El tabaco en el deporte: de patrocinador a enemigo
La relaci¨®n entre los deportistas profesionales y esta droga ha cambiado radicalmente en los ¨²ltimos 50 a?os, sin llegar a su erradicaci¨®n.
No hace tanto que el tabaco era un comensal m¨¢s en las mesas de los restaurantes, alumno en las aulas de las universidades, pasatiempo en aviones y autobuses. Una presencia transversal que alcanzaba incluso a las consultas de ambulatorios y hospitales. Tampoco era ajeno a esta droga, ni mucho menos, el mundo del deporte.
Durante muchos a?os, lejos de ser visto como un producto perjudicial para el rendimiento deportivo, se lleg¨® a considerar un potenciador, especialmente variedades como el rap¨¦, aspirado, o el de mascar. Clubes y organismos internacionales, v¨¦ase el COI o la FIFA, abrazaban el dinero de las tabaqueras y luc¨ªan sin pudor sus logotipos en equipaciones, vallas publicitarias o marcadores. Ver la Serie A en televisi¨®n implicaba toparse recurrentemente con im¨¢genes de Carlo Ancelotti o Zdenek Zeman fumando en el banquillo, y sintonizar el golf aumentaba exponencialmente las opciones de encontrarse a Miguel ?ngel Jim¨¦nez o John Daly encendiendo un habano.
Una estrategia de marketing
No hay que ser un lince, aunque seguramente en su momento alg¨²n creativo de publicidad fuera aplaudido por la idea, para ver potencial en la uni¨®n de tabaco y deporte desde la perspectiva de la industria tabaquera. Asociar su producto a equipos y atletas varios significaba asociarlo a salud, a un cuerpo esculpido y una vida plena.
La relaci¨®n entre ambos mundos viene de lejos, de finales del siglo XIX, cuando varias marcas empezaron a comercializar junto a los paquetes tarjetas coleccionables de futbolistas. Por entonces en Estados Unidos ya estaba extendida la pr¨¢ctica, all¨ª asociada al b¨¦isbol, el deporte preferido de los fabricantes al otro lado del Pac¨ªfico. Poco tiempo despu¨¦s de la fundaci¨®n en 1876 de la National Baseball League, una de las dos ligas que hoy en d¨ªa conforman la MLB, era habitual ver carteles de Bull Durham, por entonces un gigante del tabaco de mascar, en las fachadas de los estadios.
Cigarrillos en vez de dulces
El comienzo del siglo XX fue una nueva ofensiva de las tabaqueras, un intento por reforzar la asociaci¨®n mental entre su producto y un estilo de vida saludable. Con una novedad conceptual: fumar hace m¨¢s hombres a los hombres. ¡°Para mantener una buena figura, fuma Lucky en vez de comer dulces¡±, dec¨ªa un anuncio de Lucky Strike. Alguna marca de tabaco de mascar advert¨ªa de que su uso ¡°puede generar la necesidad de actuar como un hombre¡±.
Entre los a?os 20 y los 40 cada equipo de la MLB estaba patrocinado por una marca distinta, y jugadores de la talla de Babe Ruth, Lou Gehrig o Joe DiMaggio prestaban su imagen para anuncios, como uno de Camel que tambi¨¦n inclu¨ªa al c¨¦lebre golfista Gene Sarazen afirmando: ¡°Jugando tanto como lo hago, tengo que mantenerme en forma. Por eso fumo Camel. Sus cigarrillos son tan suaves que jam¨¢s me dejan sin aire ni alteran mis nervios¡±.
El v¨ªnculo con el b¨¦isbol se hizo tan estrecho que, seg¨²n un estudio de Toby M¨¹ndel recogido en la web de los Institutos Nacionales de salud de Estados Unidos (puede consultarse aqu¨ª), para 2003, cuando la tendencia, tanto a nivel regulatorio como social, era claramente ya ir expulsando poco a poco esta droga del mundo del deporte, un 36% de los jugadores de la MLB afirmaban seguir usando a¨²n tabaco de mascar.
El mito del rendimiento
El uso durante mucho tiempo generalizado de tabaco de mascar en el b¨¦isbol est¨¢ asociado a la antes mencionada noci¨®n de que favorec¨ªa aspectos de su rendimiento como la concentraci¨®n. Una creencia que desmiente el trabajo de M¨¹ndel, que recopila una serie de estudios sobre la materia focalizados en ¨¢reas concretas.
De los tres centrados en el an¨¢lisis de la fuerza muscular, apunta, uno no encuentra relaci¨®n alguna, otro muestra un efecto ergog¨¦nico (esto es, aumento del tejido muscular y su tasa de producci¨®n de energ¨ªa) y otro, uno ergol¨ªtico (lo contrario a ergog¨¦nico). En cuanto a la capacidad de resistencia m¨¢xima, de cinco solo uno demostr¨® un efecto ergog¨¦nico de la nicotina. De cuatro enfocados al ejercicio de alta intensidad, solo uno asoci¨® efectos positivos al consumo de tabaco. Y en los 10 recogidos sobre rendimiento f¨ªsico en general, 12 de los 16 tests realizados arrojaron ausencia de efectos, dos un efecto ergog¨¦nico y otros dos uno ergol¨ªtico. En este caso intuici¨®n y realidad van de la mano.
Los ¨²ltimos a?os de esplendor
El ¨²ltimo tercio del siglo XX fue el ¨²ltimo periodo de esplendor de las tabaqueras. Espoleadas por el boom publicitario que acompa?a a la recuperaci¨®n econ¨®mica tras la Segunda Guerra Mundial, se adentraron en escaparates muy potentes. El lector recordar¨¢ a RJ Reynolds como patrocinador principal del Mundial de f¨²tbol que acogi¨® Espa?a en 1982, y quien viera los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno de 1980 seguramente se dar¨ªa cuenta de que estaban esponsorizados por U.S. Tobacco Company. Los aficionados al mundo del motor no habr¨¢n olvidado los tiempos no muy lejanos en los que era habitual ver motos de competici¨®n serigrafiadas con el logotipo de Lucky Strike, o el casi monopolio de Rothmans en la publicidad del Mundial de Resistencia en los a?os 80, o los monoplazas de Marlboro.
Cuando la legislaci¨®n se les empez¨® a poner en contra, una tendencia que se endurecer¨ªa especialmente entre los 90 y la primera d¨¦cada de este siglo, cuando la mayor¨ªa de pa¨ªses del mundo empezaron a aprobar normas contra el consumo y la publicidad de esta droga, encontraron resquicios y vac¨ªos legales por los que colarse. Por ejemplo en los Juegos de Atlanta 1996, cuando ya estaba prohibida la publicidad de tabaco en este evento. Philip Morris se asegur¨® de tener un papel protagonista durante la cita ol¨ªmpica colocando ocho habit¨¢culos cerrados de cristal para fumadores en el aeropuerto de la ciudad.
Y es que estas compa?¨ªas nunca han escatimado en recursos para promocionarse. Seg¨²n la Comisi¨®n Federal de Comercio de Estados Unidos, solo en 1999 la industria invirti¨® en publicidad la friolera de 8.240 millones de d¨®lares. Para 2003 la cifra hab¨ªa alcanzado los 15.120 millones, 36 al d¨ªa, techo hist¨®rico. A partir de ah¨ª los n¨²meros ir¨ªan hacia abajo.
El ocaso del siglo XXI
Aunque ya se produjeron intentos poco convincentes tan pronto como en 1964, cuando en Estados Unidos se aprob¨® el C¨®digo de Publicidad del Tabaco, que prohib¨ªa que los deportistas participaran directamente en anuncios y fue poco efectivo, el verdadero ocaso de la relaci¨®n entre tabaco y deporte se produjo en la primera d¨¦cada de los 2000. Los ¨²ltimos juegos que contaron con una tabaquera entre sus patrocinadores fueron los de 1984, y para el Mundial de Sud¨¢frica en 2010 la FIFA introdujo por primera vez una pol¨ªtica de instalaciones libres de humo. Fue el mismo periodo en el que la mayor¨ªa de pa¨ªses desarrollados empezaron a desterrar este producto de los espacios p¨²blicos. A la vez, varias figuras importantes de la industria deportiva empezaron a hacer campa?a contra el h¨¢bito de fumar. Entre ellos la estrella del b¨¦isbol Sammy Sosa, el skater Tony Hawk o el jugador de baloncesto Alonzo Mourning.
La actualidad: una presencia residual
Hoy en d¨ªa los nexos entre tabaco y deporte se circunscriben a un pu?ado de deportistas que no ocultan su h¨¢bito. Y esto est¨¢ tan normalizado que un deportista de ¨¦lite fumando se convierte casi instant¨¢neamente en un fen¨®meno viral, como lo fue recientemente la golfista inglesa Charley Hull tras ser grabada firmando aut¨®grafos con un cigarrillo en la boca.
Por supuesto la prohibici¨®n de fumar est¨¢ pr¨¢cticamente generalizada en todos los recintos deportivos y en todas las competiciones de renombre que se disputan en espacios cerrados (el golf, por ejemplo, es m¨¢s tolerante en este aspecto, y presenta curiosidades como la pol¨ªtica del Masters de Augusta, que solo permite fumar puros, aunque en la pr¨¢ctica los cigarrillos no se persiguen). En el deporte rey, el f¨²tbol, la t¨®nica general es no permitir el consumo de tabaco en los estadios, si acaso reservar algunos sectores para fumadores. Como es el caso del Atl¨¦tico, que no obstante planea liberar de humos el Metropolitano al completo en un futuro pr¨®ximo.
Es curiosa en este contexto la reciente querencia de algunos futbolistas, con especial recorrido en la Premier League, por el snus, un producto similar al tabaco de mascar, que consiste en unos paquetitos que se colocan entre enc¨ªa y labio y van liberando poco a poco su carga de nicotina, mayor que la de los cigarros. Los jugadores, entre ellos Jamie Vardy, Victor Lindel?f o Emil Krafth, los emplean como estimulante legal (aunque su venta dentro de la Uni¨®n Europea solo est¨¢ permitida en Suecia, gran productor, que no puede exportarlo), pero algunos han empezado a reconocer p¨²blicamente su adicci¨®n. Preocupada, la Asociaci¨®n de Futbolistas Profesionales de Inglaterra ya investiga el asunto y ofrece a sus miembros talleres de concienciaci¨®n sobre los efectos de esta variedad, que adem¨¢s de los riesgos habituales da?a y ennegrece las enc¨ªas con m¨¢s rapidez que el tabaco fumado. Un esfuerzo por erradicar este peque?o revival que recuerda a tiempos en los que el tabaco, lejos de enemigo del deporte, fue uno de sus mejores amigos.
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