Brahim, Lunin, Joselu¡ Ancelotti
La del 74, aquel Atl¨¦tico-Bayern que hubo de jugarse dos veces, es mi primer recuerdo de una final de Copa de Europa, la del maldito gol de Schwarzenbeck (por cierto, cada a?o en que lo veo repetido me parece Miguel Reina menos culpable de lo que le declaramos entonces). Porque a¨²n era ni?o o porque as¨ª lo ha querido el subconsciente se ha borrado de mi memoria cualquier huella del ¡®replay¡¯ posterior que le dio el t¨ªtulo al Bayern. En el colegio, al d¨ªa siguiente, los madridistas lo lamentaron casi tanto como los atl¨¦ticos. Hoy no suceder¨ªa. En radicalizaci¨®n hemos ido a peor.
Tambi¨¦n vi al Madrid perder la final del 81, con un equipo de posguerra: se hab¨ªan ido los yey¨¦s, a¨²n no hab¨ªa llegado la Quinta, mandaban los garc¨ªas, faltaban figuras y sobraban lesionados. Gan¨® un Liverpool favorit¨ªsimo como hoy lo hace a menudo el Madrid, a paso de procesi¨®n, con un gol de Alan Kennedy, el jugador con menos habilidades del reds, un lateral de pana en un equipo de seda. El Madrid aprendi¨® de aquel partido para los cincuenta a?os posteriores.
Luego llegaron la S¨¦ptima, inesperada; la Octava, familiar (por el Valencia); la Novena, de volea; la D¨¦cima y la Und¨¦cima, eternamente vecinales; la Duod¨¦cima, imperial; la Decimotercera, de chilena, y la Decimocuarta, milagrosa. A la Decimoquinta solo le cabe el adjetivo de coral. Vuelvo a Alan Kennedy, s¨ªmbolo de que en alg¨²n momento, muchas veces al borde del abismo, todos ser¨¢n necesarios. El Madrid no estar¨ªa en Cibeles sin aquel golazo de Brahim en Lepizig, sin las nueve manos y una gran cabeza de Lunin en M¨¢nchester, sin el coraje de Joselu ante el Bayern, sin el a?o completo de Nacho, levantador de la Copa, sobresaliente cum laude se licencie o pase de curso, sin R¨¹diger, que aunque no nos la parezca ya empez¨® como tercer central, sin el penalti de Lucas V¨¢zquez en el Etihad, lanzado como si se hubiera visto mil veces en el trance...
Y cuando un t¨ªtulo es tan de tantos es porque es principalmente de uno: Ancelotti. Para entrenar al Madrid hay que quererle y entenderle. Ancelotti hace lo uno y lo otro. Cuando le dan (Bellingham) y cuando no (Kane, un central...). Representa al club como si fuera fundador y la afici¨®n le quiere incluso en la derrota, donde son mayor¨ªa los abandonos. Recuerdo que en 2015 le despidieron sin que nadie lo exigiera pese a no haber ganado nada. Ahora le llega Mbapp¨¦ y solo hay una certeza: si no se entienden, la culpa ser¨¢ del franc¨¦s.
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