The Tower: la peligrosa adicci¨®n de la curiosidad mezclada con el azar

Una de las cualidades inherentes del videojuego es que nos abre las puertas a la exploraci¨®n desde la seguridad de nuestros hogares, permiti¨¦ndonos rascar nuestra vena curiosa sin necesidad de ponernos en peligro. Explorar una cueva o un edificio abandonado en la vida real puede ser peligroso, e incluso ilegal, pero hacerlo en el videojuego es un ejercicio m¨¢s seguro que resulta, con la adecuada sugesti¨®n, bastante gratificante. Independientemente de que el juego sea lineal o abierto, siempre queremos saber qu¨¦ hay m¨¢s all¨¢, qu¨¦ hay en el siguiente nivel. ?Qu¨¦ encontraremos en el castillo? ?encontraremos una princesa? No, Mario, pero a lo mejor est¨¢ en el siguiente, ve y compru¨¦balo.

The Tower juega un poco con esta pulsi¨®n de ver qu¨¦ hay m¨¢s all¨¢, pero lo encadena al azar, creando un ejercicio que deber¨ªa ser frustrante pero acaba siendo adictivo de la forma m¨¢s simple. Hay una torre, un cartel que reza ¡°La Torre¡± y unas escaleras, bloqueadas por una puerta. No hay nada m¨¢s. ?Qu¨¦ hacemos? pues subir, ?no? a ver qu¨¦ es lo que hay arriba. Es ah¨ª cuando la torre ense?a sus cartas: si quieres subir, tienen que tirar un dado de 100 caras y obtener un n¨²mero igual o superior a 1, es decir, un 100% de posibilidades de ¨¦xito, f¨¢cil. Bienvenido.

Ampliar

Stay a while. Stay forever

En el segundo piso nos reciben unas columnas y otra puerta que bloquea unas nuevas escaleras. Una nueva tirada: dos o mayor en un dado de 100. Muy f¨¢cil tambi¨¦n. Una misteriosa figura encapuchada se encuentra en el espacio detr¨¢s de la puerta, pero no dice nada, quiz¨¢s juzgando en silencio nuestra idiotez por habernos metido en este lugar por nuestro propio pie. S¨®lo nos queda seguir subiendo. Cada piso va subiendo el requerimiento de la tirada: para subir al 3, necesitaremos un tres o superior, para el 4, lo mismo pero con una tirada de 4 y as¨ª sucesivamente. La trampa es, que si la tirada es inferior a lo que requiere la puerta, las escaleras ir¨¢n haca abajo, en vez de haca arriba. Es f¨¢cil subir las primeras decenas de pisos de forma r¨¢pida, pero a mitad de la torre encontraremos que no es tan f¨¢cil progresar. Cada ¨¦xito en nuestro ascenso puede ir seguido de varias bajadas, dej¨¢ndonos una sensaci¨®n de haber sido enga?ados para caer en una trampa en donde la salida parece siempre un poco fuera de nuestro alcance.

Hay un cuento que habla de un rey que quer¨ªa recompensar a su mejor consejero con cualquier cosa que ¨¦l le pidiera y ¨¦ste s¨®lo le pidi¨® que le diera un grano de arroz, y que doblara la cantidad cada d¨ªa. El rey cumpli¨®, cuestionando internamente si su consejero hab¨ªa perdido el juicio ante lo insignificante de la petici¨®n. Al segundo d¨ªa se le entreg¨® dos granos de arroz, al siguiente cuatro, al siguiente ocho, al siguiente diecis¨¦is... pasados los d¨ªas, la cantidad de granos se ten¨ªan que servir en barriles y a los pocos d¨ªas en carros llenos, y luego caravanas. De seguir as¨ª, en unas semanas no habr¨ªa arroz en todo el reino para cumplir la petici¨®n del consejero. El rey, y nosotros, recib¨ªamos as¨ª una lecci¨®n de matem¨¢ticas, y un par de lecciones de vida: cuidado con lo que prometes, y cuidado con lo que parece en un principio f¨¢cil e insignificante.

Ampliar

Las apariencias enga?an

Pero, por supuesto, a pesar de todo, queremos seguir subiendo, queremos ver lo que hay en lo m¨¢s alto. Es nuestra naturaleza y es ah¨ª cuando la torre te hace suya. Cada piso es completamente distinto y sus habitantes son de los m¨¢s pintorescos. No tienen mucho que decir, pero el conjunto nos da una sensaci¨®n de lugar y prop¨®sito. Alguno est¨¢ intentando bajar y salir huyendo de ah¨ª (tampoco es nada f¨¢cil bajar por lo mismo que resulta complicado subir), otros buscan subir por un motivo u otro, muchos han decidido a quedarse en un piso concreto y pasar el resto de sus d¨ªas ah¨ª. La torre nos guarda paisajes pintorescos a cada subida: bien puede aparecer un bello parque con ¨¢rboles, una gran habitaci¨®n amueblada, una iglesia con vidrieras o un puesto de helados al lado de un peque?o lago. Cada piso es diferente y ver qu¨¦ hay en cada uno de ellos es parte del encanto.

The Tower ha sido desarrollado por la desarrolladores Tally y pancelor para la consola virtual Pico-8, una plataforma con unas especificaciones concretas de colores, resoluci¨®n y pixeles en pantalla que es el hogar de una f¨¦rtil comunidad de creadores (Celeste naci¨® ah¨ª, de hecho). El elemento visual nos recuerda inevitablemente a los tiempos del C64 y a los primeros Ultima, lo que tiene su encanto para los que somos nost¨¢lgicos, pero no es lo est¨¦tico lo que nos compele a seguir subiendo, sino la curiosidad de ver qu¨¦ hay al final del camino. Descubrimos este peque?o micromundo a trav¨¦s de una maravillosa columna de Christian Donlan en Eurogamer (que aconsejamos leer, aunque sea tirando del traductor de Google), en la que el autor hace una reflexi¨®n sobre c¨®mo vemos patrones en las tiradas de los dados cuando las envolvemos de un contexto desde nuestras propias percepciones, enlazando eso a nuestra relaci¨®n con los cada vez m¨¢s populares programas de conversaci¨®n con IA. Merece la pena la reflexi¨®n, y merece tambi¨¦n la pena explorar La Torre.

?Por qu¨¦ jugarlo?

The Tower puede ser jugado gratuitamente a trav¨¦s de Pico-8 (junto a cientos de otros t¨ªtulos), directamente v¨ªa Web o aqu¨ª mismo, si te atreves...