Cine
La directora de Barbie har芍 dos pel赤culas de Las Cr車nicas de Narnia para Netflix
M芍s de diez a?os despu谷s de la 迆ltima entrega (La traves赤a del Viajero del Alba), los libros de CS Lewis contar芍n con una nueva adaptaci車n.
Para los que no la conozca, Greta Gerwig es la cabeza pensante detr芍s de la direcci車n de pel赤culas como &Lady Bird* o &Mujercitas*, y es, tambi谷n, la directora de una de las pel赤culas m芍s esperadas de este verano, &Barbie*. La pel赤cula de la mu?eca mas famosa de Mattel llegar芍 a los cines este 20 de junio, pero Gerwig tiene ya otros proyectos para ocuparse en el futuro cercano.
Se tratar赤a de, como m赤nimo, dos nuevas pel赤culas inspiradas en &Las Cr車nicas de Narnia*, la heptalog赤a de libros de C.S. Lewis, tras la compra de los derechos por parte de Netflix en 2018. De esta forma, Gerwig trabajara mano a mano con Matthew Aldrich, guionista de pel赤culas como la emotiva Coco o Lightyear, y que se encargar芍 de supervisar las adaptaciones de la saga, sean pel赤culas o series. Se unen tambi谷n al proyecto Douglas Gresham y Vincent Sieber, productores de las dos primeras pel赤culas de la saga de Disney y Mark Gordon, productor de pel赤culas como &Salvar al soldado Ryan* o &Steve Jobs*.
De vuelta a Narnia
Las Cr車nicas de Narnia ser芍n la apuesta de Netflix para colarse en la pugna de la cuota fant芍stica qu谷 Prime Video y HBO llevan a cabo con &Los anillos del poder* y &La casa del drag車n*, respectivamente. El universo de Narnia tuvo su momento a mediados de la d谷cada pasada, cuando en 2005, Disney estren車 &El le車n, la bruja y el armario*. Sin embargo, los tiempos puede que no fuesen demasiado buenos, pues coincidi車 con la fiebre por &El se?or de los anillos*, que se extendi車 durante los tres primeros a?os de los 2000, por lo que las comparaciones estaban aseguradas.
Ahora, parece que Netflix, que ha esperado un tiempo para meterse con el proyecto, pretende darle un nuevo lavado de cara a la saga con el vistazo de Greta Gerwig. No solo se tratar赤a de pel赤culas, sino tambi谷n de series en acci車n real.
Fuente | The New Yorker