El arte de perder
Cuenta Martin Amis en su libro ¡®La guerra contra el clich¨¦¡¯ que la clave del ¨¦xito del director Steven Spielberg cuando adapt¨® al cine ¡®Parque Jur¨¢sico¡¯, pel¨ªcula con la que rompi¨® la taquilla, fue renunciar a los dinosaurios voladores, a los pterod¨¢ctilos. Esa decisi¨®n, en palabras del propio director, hizo que la pel¨ªcula fuese m¨¢s realista, la mantuvo m¨¢s pegada a tierra, sin caer en un exceso de efectos especiales y otras pirotecnias visuales. La idea de ¡°hacer una pel¨ªcula de dinosaurios realista¡± es un concepto asombroso. Pero nunca he olvidado esta parad¨®jica lecci¨®n: a veces es importante saber renunciar, dejar ir. Por muy tentadora que pueda parecer una oportunidad (aunque esta sea un dinosaurio alado). No puedes tenerlo todo al mismo tiempo.
Pensaba en los dinosaurios voladores de Spielberg tras el impecable partido de Rodrygo el pasado domingo. Brill¨® con un fulgor especial jugando por la banda izquierda, territorio ocupado por Vinicius. La pregunta que se impone ahora, sin embargo, parece inevitable: ?qu¨¦ ser¨¢ de ¨¦l si adem¨¢s de Vinicius tambi¨¦n acaba llegando Mbapp¨¦ (?y Endrick!)? ?Saldr¨¢ en verano?
Siempre se ha dicho eso de que los buenos jugadores terminan encontrando su hueco. Que el talento se impone. No lo tengo tan claro. En muchas ocasiones se ha demostrado que el exceso puede ir en detrimento del equipo porque hay jugadores sin un rol claro. Demasiadas flores en el jarr¨®n hace que no todas luzcan.
El Madrid hace tiempo, tal vez escarmentado por su propio pasado, tom¨® una importante decisi¨®n: no tener miedo a vender, no renunciar a dejar marchar a algunos de sus mejores jugadores. Sin caer en sentimentalismos. As¨ª fueron desfilando ?zil, Di Mar¨ªa, Morata, Casillas, Ramos, Cristiano Ronaldo, Varane, Odegaard, Casemiro o Asensio. Algunas fueron salidas dolorosas. Otras menos.
Yo no vender¨ªa a Rodrygo. Pero tampoco creo que hubiese vendido a casi ninguno de los anteriores, la verdad. Me pueden los apegos feroces. Pero como cuenta Elizabeth Bishop en su poema: no es dif¨ªcil dominar el arte de perder. Se empieza con unas llaves, con un reloj de tu madre y terminas por no echar de menos una casa o una ciudad. Pocas cosas son verdaderamente p¨¦rdidas irreparables. Nunca nada es tan grave.
Era Kipling quien dec¨ªa que en un relato quitar l¨ªneas es como avivar el fuego; no se nota la operaci¨®n, pero todo el mundo agradece los resultados. Cada vez m¨¢s pienso que el f¨²tbol funciona igual. Poco a poco voy aprendiendo el arte de perder.
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