?Vamos hacia una NFL defensiva?
Durante aquel partido la secundaria de los Patriots dio una auténtica paliza a los receptores de los Colts. Ty Law interceptó tres veces a Peyton Manning después de haber empujado y obstaculizado a su marca no solo durante las cinco primeras yardas, como marca el reglamento, sino muchos más allá, sin que los árbitros se inmutaran.
Peyton Manning, gran parte del resto de la plantilla, y el GM de los Colts, Bill Polian, protestaron airadamente no solo en los días posteriores, sino durante toda la offseason. La regla del contacto ilegal llevaba existiendo muchos años, pero los árbitros sólo la castigaban si el agarrón o la obstaculización habían sido flagrantes. No fue un problema puntual de ese partido. Era lo habitual.
Pero Bill Polian no solo era el GM del equipo más pasador en aquel momento gracias a Peyton Manning. También era miembro del comité de la NFL encargado de analizar la aplicación del reglamento. Antes de que la temporada 2004 diera comienzo, la NFL envió un informe a los árbitros en el que se explicaba que no solo se estaba aplicando mal la regla, sino que eso estaba afectando a la calidad de los partidos. En conclusión, había que hacer un esfuerzo para que los encuentros fueran atractivos para el público, y eso pasaba por impedir a toda costa el contacto de las secundarias sobre los receptores después de las cinco primeras yardas.
Pero para que se produzca una tormenta perfecta, una catástrofe planetaria que provoque una extinción masiva de especies, no es suficiente con un hito decisivo. Es necesaria la confluencia de varios, y el siguiente llegó el 7 de septiembre de 2008, cuando Bernard Pollard lesionó a Tom Brady en la semana 1 de competición. El QB no volvió en toda la temporada, y la NFL, que ya estaba actualizando reglas con regularidad para favorecer el juego de pase, aprovechó el incidente para dar otro paso decisivo. Durante la siguiente offseason convirtieron a los quarterbacks en intocables. Cualquier golpe recibido después de que soltaran el balón sería castigado duramente con un ‘Roughing the passer’. La regla no era nueva. Existía en el reglamento desde 1914, pero como había sucedido cuatro años antes con el contacto ilegal de las secundarias, la NFL se encargó de darle una vuelta de tuerca, desempolvarla, y sugerir a los árbitros que no pasaran ni una.
El último hito no tiene una fecha concreta. Ya que son muchos los días en los que antiguos jugadores han perdido la vida, o directamente se la han quitado, por las secuelas de los golpes recibidos durante su carrera. LA NFL, asustada ante las consecuencias, y empeñada en limpiar la herida a toda costa antes de que se gangrenara, siguió año tras año actualizando reglas para favorecer el ataque aéreo e impedir el contacto. El último ejemplo lo tuvimos hace doce meses, cuando se implementó una regla inaplicable que impedía a los corredores cargar con el casco. Tenían que percutir con la cabeza alta, para evitar el uso de las protecciones como ariete. La chorrada es tan grande que en todo el año 2013 no se ha señalado esa penalización ni una sola vez. Y eso que los corredores han seguido bajando el centro de gravedad y percutiendo con el casco como habían hecho toda la vida.
La conclusión es sencilla. La NFL se fue convirtiendo en un deporte de fuegos artificiales. El récord de 5.084 yardas de Marino en una temporada, que llevaba vigente desde 1984, y parecía inalcanzable, pasó a ser superado casi cada año, y además por varios jugadores. Parecía inevitable que poco a poco el ataque aéreo se impusiera como sistema ofensivo casi único, ante un ataque terrestre que ya había ido perdiendo importancia desde los inicios del siglo XXI. Era frustrante ver como, temporada tras temporada, los equipos con mejores ofensivas terrestres y corredores estelares se quedaban fuera de postemporada, mientras que un ataque aéreo poderoso casi garantizaba la presencia en enero. Cada vez eran más valorados los corredores con buenas manos, convertidos en receptores desde el backfield.
Siempre pongo el mismo ejemplo. En 2002, solo llegaron a playoffs dos de los 13 equipos con mejores corredores en sus filas. Y no eran precisamente mancos, que en esa lista estaba Ricky Williams en su mejor momento, Tomlinson, Priest Holmes, Clinton Portis, Deuce McAllister, Tiki Barber, Jamal Lewis, Fred Taylor, Corey Dillon, Shaun Alexander… Cualquiera de ellos estaría hoy en día en el top 5 de corredores de la NFL. Lo sucedido en aquel 2002 (cuando aún no se habían empezado a aplicar las reglas favorecedoras del pase), se ha repetido casi como un reloj desde entonces. El ataque terrestre penaliza como si de un juego de ordenador se tratara.
Pero volvió a aparecer Coughlin para volver a derrotar a los Patriots. Y esta vez con su agresiva defensa perfeccionada. Era una formación con un grupo de linebackers muy limitado, y una secundaria irregular, pero en la que todo el edificio lo sostenían los cuatro hombres de la línea, capaces de asfixiar al quarterback rival sin la ayuda de blitzs. Durante los siguientes meses no se habló de otra cosa. Los Giants habían conseguido que el trabajo que habitualmente hacen siete jugadores fuera hecho por cuatro con eficacia. Eso permitía acumular en secundaria más jugadores que nunca. Es posible que el quarterback tuviera más tiempo que hasta entonces y que los receptores no pudiera ser tocados bajo la amenaza de penalizaciones costosísimas, pero una secundaria tan poblada simplemente cerraba todas las líneas de pase. Se había dado el primer paso para anular la ventaja que el reglamento le otorgaba al juego aéreo.
La consecuencia es que, pese a la victoria de los Ravens en 2012, las defensas 4-3 vuelven a estar de moda, los mejores defensive ends y defensive tackles universitarios tienden a copar las primeras posiciones del draft, la posición de linebacker exterior ha dejado de tener un titular claro en muchos equipos, porque se ha convertido en una demarcación para especialistas, en la que rotan nickel linebackers para defender el pase, tipos centrados en cerrar la carrera, y los clásicos blitzers tan demandados hasta hace muy poco, y que ahora aparecen en muchas menos jugadas. Mientras tanto, el viejo teorema de que en una secundaria no puede convivir la cobertura en zona y la individual ha quedado superado. Ahora vemos cómo los equipos, con secundarias de hasta siete jugadores, tienen a unos en zona y a otros cubriendo al hombre, con sistemas imaginativos que vuelven tarumba a algunos de los mejores quarterbacks de la historia. Tipos capaces de descifrar en un instante las defensas más complicadas parecen ahora niños de párvulos, desconcertados ante una hoja cuadriculada con redondeles y palotes.
Siempre he creído que las defensas tienen mucho más margen de evolución que los ataques. Fundamentalmente porque tienen muchas más posibilidades de hacer cosas diferentes con sus jugadores. De inventar cosas nuevas. Los ataques son esclavos de sus siete hombres en la línea de scrimmage, y su quarterback tras el center. En los últimos años hemos vivido una revolución con el uso intensivo de hasta dos tight ends como receptores, tras la llegada de una nueva raza de gigantes rápidos y con buenas manos, pero también hemos contemplado cómo Chip Kelly daba marcha atrás para triunfar. El entrenador de los Eagles llegaba a la NFL como un reinventor de sistemas ofensivos, un tipo capaz de sacarse de la manga formaciones imposibles, pero tras un primer mes de circo y fanfarrias poco fructíferas, supo triunfar apelando al abecé de un ataque mucho más clásico. 508 intentos de pase y 500 de carrera en toda la temporada. Juego balanceado al más puro estilo de los míticos ’90 con un ejemplo del típico corredor polifacético inventado en el siglo XXI marcando la diferencia.
Así que no. No creo que vayamos hacia una era de reinado defensivo en la NFL. Simplemente, creo que el monstruo se ha vuelto a reinventar para intentar corregir el exceso de pase. Los grandes corredores pueden volver a conquistar la tierra, aprovechando que las defensas se estén haciendo fuertes en las secundarias, y como consecuencia dejan más espacios en la línea. La receta clásica de la época dorada que vivimos en los ’90 amenaza con regresar: ataques bicéfalos con un quarterback y un corredor peligrosos por igual. Foles y McCoy, Rodgers y Lacy, Wilson y Lynch, Big Ben y Bell… El uno dos al mentón y al hígado.
Pero para que eso suceda, antes hará falta que vuelvan a aparecer quarterbacks y corredores tan buenos como había entonces. Que solucionar el problema con un QB que sirva para todo, con la fórmula mágica del dos en uno, sigue sin parecerme una idea con demasiado futuro.
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl