Elogio de la normalidad
Un amigo que dio clases en una importante universidad europea me ense?¨® una regla infalible para distinguir all¨ª a un verdadero genio del que no lo es. Curiosamente, no ten¨ªa nada que ver con complicadas cuestiones te¨®ricas, sino que era algo mucho m¨¢s terrenal, nunca mejor dicho. Resulta que a los primeros se les permit¨ªa pisar la hierba en sus paseos por el campus. Al parecer, en los patios interiores de aquella universidad son muy estrictos con el cuidado del c¨¦sped, pero si tu mente est¨¢ concentrada en resolver misterios astrof¨ªsicos, cuestiones de alta filosof¨ªa o enigmas matem¨¢ticos, se te permite caminar sobre el trabajo de los jardineros. Que tengas permitido pasear por el c¨¦sped es una gran reconocimiento, dijo mi amigo. ?Como en el f¨²tbol!, a?ad¨ª yo, que genio no soy, pero ando tambi¨¦n siempre pensando en lo m¨ªo.
Convendremos que el f¨²tbol tiene en com¨²n con esa universidad que en el mundo del bal¨®n los grandes talentos se concentran tambi¨¦n sobre el c¨¦sped. Es tambi¨¦n norma extendida que a unos pocos elegidos se les consientan todas las boutades posibles y cambios de car¨¢cter excusados en su supuesta genialidad. Salgamos un poco fuera del excelso rect¨¢ngulo y miremos, por ejemplo, a los banquillos y a sus habitantes. Anta?o en el mundo de los entrenadores cualquier tonter¨ªa pasaba por innovaci¨®n y parec¨ªa que para poder triunfar deb¨ªas pasar un test de excentricidades. La pelota siempre fue redonda, pero hay quienes se empe?an en reinventarla.
De un tiempo a esta parte vemos reivindicarse a entrenadores que tienen la normalidad y el trabajo diario por bandera. Cito sin orden a algunos de ellos, a modo de ejemplo: Andoni Iraola, Gaizka Garitano, Ernesto Valverde, Jos¨¦ Luis Mendilibar o Jagoba Arrasate. En lo relativo a todos ellos, no nos equivoquemos: hay que ser muy valiente para mostrarse normal en un mundo en el que prima la extravagancia. Dir¨ªa m¨¢s, creo que precisamente ese rasgo de su car¨¢cter es una de sus mayores virtudes, una de las claves de su ¨¦xito. Juan Gelman escribi¨® en un famoso poema: ¡°Decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito / deb¨ªa tener unas 12.397 mujeres en su mujer /era dif¨ªcil saber con qui¨¦n trataba uno en ese pueblo de mujeres¡±. Con estos entrenadores sucede al contrario. El jugador agradece saber siempre con qui¨¦n est¨¢ hablando.