Denver Broncos 13 每 Indianapolis Colts 21
Este es un momento difícil para cualquier aficionado al football. Un día triste. Una jornada que casi nadie quería que llegara. Peyton Manning ha disputado su último partido de football americano. No es oficial. Solo es una evidencia inevitable. Una consecuencia funesta. Una desgracia insalvable. El meteorito por fin colisionó con la tierra. Creer lo contrario es de ilusos. Si Peyton cree lo contrario, es un iluso.
Manning está acabado. Terminado. Decirlo me suena herejía y quizá me condene al infierno de los aficionados al football y me reencarne como seguidor de los Browns, pero es la realidad. En la previa os contaba que él era el eslabón débil de estos Broncos y posiblemente os sonara a barbaridad. Un lastre al que debían sobreponerse sus compañeros, aunque a la mayoría os molestara leerlo. Peyton es un señor mayor lento en la ejecución, en la reacción, en el lanzamiento, en el vuelo del balón… incluso a la hora de tomar decisiones, que en un momento tuvo todo el campo por delante para correr cinco yardas y conseguir el primer down, y fue incapaz de darse cuenta. Acabó lanzando otro pase flotadito, inalcanzable, que voló y voló durante muchos segundos para no llegar a ningún sitio. Solo fue un pase, pensaréis, pero así fueron la mayoría de los 46 que lanzó. Palomas de la paz que viajaban con una ramita de olivo en el pico, y no las bombas atómicas a las que nos había acostumbrado durante tantos años.
La defensa de los Colts no necesitaba grandes ajustes para anticiparse. Peyton anunciaba, como lo ha estado haciendo las últimas semanas, cual iba a ser su jugada desde el primer instante. El rey del engaño, el tahúr por antonomasia, convertido en un pobre engañabobos al que se le caían los ases falsos de la manga.
Y tuvo que despedirse contra los Colts. El equipo de toda su vida, que se llevó el partido con superioridad insultante en algunos momentos, pero que también lo hizo con el respeto, la reverencia, que merecía su abanderado de tantos y tantos éxitos. El padre de su resurrección desde el no mundo de los equipos irrelevantes.
El mundo es de los jóvenes. Y mientras el genio de Peyton se apagaba, la luz de Luck ha crecido más y más, para que el nuevo genio de la nueva NFL nos deslumbrara con una primera mitad perfecta, en la que remontó el primer touchdown de Demaryus Thomas que adelantó a los Broncos, y metió la directa para que fuera evidente que el viejo automóvil deportivo no podía competir contra un bólido recién tuneado.
A esa diferencia abismal entre los dos quarterbacks, hay que añadirle que la línea ofensiva de los Colts volvió a jugar un segundo partido consecutivo impecable, en el que Luck pudo hacer lo que quiso en cada momento. Incluso pareció que las dos intercepciones que sufrió fueron pases de riesgo controlado. O los completaba o eran una especie de punt lanzado con la mano.
Pienso que todos los jugadores de Denver salieron al campo con una sensación de melancolía. De final de una historia. Porque sino resulta inexplicable que su defensa, plagada de estrellas, e infranqueable durante la temporada regular, no haya aparecido en toda la noche. Ni un solo sack, dos intercepciones sin estrella. Fueron quemados una y otra vez por el aire y dejaron que Herron nos recordara en algunos momentos a Bradshaw, consiguiendo primeros downs por tierra con facilidad, y convertido en válvula de escape de Luck cuando el QB no tenía a quien agarrarse.
La defensa de los Colts fue todo lo contrario. Solo falló un placaje en todo el partido, en un cuarto down de Anderson que en un primer momento se antojaba decisivo, pero que luego se diluyó en la nada como todo lo que Peyton tocaba a lo largo de la noche.
Incluso Newsome fue respetuoso con el viejo mito, que solo sufrió dos sacks cuando pudieron haberle machacado. El linebacker de los Colts pudo caer con todo su tonelaje sobre un Peyton de espaldas, pero prefirió dar un manotazo y robarle la cartera sin inflingirle daño en el único fumble del partido.
¿Pero qué pasó durante el encuentro? Me diréis. Pues lo que os estoy contando. Que Peyton Manning convertido en sombra de si mismo se despidió del football americano. Qué más da que los Colts se clasificaran casi sin despeinarse o que Luck reclame para si la corona de nuevo rey. El football americano está de luto y solo queda un consuelo: Peyton se despidió con un partido horrible, de los peores de su trayectoria, pero completó más de la mitad de sus lanzamientos, no fue interceptado, y el último pase de su carrera voló con acierto hacia Demaryus Thomas, que lo recogió con veneración en un homenaje póstumo a un gigante. Un pase de 24 yardas de lágrimas. Punto final orgulloso del más grande entre los grandes.
Hasta siempre Peyton. Hoy, por primera vez en mi vida has hecho que me sienta realmente viejo. Y me he quedado hecho polvo.
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl