Wimbledon
Rafael Nadal, Patrimonio de la Humanidad
Rafael Nadal perdi¨® en Wimbledon?pero volvi¨® a emocionarnos a todos. El pulso acelerado, las manos fr¨ªas y sudorosas, la mirada clavada en la pantalla, los gritos de ¨¢nimo con cada punto importante ganado, las exclamaciones de fastidio con cada bola fallada o golpe ganador de Muller, los movimientos corporales incontrolados durante el juego¡ son algunas de las sensaciones familiares que provoca el balear en los aficionados al deporte.
La identificaci¨®n con Rafa es absoluta. Todos queremos ser Nadal. En la victoria o en la derrota, a las que el zurdo de oro afronta de la misma manera, como reza el verso del poema de Rudyard Kipling presente en la antesala de la Centre Court (en la que el t¨ªo Toni lament¨® no jugar ayer): ¡°If you can meet with triumph and disaster, and treat those two imposters just the same¡±. Su forma de entender la competici¨®n son aplicables a cualquier otro orden de la vida.
Para definir a Nadal no bastan sus estad¨ªsticas demoledoras, ni su talento natural, ni sus 15 t¨ªtulos de Grand Slam (1 Abierto de Australia, 10 Roland Garros, 2 Wimbledon y 2 US Open), ni sus medallas ol¨ªmpicas, ni sus cinco finales en la meca del tenis¡ sino una carrera cimentada en partidos ¨¦picos, con una carga emocional descomunal. De los que dejan huella en la memoria. La de ayer una haza?a truncada que pertenece tambi¨¦n a esa categor¨ªa.
Nadal no solo gana casi siempre, sino que transmite emociones, valores y traspasa las pantallas con cada golpe, con cada gesto, con cada gota de sudor. Se mete en la piel de quien lo ve jugar, con independencia de su origen o nacionalidad. 14,7 millones en Facebook, 13,1 millones en Twitter y 3,3 millones en Instagram no pueden estar equivocados. Rafa Nadal es Patrimonio de la Humanidad.