De repente, el ¨²ltimo l¨ªbero
Cuando Luis se retir¨® como jugador y se convirti¨® en entrenador del Atleti (entonces era Luis a secas, lo de Aragon¨¦s vino despu¨¦s) les dijo a sus excompa?eros de vestuario que desde ese d¨ªa le trataran de usted. Es el trato que los alumnos dedicaban a los maestros. As¨ª lo hicimos los que estudiamos la EGB y mal no nos fue. Xavi, sin prohibir el tuteo expresamente, coloc¨® tambi¨¦n una tarima entre ¨¦l y algunos de sus excompa?eros, como Piqu¨¦. Es de esperar que tampoco le vaya mal a ninguno de los dos, aunque el alumno nunca lo entienda. Tambi¨¦n nos pasaba a nosotros.
Gerard ha jugado m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites que la ortodoxia marca para el central, cl¨¢sico marcador en l¨ªnea del ariete, lo que no deber¨ªa extra?ar en alguien criado en la burgues¨ªa barcelonesa, transgresora desde los tiempos de Juan Mars¨¦. Ha sido en realidad m¨¢s l¨ªbero que otra cosa, aunque esa denominaci¨®n haya ca¨ªdo en desuso. Piqu¨¦ la ha reivindicado. Siempre le hemos visto otear el horizonte dentro y fuera del campo, lejos de las alambradas del defensa marcador. Ha cortado el juego por bajo o por alto cuando era obligado, ha salido a campo abierto con el bal¨®n raso cuando correspond¨ªa, y ha culminado el ataque cuando lo ha considerado oportuno. Ahora entiende que su juego transcurrir¨¢ por otras lindes. Bienvenido, presidente.