Cine
El Cine en vivo, una de las locuras de ¡®Megal¨®polis¡¯ solo podr¨¢n disfrutarla unos pocos espectadores
¡®Megal¨®polis¡¯, la desmedida despedida del cine del genio Francis Ford Coppola, sorprende a¨²n m¨¢s a los espectadores que han podido verla en Cannes.

Las cr¨ªticas en Cannes a ¡®Megal¨®polis¡¯, posiblemente la despedida del Cine de Francis Ford Coppola, uno de sus mayores genios, son tan excesivas como parece ser la propia pel¨ªcula. As¨ª, echando un r¨¢pido vistazo en redes, encontramos lo siguiente. Ag¨¢rrense, que vienen curvas: chanante, pasional, disparate, megabatacazo, impresionante, chiflada, megainflada, brillante, megaaburrida, desternillante, hiperb¨®lica, pomposa, cargante, excesiva, fallida, feista, pretenciosa, descontrolada, autoindulgente, grotesca, delirante, ut¨®pica, desastre, desastre, desastre...
Y es que, aunque se dan tanto buenas comos malas cr¨ªticas, parece que van pesando bastante m¨¢s las segundas que las primeras. Aqu¨ª no tenemos la suerte de haberla visto todav¨ªa pero, por lo que ya sabemos, no nos parece una obra que deba, o pueda, ser descrita en palabras todav¨ªa con la calentura del visionado reciente. Parece algo lo suficientemente complejo como para exigir cierto reposo a la hora de juzgarla.

La sorpresa en Cannes que no se ver¨¢ en muchos m¨¢s cines
Creemos tambi¨¦n, no somos unos ingenuos, que ¡®Megal¨®polis¡¯ se adscribe a un tipo de obra que no resulta desconocida. Y es que ya hemos visto a genios dando rienda suelta a proyectos imposibles y pocas veces triunfar en el intento. No a nivel de p¨²blico, algo harto dif¨ªcil dado el tipo de propuesta (absolutamente personal, obstusa y experimental), ni siquiera de cr¨ªtica, que ya sabemos que lleva mucho en horas bajas, nos referimos al resultado de la obra en s¨ª. Terry Gilliam tuvo su ¡®Megal¨®polis¡¯, o I?¨¢rritu, ambos proyectos complicados que en gran parte son dificiles de sostener. No contamos aqu¨ª a Fellini o Bergman porque sus pel¨ªculas de este tipo correspondieron a otros motivos muy diferentes de los habituales, y sirvieron de obra maestra bisagra en mitad de una carrera todav¨ªa con mucho que decir (¡¯Fellini 8 1/2¡ä o ¡®Persona¡¯, en este caso).
Tal vez la obra m¨¢s audaz en este sentido, esa en la que el autor se da m¨¢s que nunca y con intenci¨®n de despedida, la tengamos en la absolutamente ¨²nica e imprenetrable ¡®Inland Empire¡¯ de David Lynch. El caso de Coppola es diferente. De El Padrino a Apocalypse Now, en sus incios ya alcanz¨® la inmortalidad encadenando obras maestras. En los 80 a¨²n es reivindiclable, pero incapaz de competir contra s¨ª mismo. Despu¨¦s, tras la magn¨ªfica Dr¨¢cula, llega lo inane para, en los ¨²ltimos tiempos, mostrar un cine donde ya ha sido devorado por su propia intelectualidad.
Cabe decir por ¨²ltimo que el titular de esta noticia, aunque la mar de interesante, era un mero Macguffin para soltarles todo lo aqu¨ª expuesto, pero que aun as¨ª no vamos a dejarles con las ganas. En su proyecci¨®n en Cannes se ha dado algo que, por su propia naturaleza, es imposible de replicar en el resto de lugares cuando empiece su (dificultosa) distribuci¨®n comercial.
Y es que, en un momento dado y para (a¨²n m¨¢s) desconcierto del respetable, la pel¨ªcula se interrumpe y entra un personaje en la sala que se encara con el potagonista. Brillante, casi como de teatro del absurdo, o como un videojuego si pudi¨¦ramos realizar dicha acci¨®n con la pel¨ªcula una vez llegue al mercado dom¨¦stico. Una prueba m¨¢s del riesgo, de la portentosa personalidad, de la experimentaci¨®n sin l¨ªmite de un se?or al que hoy muchos denostan y al que se le deben algunas de las m¨¢s grandes obras que ha dado el S¨¦ptimo Arte. Respeto.
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