La ¡®Dama de Hierro¡¯ y Stafford resucitan a los Detroit Lions
El cambio de actitud radical del quarterback, y un golpe en la mesa de la propietaria, han esfumado en tiempo r¨¦cord la fama ca¨®tica de la franquicia de Detroit.
Nadie pod¨ªa imaginar en 9 de marzo de 2014 que el fallecimiento de William Clay Ford Sr, propietario de los Detroit Lions, iba a suponer la resurrecci¨®n del equipo gracias a su viuda. Do?a Matha Firestone Ford, una dama con genealog¨ªa ba?ada en gasolina, decidi¨® remangarse, poner la franquicia patas arriba, cortar por lo sano todos los problemas de un vestuario eternamente incendiado, contratar a Bob Quinn, un manager general que gan¨® su prestigio en New England, y mantener a Jim Caldwell como entrenador principal, casi como si fuera la ¨²ltima voluntad de su difunto marido.
El cambio fue radical. Con William Clay Ford como propietario, los Lions llegaron a playoffs diez veces en 52 a?os. Con Martha Firestone lo han hecho en dos de tres temporadas. Y eso que por el camino perdieron a Calvin Johnson ¡®Megatron¡¯ y dejaron marchar a Ndamukong Suh, las grandes banderas de la franquicia tanto en defensa como en ataque.
Un entrenador con prefil bajo
En estos tres a?os ha quedado claro que la franquicia necesitaba frenar en seco y adoptar un perfil bajo con el que reinventarse. Por eso, Jim Caldwell les ha venido como anillo al dedo. Vale, es un tipo sopor¨ªfero y no especialmente brillante, pero se toma la vida con mucha calma, todo a su alrededor es una balsa de aceite, no hay constancia documentada de que alguna vez haya levantado la voz y no toma nunca decisiones temerarias.
Pero por encima de cualquier otra consideraci¨®n, la resurrecci¨®n de los Lions viene ligada a la maduraci¨®n tard¨ªa de Matthew Stafford.
Por fin, les presentamos a Matthew Stafford
Stafford solo tiene 29 a?os y un talento casi infinito. El potencial para ser Hall of Fame y gran estrella en la NFL. Sin embargo, durante muchos a?os fue una especie de Blake Bortles, que inflaba todas sus estad¨ªsticas en los ¨²ltimos cuartos de partidos que su equipo ya ten¨ªa perdidos. Al contrario que Bortles, que sigue despertando dudas, Stafford generaba desesperaci¨®n. El potencial le rezumaba por cada poro en cada pase, cada lectura, cada snap y mirada, pero acababa desperdiciado en jugadas intrascendentes. Como si le molestara jugar. Como si no le importara.
Salvando las distancias, era un caso similar al de Jay Cutler, otro quarterback con todo el talento del mundo, pero esclavo de sus obsesiones. Por poner un ejemplo del camino que llevaba Stafford en sus inicios, cuando un periodista le pregunt¨® sobre su trabajo en pretemporada, respondi¨® que ¨¦l no necesitaba mejorar su mec¨¢nica. Mitos como Peyton Manning o Tom Brady contratan a entrenadores espec¨ªficos cada a?o durante la offseason para mejorar esa mec¨¢nica cuyo trabajo era visto por Stafford como innecesario en sus primeros a?os.
Pero al contrato de lo sucedido con Cutler, que salvo que alguien le recupere a ¨²ltima hora parece haber dado al traste con su carrera anticipadamente, Stafford ha dado un alto de madurez sorprendente en los ¨²ltimos tiempos. Sobre todo en el ¨²ltimo a?o. El mismo jugador desencantado, casi ab¨²lico, que pensaba m¨¢s en sus estad¨ªsticas que en la victoria, ha sufrido una especie de epifan¨ªa que le ha convertido en un hombre nuevo.
No son n¨²meros, es actitud
Los n¨²meros del Matthew Stafford del ¨²ltimo a?o no se diferencian demasiado de los de a?os anteriores. Incluso son peores. Y eso demuestra que las estad¨ªsticas deben ser miradas siempre con recelo. Lo que de verdad ha cambiado es el cuidado del bal¨®n, el mimo con el que lo arrulla y, por fin, la b¨²squeda del pase m¨¢s da?ino y no el del m¨¢s f¨¢cil. La ambici¨®n por ganar y la fe en s¨ª mismo. Stafford ahora se ha dado cuenta de que de verdad es un grande. Hasta ahora solo era un mantra que se repet¨ªa mientras languidec¨ªa aburrido. Ya es una certeza. Y esa seguridad le ha hecho ganar varios cent¨ªmetros de altura, mucho empaque y presencia y cientos de escalofr¨ªos en respeto de sus rivales. Ahora, todos sabemos que puede suceder algo grande cuando Stafford se sit¨²a tras el center.
Algunos achacan su evoluci¨®n a la retirada de Megatron, que le ten¨ªa abrumado bajo su sombra. Yo no lo creo. El cambio es mucho m¨¢s ¨ªntimo. De esos que en las pel¨ªculas se justifican con un viaje al Nepal envuelto en letan¨ªas de mantras. Por lo que sea, nadie lo ha sabido explicar, Stafford ha decidido, por fin, ocupar el puesto que se merece en la NFL de la segunda d¨¦cada del siglo, y con una d¨¦cada por delante para obrar milagro cuando ya tiene grabadas las arrugas de un veterano de guerra.
Peligro por aire, pero no por tierra
Y por eso, como lleva sucediendo varios a?os en los Packers, los Lions son peligrosos, y casi aspirantes a todo, gracias a su quarterback, a una gran l¨ªnea ofensiva que deber¨ªa seguir siendo grande y en unos receptores que siempre aparecen cuando hace falta. En la l¨ªnea ofensiva, la marcha de Warford y Reiff ha sido mejorada con la llegada de T.J. Lang y Ricky Wagner, como mejores adquisiciones en una agencia libre muy movida para ellos, pero en la que, quitando esos refuerzos de la l¨ªnea ofensiva, han encontrado m¨¢s m¨²sculo y fondo de armario que talento.
Con Golden Tate y Marvin Jones como receptores estrella, y Eric Ebron aportando por fin lo que se esperaba de ¨¦l a pesar de alg¨²n drop de m¨¢s, Stafford tiene a su disposici¨®n calidad de sobra para provocar tormentas perfectas. Y solo falta saber si el backfield puede resucitar si Ameer Abdullah recupera la salud y las sensaciones, aunque no les vendr¨ªa nada mal encontrar por fin el runningback de poder que llevan tantos a?os buscando, y rozando con la punta de los dedos, aunque al final ninguno consigue alcanzar las expectativas.
Una defensa que rinde por encima de su talento
En defensa hay un nombre que lo explica todo: Teryl Austin, su coordinador ofensivo, se habr¨ªa hecho rico como buscador de oro. Donde los dem¨¢s solo ven lodo ¨¦l encuentra pepitas. L¨ªnea por l¨ªnea parece nefasta, casi urgentemente mejorable. Con una presi¨®n miserable al quarterback rival, poca enjundia para frenar el juego terrestre rival y no demasiado talento. Sin embargo, toda ella hace su trabajo con solvencia pese a los infinitos agujeros. Si quieren dar un salto de calidad, y que la ¡®Dama de hierro¡¯ obtenga su primer t¨ªtulo divisional como propietaria, Ziki Ansha debe volver a conseguir los 14 sacks de hace dos a?os, ahora que tiene al otro lado a Kerry Hyder, con el que puede construir una pinza letal. Y sabiendo que Ngata nunca ha sido el sustituto de Suh, y que los fichajes de Akeem Spence y Jordan Hill son poco m¨¢s que maquillaje, tienen que encontrar en el draft un tackle defensivo que de verdad provoque el p¨¢nico a las huestes rivales¡ y alg¨²n linebacker que haga algo m¨¢s que intentar sobrevivir, ahora que han dejado marchar a DeAndre Levy, masacrado por las lesiones.
Porque, de hecho, la secundaria solo necesita un par de retoques para que Darius Slay y Nevin Lawson dejen de echar de menos a un tercer hombre, que podr¨ªa ser D.J.Hayden si Teryl Austin consigue encontrar el motivo por el que fue elegido en primera ronda en 2013. Mientras Quin y Wilson defienden el fuerte con solvencia desde los safeties.
A veces, los Lions pueden parecer un equipo ins¨ªpido. Es lo que tiene ser entrenado por Jim Caldwell. Pero Martha, ¡®La Dama de Hierro¡¯, est¨¢ poniendo a sus 91 a?os el alma que necesita la franquicia. Y Stafford, en su resurrecci¨®n, le convierte en un equipo serio, incluso brillante, que ser¨¢ muy dif¨ªcil de superar en 2017. Ahora solo falta que en el draft reconstruyan su grupo de linebackers, encuentren un tackle defensivo de futuro y, si suena la flauta con una ronda baja, un running back que, por fin, de algo de miedo a los rivales.