El f¨²tbol random
Se aprende mucho de los ni?os. Tuve un profesor, catedr¨¢tico de Periodismo, que nos llamaba ¡°eruditos de lo banal¡± con desprecio, porque nos sab¨ªamos la alineaci¨®n con dos suplentes y portero reserva del Logro?¨¦s y no ¨¦ramos capaces de memorizar la lista de te¨®ricos del lenguaje y de la comunicaci¨®n, de Coseriu (que sonaba a central rumano) a McLuhan (que se encontraba con Woody Allen en Annie Hall, pero bien pudo ser un extremo derecho escoc¨¦s). Superando mis r¨¦cords, mis banales hijos me descubren a diario un nuevo futbolista de highlights en TikTok, para que yo les oponga un ¡°?y no os sale nada de On¨¦simo?¡±, que es autom¨¢ticamente ignorado por estos peque?os eruditos de lo digital.
Adem¨¢s de las habituales lecciones infantiles sobre futbolistas actuales, los chavales me ense?an lenguaje contempor¨¢neo. Todav¨ªa no digo ¡°bro¡± con soltura, todo se andar¨¢, pero llevo a¨²n peor el cap¨ªtulo dedicado a la teor¨ªa y pr¨¢ctica de la palabra random. Peque?a muestra del salto generacional, mientras yo la traduzco err¨®neamente como aleatorio en el sentido de cualquiera, como algo vulgar o banal, ellos, sin embargo le dan a esa aleatoriedad un matiz de suceso impredecible, especial. Dos matices, caras de una misma moneda
Tras haber odiado el f¨²tbol moderno por encima de mis posibilidades, me pasa con el f¨²tbol posmoderno que empiezo a no entenderlo: todo empez¨® a joderse (m¨¢s) el d¨ªa que las segundas vueltas de las competiciones ligueras no segu¨ªan el mismo orden que las primeras vueltas. Se perdi¨® esa correspondencia que ordenaba los campeonatos, que los hac¨ªa l¨®gicos y, parece ser, aburridos. Lo mismo ha pasado con el nuevo formato de la Champions, que ha coronado la aleatoriedad. Es el f¨²tbol random, que para algunos tiene algo de extraordinario, como esa jornada de 16 partidos simult¨¢neos que impide centrarse en el f¨²tbol para encumbrar la adrenalina, y para m¨ª es completamente vulgar. Que en una misma clasificaci¨®n no hayan jugado todos contra todos, de local y visitante, me resulta inconcebible. ?C¨®mo puede compararse que t¨² juegues contra el Liverpool en Anfield y yo contra el Young Boys en casa? Es aleatoriamente absurdo, ajeno al esp¨ªritu del f¨²tbol, un c¨®digo extra?o estilo NBA que fuerza la competici¨®n hasta desvirtuarla. La emoci¨®n est¨¢ siempre alrededor del bal¨®n, no del calendario, que tiene que ser justo, l¨®gico y transparente para que el f¨²tbol siga siendo un deporte, y no un azar.
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