El ¨²ltimo parip¨¦ del Real Madrid
Hasta cuatro presidentes del Bar?a se turnaron, durante a?os, para pagar m¨¢s de siete millones de euros al n¨²mero 2 de los ¨¢rbitros sin que, al menos de momento, se haya podido demostrar con qu¨¦ intenciones, exactamente. Todav¨ªa no es el momento. La fase de instrucci¨®n no est¨¢ pensada para demostrar nada y tiempo habr¨¢ de llevarse las manos a la cabeza, o la cabeza a las manos, eso ya depender¨¢ de cada cual, cuando d¨¦ comienzo el juicio o, en el mejor de los escenarios posibles, cuando termine. Todo lo que se pueda pensar o decir hasta entonces tiene un valor relativo, de ah¨ª que este ¨²ltimo parip¨¦ del Real Madrid convenga ser tratado como lo que a simple vista parece: su en¨¦simo intento por influir en los arbitrajes que est¨¢n por venir de aqu¨ª al final de la temporada.
No es ninguna novedad, pues todos conocemos c¨®mo se las gasta el equipo blanco cuando de demostrar su poder se trata. Lo saben los propios colegiados, se?alados casi a diario por la televisi¨®n oficial del club. Y no solo los pata negra, los profesionales. En cualquier retransmisi¨®n de las categor¨ªas inferiores se advierte el mismo sesgo y la misma obsesi¨®n por parte de los comentaristas del canal, que ya me contar¨¢n ustedes que inter¨¦s puede tener un muchacho de M¨®stoles, o de Parla, que compagina sus estudios con pitar partidos infantiles los fines de semana, en hacerles la vida imposible a los benjamines del Madrid. Y lo saben, por supuesto, sus rivales, cansados de bracear en la arena cuando los errores se acumulan a favor del Real sin que a nadie parezca importarle demasiado.
Sobre las consecuencias de equivocarse a favor del uno o de los otros tambi¨¦n llevamos acumulada la suficiente bibliograf¨ªa como para no dejarse impresionar, a estas alturas, por el volumen de los llantos. Se desga?ita el Madrid por una entrada fe¨ªsima a Mbapp¨¦, pero el Alav¨¦s no puede ¡ªo no debe¡ª quejarse el d¨ªa que Endrick agrede a uno de los suyos son una alevos¨ªa que impresiona. De eso no tiene la culpa Negreira, pero s¨ª quienes compramos la mercanc¨ªa averiada que nos cuelan desde Concha Espina hasta convertirla en un asunto de Estado.
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