El rugby ingl¨¦s y las lecciones del desastre ante Francia
La derrota ante Francia, la m¨¢s abultada en 113 a?os de partidos internacionales en Twickenham, agrava los interrogantes en torno al rugby ingl¨¦s.
¡®God save the kings¡¯. ¡®Dios salve a los reyes¡¯, titulaba el domingo con sorna, en referencia a la letra del himno ingl¨¦s, L¡¯Equipe, el diario deportivo de referencia en Francia. Se ufanaba as¨ª de la severa derrota infligida por su selecci¨®n el d¨ªa anterior a Inglaterra en la cuarta jornada del Seis Naciones. La peor en 113 a?os de partidos internacionales en Twickenham, cuyas gradas, en una imagen muy poco habitual, si no in¨¦dita, empezaron a despoblarse antes del final del encuentro entre (t¨ªmidos) silbidos.
No fueron solo los guarismos, sobre todo fue la perenne sensaci¨®n de dominio franc¨¦s y de incapacidad local, de estar viendo un David contra Goliat, una comparativa en la que Inglaterra nunca puede ser David. En lo moral, porque all¨ª se invent¨® el juego, y en lo econ¨®mico, porque es uno de los pa¨ªses que m¨¢s recursos destina a este deporte y porque organiza una de las ligas m¨¢s potentes del mundo. Como en el caso de Gales, este ya no es solo un problema de qui¨¦n juega en la selecci¨®n y qui¨¦n entrena a la selecci¨®n, asuntos que por s¨ª solos dan para extenso debate. La coyuntura es m¨¢s profunda que eso. Es una problem¨¢tica estructural que empieza en la base y termina arrojando sus consecuencias m¨¢s visibles en el gran escaparate, que es por supuesto el XV de la Rosa.
Inglaterra ha estado viviendo un tiempo por encima de sus posibilidades para intentar competir con el Top-14 franc¨¦s y su capacidad de seducci¨®n en lo pecuniario y en lo deportivo. Cuando han venido mal dadas, pandemia mediante, la porquer¨ªa ha aflorado. Este a?o han quebrado dos clubes de la Premiership: Worcester, un hist¨®rico de clase media, y Wasps, un mastodonte, seis veces campe¨®n nacional y dos de Europa. Sendas implosiones han suscitado dudas en cuanto al modelo de la competici¨®n y una investigaci¨®n por parte del comit¨¦ parlamentario encargado de los asuntos deportivos. La conclusi¨®n m¨¢s palmaria a la que se lleg¨® fue que el liderazgo en el rugby ingl¨¦s es ahora mismo ¡°inerte¡±.
De la c¨²spide a la base de la pir¨¢mide, donde tambi¨¦n hay cuestiones que atajar. Seg¨²n Statista, en 2016 jugaban al rugby en Inglaterra al menos dos veces por semana cerca de 260.000 personas. En 2021, el ¨²ltimo a?o con datos, eran cerca de 134.000. Se ha producido una fuga en direcci¨®n a otras disciplinas crecientes en popularidad como el running o el ciclismo, alimentada por estudios recientes como el de la Universidad de Glasgow, que demuestran que el rugby de ¨¦lite genera un riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas por encima de la media. Por mucho que el reglamento se haya endurecido en los contactos por encima de los hombros y los placajes temerarios, ?cu¨¢nta gente apuntar¨ªa a su hijo a un deporte a sabiendas de que puede estar duplicando las probabilidades de que padezca Alzheimer o Parkinson? No hay mucho que la RFU pueda hacer ah¨ª salvo concienciar y seguir las directrices que marque World Rugby al respecto, cierto es. El rugby es as¨ª, un deporte de contacto, y las lesiones son un factor inherente a la actividad f¨ªsica.
De vuelta a la cima, emerge otro interrogante. Si es pertinente o no que, en medio del caos, con unas cuentas que solo la venta de un porcentaje del Seis Naciones a CVC (el cheque ingl¨¦s por la operaci¨®n asciende a 102 millones de euros) ha salvado de los n¨²meros rojos, Bill Sweeney, el patr¨®n federativo, se embolsara en 2022 668.000 libras (cerca de 750.000 euros). Lo cierto es que parece peccata minuta en esta crisis. M¨¢s relevante que sus emolumentos, a efectos de la situaci¨®n actual, es la decisi¨®n de despedir a Eddie Jones en diciembre y dar paso a Steve Borthwick al frente de la Rosa a menos de un a?o del Mundial.
Y es que cuando desv¨ªas la atenci¨®n del centro de la cuesti¨®n a la periferia, y resulta que pasado un tiempo los problemas persisten, ya no puedes esconderte detr¨¢s de nadie. Es dif¨ªcil encontrarle sentido al cese de un entrenador que acumul¨® un 73% de victorias, tres t¨ªtulos en el Seis Naciones (con Grand Slam el de 2016) y una final mundialista, sobre todo si el motivo es una crisis de resultados, en aras de acometer probaturas para el pr¨®ximo Mundial, que s¨ª se toler¨® en 2021, cuando qued¨® quinta en el Seis Naciones.
Si no funciona el mandato de Steve Borthwick, que hasta 2020 particip¨® de los ¨¦xitos de Jones como su entrenador de delanteros y el a?o pasado hizo campe¨®n de la Premiership a Leicester, en su primera experiencia como preparador jefe, su cuota de culpa ser¨¢ reducida, por mucho que se haya disparado en el pie de cara a la opini¨®n p¨²blica con decisiones como la de sentar a Farrell. En primer lugar, porque el hombre id¨®neo para el puesto era su anterior inquilino. Borthwick simplemente no deber¨ªa estar ah¨ª, al menos en este momento. Y en segundo, y m¨¢s importante, porque la Inglaterra que hemos visto en el Seis Naciones es solo la punta del iceberg que est¨¢ perforando el casco del rugby ingl¨¦s, si nadie lo remedia pronto quiz¨¢ un nuevo Titanic.