errores, no los errores a ti. Resultan sospechosos esos entrenadores que nunca jam¨¢s se equivocan y defienden haber sido ¡®fieles a una idea y a un estilo¡¯.
Corren el riesgo de acabar como en esa historia que contaba un rabino: un general se acerca a visitar a sus tropas y se queda asombrado durante las pr¨¢cticas de tiro al observar que en el muro las marcas de los disparos quedan muy lejos de los c¨ªrculos de tiza trazados como dianas. Salvo en el caso de un joven soldado, que presenta una hoja de tiro impecable: todos las marcas de sus disparos est¨¢n en el centro de cada c¨ªrculo de tiza con una precisi¨®n quir¨²rgica. El general, impresionado, se acerca para saber m¨¢s sobre su t¨¦cnica. Y el joven soldado, muy ufano, le responde: ¡°Bueno, es muy f¨¢cil. Primero disparas con el fusil y luego, caiga donde caiga, trazas el c¨ªrculo de tiza alrededor del agujero de la bala¡±.