El central entre el centeno
Mi abuelo Antonio, que tambi¨¦n era central, jug¨® a¨²n menos que Zuhaitz Gurrutxaga en la Real Sociedad. Hizo la mili en San Sebasti¨¢n en 1940, alguien le vio maneras en el cuartel, y le hicieron ficha txuri-urdin, pero nunca lleg¨® a debutar. Regres¨® a su Olite natal, y all¨ª sigui¨® jugando una pila de a?os en Regional mientras trabajaba por un jornal en el campo. Nunca mir¨® atr¨¢s ni se lament¨® de su suerte, ni imagin¨® siquiera que alg¨²n d¨ªa tendr¨ªa cinco l¨ªneas en AS.
Como esos libros ¨²nicos, capaces de remover tu vida, Subcampe¨®n, el texto del exfutbolista Gurrutxaga y el escritor Ander Izagirre me ha devuelto al abuelo Mara?¨®n. ¡°Van a jugar Gurrutxaga y diez m¨¢s¡±, dijo Javi Clemente la v¨ªspera de su deb¨². Casualmente, Mi abuela y diez m¨¢s es el librazo de Izagirre sobre el amor a la Real. Estaban condenados a alinearse en el mismo equipo. Y nosotros, nietos todos, a disfrutar de su juego literario.
Zuhaitz ha conseguido en su comuni¨®n con Ander plasmar una voz propia, sublimar un hilo de an¨¦cdotas cuyo tempo domina en sus mon¨®logos y desensimismarse al poner su intimidad en relaci¨®n con lo que le rodea, incluido el lector. Por si fuera poco, tras m¨¢s de un siglo soportando a autores, periodistas, comentaristas y cu?ados de barra de bar desparramando su frustraci¨®n por no ser futbolistas, ha dado la vuelta al tablero deportivo y nos ha dejado en fuera de juego descubriendo su desencaje vital por llegar a Primera. Su libro pone luz donde no la hab¨ªa, no solo por dar relevancia a la salud mental desde un lado truculento del f¨²tbol que ya vimos con Enke, Canito y tantos juguetes rotos, sino porque Gurru lo hace sin se?alar culpables. No se queja del sistema, de la presi¨®n de la prensa, del p¨²blico, de los dirigentes, del ego¨ªsmo de los compa?eros, de tal o cual entrenador miserable. Aunque entre todos le jodieron, el central pide disculpas por no haber sabido disfrutar de su talento. Es duro (e hilarante tambi¨¦n) de leer. Y no dejo de pensar en el Holden Caulfield de El guardi¨¢n entre el centeno: ese punto na?f, esa espontaneidad, ese grito tierno de fracaso que resulta sinceramente cautivador.
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