Historia de los videojuegos: Tennis for Two, ?el primer videojuego?

En 1958, el f¨ªsico americano William Higinbotham estaba pregunt¨¢ndose qu¨¦ pod¨ªa hacer para llamar la atenci¨®n del p¨²blico las jornadas de puertas abiertas del Laboratorio Nacional de Brookhaven. El laboratorio neoyorkino, que sigue funcionando en nuestros d¨ªas, fue originalmente un centro de investigaci¨®n at¨®mica y ahora pertenece al departamento de energ¨ªa de los Estados Unidos. Era normal que ciertos organismos estatales tuvieran jornadas de divulgaci¨®n de cara al p¨²blico para que familias, colegios y particulares pudieran familiarizarse con lo que estaban pagando con sus impuestos (y, con suerte, encender la llave de la vocaci¨®n en las j¨®venes mentes). Pero a William le preocupaba que su centro fuera demasiado ¨¢rido y aburrido para el visitante profano, as¨ª que se le ocurri¨® utilizar la tecnolog¨ªa de la que que dispon¨ªa para cosas ¡°serias¡± y demostrar una aplicaci¨®n m¨¢s amable de la misma.

Para ello se fij¨® en su avanzada Donner Model 30, una computadora ¡°port¨¢til¡± -port¨¢til aqu¨ª significa que se pod¨ªa mover razonablemente de un lado para otro , no como los ordenadores habituales de la ¨¦poca como el IBM 305, que ocupaba una pared grande de una habitaci¨®n-. Era un dispositivo de uso cient¨ªfico y entre sus capacidades estaba la posibilidad de calcular trayectorias de proyectiles bajo la influencia del aire, algo necesario para establecer una defensa antimisiles efectiva. As¨ª que se decidi¨® a realizar una demostraci¨®n de estas capacidades, pero en un contexto menos funesto que la guerra fr¨ªa y el fin del mundo por ataque nuclear. En dos horas realiz¨® un programa que simulaba la trayectoria de una bola sobre una red y durante tres semanas, junto al t¨¦cnico Robert V. Dvorak, adapt¨® dos mandos con una rueda y un bot¨®n, y lo conect¨® todo a un osciloscopio, bautiz¨¢ndolo como ¡°Computer Tennis, o tambi¨¦n ¡°Tennis for Two¡±.

Los dos jugadores controlaban con la rueda el ¨¢ngulo de bote de la pelota, u usaban el bot¨®n para ¡°golpear¡±, intentando que la pelota pasara por encima de la red. Fue un ¨¦xito espectacular, la gente montaba grandes colas para jugarlo. Higinbotham recordaba que ¡°a los adolescentes costaba despegarlos de ¨¦l¡±. Una vez que terminaron las jornadas, el juego fue desmantelado para devolver sus componenes a su usos m¨¢s serios, aunque el cient¨ªfico recuper¨® el experimento realizando una versi¨®n mejorada, con una pantalla m¨¢s grande y m¨¢s opciones en el a?o siguiente. Pero en ning¨²n momento se le ocurri¨® pensar que, a lo mejor, eso que hab¨ªa creado podr¨ªa tener inter¨¦s comercial.

Dado que el sistema era de quita y pon y, con una exposici¨®n limitada respecto a lo que podr¨ªa ser una feria internacional, esta pieza de historia pod¨ªa haber ca¨ªdo f¨¢cilmente en el olvido. Pero a todos los efectos era el primer ejemplo documentado de videojuego tal y como se entiende en la actualidad: despliegue por una pantalla e interactividad en tiempo real. Su recuperaci¨®n medi¨¢tica, sin embargo, no fue fruto de la investigaci¨®n o la curiosidad hist¨®rica. Cuando el videojuego realmente empez¨® como fen¨®meno comercial, a?os m¨¢s tarde, hubo una temprana demanda de Magnavox contra Atari y otros rivales, a los que acusaba de haber vulnerado su patente por los primeros videojuegos. Los abogados defensores encontraron la historia de Higinbotham, y consiguieron llevarlo a testificar al juicio para que hablara de Tennis for Two, con la intenci¨®n de invalidar la patente de Magnavox. No lo consiguieron, pero contribuyeron a poner al cient¨ªfico en el centro de la conversaci¨®n, y a que ocupara su papel como ¡°abuelo del videojuego¡± en la historia del miedo.

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A William, que falleci¨® en 1994 a los 84 a?os, no le preocupaba mucho pensar que podr¨ªa haberse adelantado una d¨¦cada al comienzo de videojuego como industria. El programa que hizo era una mera adaptaci¨®n de una capacidad que ya ten¨ªa la computadora, nunca consider¨® la posibilidad de patentarlo. Y aunque lo hubiera hecho, ten¨ªa claro que la patente hubiera pertenecido en todo caso al gobierno estadounidense. Nunca tuvo demasiado inter¨¦s por el medio, y aunque sus herederos no tuvieron reparos en contribuir a las distintas investigaciones que se organizaron en torno a su figura, tambi¨¦n dejaron claro que era imperativo mencionar que su padre preferir¨ªa ser recordado por el trabajo que hizo en su investigaci¨®n en la no la proliferaci¨®n de armas nucleares, el trabajo de su vida. Dicho queda.