Tulu y Meyer, la victoria de ?frica en un abrazo que perdura 30 a?os
Las exatletas et¨ªope y sudafricana, protagonistas de uno de los instantes m¨¢s ic¨®nicos de los Juegos del 92, se reencuentran en Barcelona: ¡°Nunca imaginamos el impacto que tendr¨ªa¡±.
El contorno de ?frica dorado brilla en la camiseta de Elana Meyer. Derartu Tulu luce un ch¨¢ndal de Etiop¨ªa como lista para echar a correr. Como aquel 7 de agosto de 1992, y en el mismo escenario, el Estadi Ol¨ªmpic de Montju?c, donde ambas se reencuentran con las mismas sonrisas, id¨¦nticas ganas de enviar al mundo su mensaje de paz, de orgullo africano, de antirracismo, que cuando su vuelta de honor tras los diez mil metros se convirti¨® en uno de los instantes m¨¢s ic¨®nicos no ya de Barcelona-92, sino acaso de la historia de los Juegos Ol¨ªmpicos.
¡°Nunca imaginamos el impacto que tendr¨ªan no las 25 vueltas que corrimos durante la prueba, sino sobre todo la n¨²mero 26. Fue inesperado¡±, reflexiona Meyer, de raza blanca, representante de una Sud¨¢frica que acababa de superar un veto de tres d¨¦cadas como consecuencia del apartheid, el cual se hab¨ªa suprimido solo cuatro meses antes de los Juegos mediante un refer¨¦ndum. Tras cruzar la meta en segunda posici¨®n, adjudicada la plata, corri¨® a por la et¨ªope Tulu, quien se acababa de adjudicar el primer oro de todos los tiempos para una atleta africana negra.
De su abrazo contra el racismo y como celebraci¨®n de ?frica, apunta Tulu que ¡°fue un momento felic¨ªsimo. Aquello tuvo un impacto en las posteriores generaciones. La vuelta de honor fue la m¨¢s significativa de todas. No estaba planeado como una victoria de ?frica, pero lo fue, por toda una demostraci¨®n de amistad¡±, a?ade la et¨ªope. Y eso que no se conoc¨ªan previamente. Y que ni siquiera se entend¨ªan, porque Tulu no habla ingl¨¦s. ¡°Con las sonrisas nos comunicamos mejor que con las palabras¡±, explica, en un acto conjunto en el Museu Ol¨ªmpic i de l¡¯Esport.
Y ah¨ª, en ese rinc¨®n de la monta?a de Montju?c, reposar¨¢ de ahora en adelante la bandera que luci¨® Meyer en aquella hist¨®rica vuelta de honor, con los aros ol¨ªmpicos y los incipientes colores de la nueva ense?a sudafricana. Ella misma, acompa?ada por su marido y sus dos hijos, de 15 y 12 a?os, ha decidido donarla personalmente por sorpresa.
¡°Como dijo Mandela, el deporte tiene el poder de cambiar el mundo¡±, proclama orgullosa la actual CEO de Endurocad, una academia que brinda oportunidades a j¨®venes atletas sudafricanos, y que conoci¨® a ¡®Madiba¡¯ d¨ªas antes de su plata, cuando ¨¦ste apenas llevaba dos a?os y medio liberado del infierno de Robben Island, antes de que fuera presidente del pa¨ªs y a tres a?os vista del Mundial de rugby de los Springgoks.
¡°Mandela visit¨® la villa ol¨ªmpica y nos dio toda su inspiraci¨®n. El equipo no estaba demasiado bien preparado. Sentimos toda su energ¨ªa. Tras los Juegos, tuve la oportunidad de coincidir con ¨¦l muchas veces. Era un excepcional ser humano¡±, rese?a, mientas asiente Tulu, quien a sus 50 a?os preside la federaci¨®n et¨ªope de atletismo. Como el abrazo de Jesse Owens y Lutz Long en Berl¨ªn-36, el de Elartu Tulu y Elana Meyer perdurar¨¢ en el tiempo. Y m¨¢s si cada 30 a?os vuelven a reencontrarse para mandar al mundo su potente mensaje.