Drums Rock
An¨¢lisis
Drums Rock, an¨¢lisis. Heredero de Rock Band, alternativa a Beat Saber y sorpresa para PS VR2
Nos convertimos en bateristas gracias a PlayStation VR2 y Drums Rock, uno de los juegos musicales m¨¢s divertidos y satisfactorios de la realidad virtual.
Si la tipograf¨ªa del logo de Drums Rock no te recuerda a la de Guitar Hero, lo sentimos por ti. Eso significa que no viviste la fiebre de los juegos musicales que desat¨® Harmonix a principios de los a?os 2000. Significa que no atormentaste a tus padres durante horas, d¨ªas, ?meses! para que te compraran la guitarra de pl¨¢stico de turno; que no eras el plasta que se pasaba las fiestas en casa de alguien intentando que desconectaran los micros del SingStar e hicieran hueco a la bater¨ªa del Rock Band; y por supuesto, que no te pasaste horas en las estaciones de prueba de las grandes cadenas de tiendas probando el lanzamiento de turno. Escuchabas canciones sobre cerrar bares, pero lo que t¨² chapabas era el Carrefour, El Corte Ingl¨¦s, el GAME. S¨ª, hubo algo m¨¢gico en aquella burbuja, pero tambi¨¦n insostenible. Sony lleg¨® a sacar 36 SingStar en apenas una d¨¦cada y Harmonix cobij¨® cerca de 20 proyectos. As¨ª que como toda burbuja, explot¨® y dej¨® a los fans del g¨¦nero hu¨¦rfanos y nost¨¢lgicos.
Por eso quiz¨¢s no sea el buque insignia del cat¨¢logo de lanzamiento de PlayStation VR2, y seguramente no tenga el nombre y prestigio de Resident Evil 8 y Gran Turismo 7, ambos con su respectivo modo para las nuevas gafas de realidad virtual de Sony. Pero a¨²n as¨ª, Drums Rock era uno de los juegos a los que m¨¢s ganas ten¨ªamos de cuantos han arropado al dispositivo en sus primeros d¨ªas. Porque nuestro corazoncito siempre ha latido al ritmo de la m¨²sica y porque nunca nos quejaremos si alguien nos invita a volver a aquellos tiempos, a descolgar la chupa de cuero del armario, subir el volumen de los altavoces y hacer el cabra. Menos todav¨ªa si la invitaci¨®n proviene de un estudio de la casa, de Barcelona (al que pudimos conocer y entrevistar hace unas semanas) y si encima esta vez el concierto ya no exigen cachivaches de por medio.
Si por el contrario s¨ª que ves el parecido en el logo, en Drums Rock te sentir¨¢s como en casa. Su premisa te sonar¨¢ familiar. Es el ¡®?rase una vez¡¯ de los juegos musicales, su particular ¡®En un lugar de La Mancha¡¯. Al ajustarnos el casco se materializar¨¢n ante nosotros dos platos, tres tambores y una caja. No tenemos bombo y pedal, es una pena, pero los ¡®true¡¯ m¨¢s relamidos siempre pueden seguir marcando ellos los ritmos con el pie. A nuestro alrededor nada futurista ni tecnol¨®gico, el averno de Doom m¨¢s que la Tron City de Beat Saber. Y de pronto, varios murci¨¦lagos de colores (?cacodemonios?) se nos acercan con ¨¢nimo belicoso. Echas las manos a la espalda, como si portaras un carcaj invisible como el de L¨¦golas, coges un par de baquetas y te relames. Los demonios ir¨¢n cayendo uno tras otro al golpear la parte de la bater¨ªa de su mismo color en el momento exacto. Y como dice cierto eslogan famoso, cuando uno de ellos hace pop, ya no hay stop.
Drums Rock es directo, inmediato, intuitivo. Permite jugar sentado y ponerse a emular a Joey Jordison, John Bonham y suced¨¢neos en cuesti¨®n de minutos, sin grandes ajustes ni calibraciones. Cualquier sabe qu¨¦ hacer sin necesidad de directrices. Pero que esto no os lleve a enga?o, pues tambi¨¦n cuenta con una curva de dificultad y progresi¨®n de lo m¨¢s satisfactoria. Al principio dedicaremos la mano izquierda al platillo y los tambores de ese lado y la derecha a los del otro. Con el correr de las horas estaremos haciendo golpes al mismo tiempo, usando ambas mu?ecas para todas las partes de la bater¨ªa, gir¨¢ndonos de aqu¨ª para all¨¢ y despu¨¦s para acull¨¢, realizando grooves, toques sutiles a gran velocidad y movimientos especiales (cerrar los ojos, lanzar las baquetas al aire y recogerlas, etc). Nadie va a salir convertido en baterista, pero todo el mundo saldr¨¢ con una sonrisa en la cara y ganas de m¨¢s.
El grueso de Drums Rock es una campa?a de alrededor de 5 horas (con 4 biomas distintos y sus propios jefes finales) en la que deberemos ir ganando estrellas en cada prueba (hay tres por nivel) para ir desbloqueando las siguientes. A veces basta con completar una canci¨®n sin que los cacodemonios se nos lleven por delante, pero otras habr¨¢ que realizar determinados combos y movimientos, o cumplir requisitos extra (no perder cierta cantidad de vida, por ejemplo). Su gracia es la de los juegos de antes, desbloquearlo todo y picarnos con los dem¨¢s.
Hay fases especiales (en las que, por ejemplo, tendremos que usar guantes de boxeo en vez de baquetas, golpeando los tambores a pu?etazos), marcadores en l¨ªnea con los que batirnos el cobre con el resto del mundo (disponibles para canci¨®n, todas ellas con varias dificultades) y una tienda de la que salir con instrumentos personalizados. ?Podr¨ªa haber alg¨²n contenido m¨¢s? S¨ª, alg¨²n modo diferente, m¨¢s imaginativo y experimental, pero nos damos por satisfechos.
Con su apartado gr¨¢fico ocurre similar. Simp¨¢tico, cartoon y de lo m¨¢s colorido, a lo mejor podr¨ªa haber llegado acompa?ado de m¨¢s escenarios, enemigos y variaciones, pero de lo presente no podemos quejarnos. Cumple su labor de no distraernos y de mostrar con claridad qu¨¦ debemos hacer y cu¨¢ndo. Y Whiplash ya nos demostr¨® que para un baterista la clave es la concentraci¨®n.
Y llegamos a la playlist de Drums Rock, el aspecto m¨¢s importante del juego. Porque caretas fuera, la lista de canciones es la caracter¨ªstica que termina elevando (o hundiendo) a cualquier propuesta musical. En esta ocasi¨®n contamos con algo m¨¢s de 25 canciones, pero a la hora de la verdad, 16 de ellas son melod¨ªas originales creadas por el propio estudio, por Garage51. Famosas, famosas, de las que nos evocan flashbacks de conciertos, manos cornutas y cuellos movi¨¦ndose, apenas encontramos las siguientes (y como veremos m¨¢s adelante, con asterisco).
?A qu¨¦ nos referimos con lo del asterisco? A que la mayor¨ªa de ellas son covers y no las canciones originales. Resultan perfectamente reconocibles, pero algo en ellas termina rechinando, no suena como record¨¢bamos y como nos gustar¨ªa. Hay que entender los costes de esta clase de licencias, inasumibles para un estudio peque?ito como es Garage 51, y vale la pena recordar casos como el de Fuser, uno de los ¨²ltimos juegos de Harmonix, que se la jug¨® a comprar muchas, luego no logr¨® la suficiente base de usuarios y ha muerto a los dos a?os (se lanz¨® a finales de 2020 y fue descatalogado en diciembre del a?o pasado). Tambi¨¦n apreciamos el esfuerzo realizado con la m¨²sica original, que no est¨¢ mal y trata de imitar a muchos grupos y estilos (?hasta de videojuegos!) que nos hubiera gustado ver en la playlist.
Con todo, a¨²n teniendo en cuenta lo expuesto, la selecci¨®n se antoja corta, para qu¨¦ mentir. Anhelamos demasiados nombres y los incluidos nos dejan un sabor agridulce, no tanto por cu¨¢les son, sino por c¨®mo suenan.
Al margen de la lista de canciones, nuestra ¨²nica pega son los fallos de detecci¨®n. Admitiendo que algunos podr¨ªan haberse debido a nuestra pericia, la frecuencia de los mismos hace imposible aceptar todos los cargos, se?or¨ªa. En torno a una o dos veces por canci¨®n, nuestro personaje golpeaba donde no deb¨ªa, llegaba tarde o directamente no lo hac¨ªa. Tampoco nada exagerado ni cargante, pero es cierto que en un juego musical la precisi¨®n es importante y en las dificultades m¨¢s altas es un tema que puede llegar a cabrear.
En cualquier caso, insistimos, no es nada alarmante y la experiencia con Drums Rock resulta francamente placentera. En general funciona tan bien que hasta se permite varias delicatesen, como invitarnos a lanzar las baquetas al aire y a recogerlas al vuelo antes de que caigan, impregn¨¢ndolas de ese modo de energ¨ªa el¨¦ctrica para el siguiente golpe y multiplicando as¨ª nuestro combo. El juego incluso hace uso del eye tracking, nuestra caracter¨ªstica favorita de PlayStation VR 2. ?C¨®mo? Pues detectando si cerramos los ojos y tocamos por intuici¨®n, alarde s¨®lo para expertos que dispara nuestra valoraci¨®n final.
Conclusi¨®n
Drums Rock es uno de esos juegos perfectos para estrenar, no ya PlayStation VR2, sino cualquier dispositivo de realidad virtual. Los compatriotas de Garage 51 nos transportan a la ¨¦poca dorada de Harmonix y los juegos musicales con una propuesta que hereda la f¨®rmula Rock Band, pero sin cachivaches de por medio. Divertido, intuitivo y con una curva de dificultad y progresi¨®n de lo m¨¢s satisfactoria, el resultado es notable y apenas se le pueden achacar algunos fallos de detecci¨®n espor¨¢dicos y lo reducido y controvertido de su playlist (con pocas licencias y en su mayor¨ªa covers). Descolgad a chupa del armario, estirad el cuello y alzad esos cuernos, la ocasi¨®n lo merece.
Lo mejor
- Accesible, desafiante y adictivo.
- Los marcadores online y los niveles y movimientos especiales.
Lo peor
- La playlist se antoja corta y agridulce. Pocas licencias y la mayor¨ªa son covers.
- Fallos de detecci¨®n espor¨¢dicos que pueden ser letales en las dificultades m¨¢s altas.
Bueno
Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podr¨ªan haberlo llevado a cotas m¨¢s altas. C¨®mpralo sin miedo.