Tales of Monkey Island 1: Launch of the Screaming Narwhal
- PlataformaPC7
- G¨¦neroAventura gr¨¢fica
- DesarrolladorTelltale Games
- Lanzamiento07/07/2009
En costas digitales
El episodio piloto de Tales of Monkey Island se convierte en una aventura correcta para el inicio del verano. Por desgracia, la pr¨¢ctica ausencia de momentos memorables hace que su pistoletazo de salida sea un tanto flojo.
Launch of the Screaming Narwhal empieza con un interesante y auto-par¨®dico in media res. El malvado pirata fantasma/zombie/demonio/loquesea LeChuck -ni ¨¦l mismo se aclara sobre su actual naturaleza- ha vuelto a raptar a Elaine, de modo que Guybrush Speetwood -o Crackwood o algo as¨ª- se ha embarcado en una aventura para encontrar las piezas de un artefacto vud¨² que le permita vencer al villano y rescatar una vez m¨¢s a su paciente esposa.
La escena deconstruye t¨®pico tras t¨®pico las memorables batallas finales de las anteriores entregas, donde Rickwood se enfrenta a LeChuck con un objeto ideado por la Dama del Vud¨²... hasta que dicho ¨ªtem es destruido gracias a su ineptitud y el jugador se ve obligado a crear un suced¨¢neo que no siempre funciona del todo bien. Evidentemente, en el pr¨®logo del episodio piloto de Tales of Monkey Island ocurre exactamente lo mismo -con un cameo vegetal a?adido- y el protagonista, su chica, y el villano acaban saltando por los aires
El inventario se encuentra oculto en la parte derecha de la pantalla y se extender¨¢ siempre que lo deseemos. En su interfaz encontraremos una lupa para inspeccionar los objetos m¨¢s a fondo y dos ranuras para combinarlos. Pese a que al principio arrastrar una y otra vez los ¨ªtems para fusionarlos puede parecer tedioso, esto no se convertir¨¢ en una deficiencia gracias a la l¨®gica de los puzles, evitando as¨ª que nos pasemos un buen rato probando diferentes posibilidades hasta hallar por casualidad con la soluci¨®n. Respiremos tranquilos, pues, al comprobar que no hay monos-llave en los alrededores.
El reciclaje se pasea por la isla sin ning¨²n descaro; sus habitantes son ligeras modificaciones de dos modelos de personaje. La falta de originalidad se acent¨²a todav¨ªa m¨¢s con el hecho de que ninguno de ellos es memorable, pues la mayor¨ªa cumplen el cometido demasiado explicito de entregarnos el objeto de turno y hacer el vago durante el resto del episodio. Tan s¨®lo un doctor salido de la burgues¨ªa francesa logra rezumar una pizca de carisma, mientras que el resto -incluyendo una cara conocida- abandonar¨¢n nuestras mentes al poco de superar la aventura.
Los puzles est¨¢n bien planteados, pero s¨®lo un par de ellos -como una r¨¢pida pero efectiva secuencia que transcurre en una silla- pueden equipararse a los grandes de las anteriores entregas. Incluso en ¨¦stos se utiliza la burda t¨¦cnica del copiar/pegar: en nuestras primeras andanzas por la isla conoceremos a un aficionado a las figuras de acci¨®n -una interesante idea que nunca llegar¨¢ a desarrollarse satisfactoriamente- que nos pedir¨¢ que interpretemos un mapa que le vendi¨® un extra?o hombre con camisa a rayas, quehablamuyr¨¢pido y que mueve las manos como si le fuese la vida; al cabo de un par de horas nos encontraremos con otro personaje que nos pedir¨¢ que interpretemos otro mapa de id¨¦ntica resoluci¨®n.
El apartado sonoro es digno de menci¨®n, pues regresa Michael Land, el compositor de la saga. Las nuevas versiones de piezas cl¨¢sicas -como el tema principal o el de LeChuck- son geniales, mientras que las ideadas para la ocasi¨®n no desentonan con la esencia de la serie. En el apartado de las voces, vuelve Dominic Armato para dar vida al c¨¢ndido Guybrush, todo un acierto que ofrece simpat¨ªa y nostalgia a partes iguales. Alexandra Boyd se reencuentra con Elaine Marley, y el resto de actores saben dar la talla; eso s¨ª: todo en ingl¨¦s.
A lo largo del an¨¢lisis hemos planteado una serie de problemas m¨¢s o menos graves que algunos jugadores sabr¨¢n perdonar debido a la naturaleza del juego que tienen entre manos. Lo realmente decepcionante no son las peque?as partes, sino la sensaci¨®n que ofrece su conjunto: tenemos a los personajes, el ambiente y el humor... pero al episodio le falta algo para ser realmente un Monkey Island. Los secundarios son meras premisas sin desarrollar, los puzles se suceden uno tras otro sin menciones especiales y la isla en s¨ª no tiene el encanto de la caribe?a M¨ºl¨¦e o la romanticista Scabb.
Bueno
Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podr¨ªan haberlo llevado a cotas m¨¢s altas. C¨®mpralo sin miedo.