El milagro invisible
En estos d¨ªas de luto por Pel¨¦, viendo im¨¢genes del f¨²tbol de entonces, no he podido evitar hacerme la t¨ªpica pregunta est¨²pida en la que suelo caer cuando mi atenci¨®n tal vez deber¨ªa estar reparando en otros detalles m¨¢s importantes. Pero bueno, ah¨ª va: si el uso de las lentes de contacto se empez¨® a popularizar en los a?os 80, ?qu¨¦ diablos hac¨ªan todos los futbolistas miopes hasta entonces? No hay apenas im¨¢genes de jugadores usando gafas, salvo un par de casos exc¨¦ntricos (y con pinta, digamos, de no ser precisamente los primeros escogidos en los partidos del recreo). No me creo, tampoco, que apenas hubiera miopes entonces. En otros deportes las gafas se estilaban m¨¢s. En el f¨²tbol tal vez hab¨ªa cierto estigma; llevarlas era una se?al de debilidad. As¨ª que me imagino a muchos jugadores j¨®venes de los 60-70, con frondosos mostachos para parecer m¨¢s duros, achinando mucho los ojos y disimulando sus dioptr¨ªas, como el chico de Sin Perd¨®n, que no ve¨ªa tres en un burro y sin embargo presum¨ªa de ser el pistolero m¨¢s r¨¢pido y letal del Oeste para impresionar a William Munny y labrarse una reputaci¨®n.
Yo mismo sufr¨ª de una ligera miop¨ªa que durante meses negu¨¦ con la ferocidad de un terraplanista. Ninguno de mis amigos se atrev¨ªa a decir que el rey iba desnudo. Si no ve¨ªa bien la banda, era porque alguien no hab¨ªa marcado con cal suficiente la l¨ªnea. Si fallaba un control, culpaba a la pobre iluminaci¨®n del campo. Lo que fuera menos admitir aquel signo de lo que yo interpretaba como pura decadencia. Cuando por fin acept¨¦ la realidad y se me cay¨® la venda de los ojos, empec¨¦ a jugar con lentillas. Y durante esa semana de repente parec¨ªa Kroos con mi flamante nueva vista. Luego el hechizo se rompi¨® enseguida y otros defectos estructurales empezaron a aflorar. Pero aquel peque?o cambio fue diferencial. Por eso no puedo evitar preguntarme cu¨¢ntos jugadores llevan cargando con ese gran secreto toda su vida. El secreto de que estuvieron jugando durante a?os, compitiendo al m¨¢ximo nivel, sin ver demasiado bien, tirando de instinto, como esos caballos ciegos que se usaban en las minas. ?De cu¨¢ntos jugadores conocimos solo su versi¨®n desnatada por culpa de una pobre visi¨®n?
Cuando se compara a grandes jugadores de distintas ¨¦pocas, siempre se trae a colaci¨®n la agresividad de los rivales de anta?o, la ausencia de c¨¢maras en los partidos o la diferencia de los terrenos de juego. Pero nunca se cita ese milagro invisible de algo tan sencillo como las lentillas.