Un siglo del caballo blanco de Scorey
Wembley es un espacio sagrado, de manera que jugar all¨ª ya era un logro, algo as¨ª como la confirmaci¨®n de alternativa de los toreros en Las Ventas
El f¨²tbol alcanz¨® la mayor¨ªa de edad hace un siglo, cuando Londres estren¨® su ¡®Empire Stadium¡¯ con capacidad ya para 126.047 espectadores. Se escogi¨® una zona del extrarradio, Wembley, por inter¨¦s de la Compa?¨ªa del Ferrocarril Metropolitano, que aspiraba a que el monumental estadio arrastrara la ciudad hacia all¨¢, como as¨ª ser¨ªa, y eso rindiera ping¨¹es beneficios al ferrocarril. El mismo modelo empresarial, por cierto, que llevar¨ªa a la compa?¨ªa del Metro de Madrid a inaugurar tambi¨¦n ese a?o, el ¡®Stadium¡¯ de Cuatro Caminos, que conocimos popularmente como Metropolitano.
La inauguraci¨®n de lo que luego llamar¨ªamos simplemente como ¡®Wembley¡¯ fue el 28 de abril de 1923 con la final de la FA Cup, Bolton Wanderers-West Ham y la presencia del Rey Jorge, padre de Isabel II. La hora del partido era las 15.00. Pero la expectaci¨®n creada por tan magno edificio, de dimensiones excepcionales y que en cierto modo ven¨ªa a simbolizar el poder¨ªo orgulloso del Imperio Brit¨¢nico, fue tal que a las 13.45 hubo que cerrar las puertas porque ya se api?aba dentro una masa de 230.000 ¨¢vidos hinchas, muchos de los cuales hab¨ªan forzado la entrada y desbordado los grader¨ªos hasta cubrir totalmente en c¨¦sped, convertido en un mar de chaquetas negras. Los organizadores se retorc¨ªan las manos, esperando al Rey, sin verle salida a aquel caos.
Entonces apareci¨® el h¨¦roe, un bobby llamado George Scorey que entr¨® en el campo montando un caballo blanco de nombre ¡®Billy¡¯. Con extrema cautela para no da?ar a nadie avanz¨® hasta el punto central. All¨ª empez¨® a dar corteses instrucciones a todos para que se fueran retirando, mientras ¨¦l iba moviendo en espiral con mucha parsimonia a su caballo. Poco a poco se fue abriendo un claro, luego el c¨ªrculo central¡ Los ciudadanos colaboraron. Los de la primera fila entrelazaban los codos, a instrucci¨®n suya, y presionaban hacia atr¨¢s, intercalando continuamente a otros mientras el c¨ªrculo se ampliaba. Le llev¨® 40 minutos despejar el campo, pero lo consigui¨®. Una masa de 115.000 se sent¨®, apretujada como pudo, entre las l¨ªneas de cal y el inicio de las gradas Para cuando lleg¨® el Rey Jorge, todo el c¨¦sped estaba descubierto. Los equipos saltaron al campo con dificultad y luego tendr¨ªan que pasar el descanso sobre ¨¦l, pero el partido se jug¨® con normalidad, gan¨® el Bolton 2-0 y la gente regres¨® hablando del ¡®H¨¦roe del Caballo Blanco¡¯ que hizo posible la final.
Una inauguraci¨®n m¨¢gica para un espacio que lo ser¨ªa. En aquel lugar pasar¨ªan muchas cosas. Por all¨ª corri¨® Zatopek, pues fue escenario de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1948, como lo ser¨ªa luego de una Copa del Mundo, la de 1966, con el gol fantasma m¨¢s c¨¦lebre de todos los tiempos. Entre una cosa y otra, en 1953, se jug¨® all¨ª ¡®El partido del Siglo¡¯, aquel 3-6 de la Hungr¨ªa de Puskas sobre Inglaterra que vino a ser como la Toma de la Bastilla. En 1963 albergar¨ªa con solemnidad el Centenario del F¨²tbol, un Inglaterra-Resto del Mundo en el que a Di St¨¦fano le cupo el honor de capitanear la Selecci¨®n Mundial.
Un espacio sagrado, s¨®lo utilizado para la Selecci¨®n Inglesa y para la final de la FA Cup o de la Charity Shield, de manera que jugar all¨ª ya era un logro, algo as¨ª como la confirmaci¨®n de alternativa de los toreros en Las Ventas. La primera vez que lo visit¨¦ fue con mi inolvidable Michael Robinson, que me habl¨® los fantasmas de los viejos semidioses del f¨²tbol brit¨¢nico vagando por los t¨²neles. No le falt¨® la nota de humor. ¡°El jefe de la banda de m¨²sica y yo somos los que m¨¢s veces hemos pisado ese c¨¦sped sin ganar un partido¡±.
Aquel campo nos dio dos alegr¨ªas: un 1-2 de Espa?a sobre Inglaterra el d¨ªa que liberaron a Quini, cosa que supimos sobre la marcha durante la transmisi¨®n, y la primera orejona del Bar?a, aquel ¡®Dream Team¡¯ de Cruyff con el tirazo de Koeman en el golpe franco.
En 2000 fue entregado a la piqueta para ser sustituido por uno m¨¢s actualizado, obra de Norman Foster. Un arco oblicuo define su nueva imagen sustituyendo a aquellas dos ic¨®nicas e imponentes torres gemelas, coronadas por banderas de la uni¨®n Jack y la bandera de San Jorge. Los tiempos exigen funcionalidad y aquel viejo y sagrado edificio no la ofrec¨ªa ya, pero este Nuevo Wembley lucir¨ªa igual en Berl¨ªn, Par¨ªs, Miami o Tokio. No es como el viejo ¡®Empire Stadium¡¯, tan integrado en el coraz¨®n del Imperio Brit¨¢nico. El f¨²tbol no respeta sus catedrales, ni siquiera esta. Pero merece la pena evocar lo que signific¨® aquella inauguraci¨®n un siglo atr¨¢s.