Demostraciones p¨²blicas de amor
Llegan esos bonitos d¨ªas en los que todos los futbolistas han so?ado desde ni?os con jugar en el equipo que les va a fichar. Incluso hay algunos que han llegado a so?ar con jugar en todos y cada uno de los equipos de su carrera. Que eso, m¨¢s que un sue?o, es un spoiler.
La creencia generalizada de muchos jugadores es que lanzando en su puesta de largo este tipo de proclamas sobre los sue?os de su infancia se van a ganar el favor de la nueva afici¨®n. Pero creo que a veces produce el efecto contrario; ver tus sue?os convertidos en realidad no te podr¨ªa separar m¨¢s de cualquier persona de a pie. Que alguien te pague por jugar al f¨²tbol ya es un sue?o en s¨ª mismo. Dej¨¦moslo ah¨ª. Tampoco hace falta adornarlo.
Luego est¨¢ el p¨®ster en la habitaci¨®n. El p¨®ster en la habitaci¨®n se respeta much¨ªsimo de un tiempo a esta parte. Tiene poco rival. Que Mbapp¨¦ tuviera su habitaci¨®n de adolescente tapizada con p¨®sters de Cristiano y Zidane le allana todo el camino. Cuenta como haber pasado por las categor¨ªas inferiores del club. Como cuando tu amigo se iba de Erasmus a alg¨²n pa¨ªs n¨®rdico y al volver hab¨ªa logrado, nadie sabe c¨®mo, convalidar los cr¨¦ditos de Econometr¨ªa II por ir a clases de ping-pong. El p¨®ster cotiza tanto como una foto antigua luciendo de ni?o la camiseta de tu nuevo equipo. Porque d¨ªas hay tantos como camisetas; paredes en tu habitaci¨®n, pocas.
Dicho esto, me gusta que en las presentaciones oficiales se guarden y respeten ciertas tradiciones, por arcaicas que resulten, como cuando el flamante fichaje comienza a dar toques o a conducir unos metros la pelota ante fot¨®grafos y aficionados, impostando una falsa normalidad. Es el mismo efecto que cuando vas a una tienda a por unos zapatos y te dejan andar con ellos, para ver si son de tu talla, y de repente parece que se te hubiera olvidado la habilidad de caminar. Los actos rid¨ªculos y protocolarios nos igualan a todos, m¨¢s que los sue?os de la infancia.
No puedo evitar mostrar cierto escepticismo ante estos actos p¨²blicos de besarse el escudo, promesas de amor eterno y sue?os cumplidos de la infancia. Siempre que alguien me habla de sus sue?os, procuro acordarme de lo que escribi¨® Churchill, al poco de ser elegido primer ministro en las horas m¨¢s oscuras de Europa: ¡°Dorm¨ª profundamente, sin necesidad de sue?os alentadores. Despu¨¦s de todo, los hechos son mejores que los sue?os¡±. A m¨ª no me cuentes tus sue?os, a m¨ª dame hechos. Hechos en forma de goles, de actitud, de confianza, de amor por la profesi¨®n m¨¢s que por el club. Y ya luego vendr¨¢ todo lo dem¨¢s. Y comenzar¨¢n a so?ar contigo.