Aquel ciclismo de los a?os de Bahamontes
La gracia de Bahamontes no es que fuera una colosal fuerza de la Naturaleza cuando la carretera se empinaba (no tuvo igual en la monta?a, s車lo se le acerc車 Charly Gaul con fr赤o) sino que era imprevisible. En 谷l cab赤a cualquier peripecia imprevista, fuera con base a su antipat赤a con el tantos a?os presidente de la Federaci車n, o por la aparici車n en su organismo de aquel misterioso &limaquillo*, o por alguna de las frecuentes broncas con sus compa?eros de equipo, sobre los que hay que decir, para ser justos, que 谷l val赤a mucho m芍s que todos los dem芍s juntos. Pero, ay, su forma de pedir colaboraci車n no era la m芍s indicada.
Y la necesitaba, porque en la primera mitad de su carrera no sab赤a correr. Nadie lo sab赤a en Espa?a, salvo Poblet. Los dem芍s eran feroces sacudidores de la bici, mejor en las cuestas que en el llano, sin idea de esos abanicos que al menor viento de costado provocaban los belgas, holandeses, franceses e italianos. Los nuestros se quedaban atr芍s, desorganizados, y les ca赤an los minutos como ladrillos. Tras la primera semana, inalterablemente llana, Bahamontes llegaba por menos de nada a 40 minutos de la cabeza, en alguna posici車n perdida en la segunda mitad de la tabla. Eso s赤, cuando llegaban los Alpes o los Pirineos todo cambiaba.
Saltaba puestos de 20 en 20, los grandes llaneadores se hund赤an, amenazados por el cierre del control, los Anquetil y Poulidor administraban su ventaja, en el caso de Anquetil beneficiada por una contrarreloj estrat谷gicamente situada. El recorrido estaba hecho para los dos ases franceses, pero Bahamontes les ten赤a de puntillas, temerosos el uno del otro y ambos del ?guila. S車lo gan車 un Tour, pero protagoniz車 varios m芍s. En a?os de albores de la televisi車n en Espa?a nos llen車 muchas conversaciones del mes de julio con un estilo revoltoso y est谷tico y un talante irreductible. Un ciclista para una 谷poca.