Un misil premia a Bellingham

Fue un partido sensacional, de los que van y vienen, jugado en un volc¨¢n, con dos equipos que fueron al grano, quiz¨¢ porque la fase de grupos a estas alturas siempre brinda una redenci¨®n, y que acab¨® ganando el Madrid gracias a la bota explosiva de Valverde. Su derechazo imparable determin¨® la suerte del partido. Un desastre natural para el N¨¢poles que premi¨® dos genialidades de Bellingham, al que le van las llegadas en alto y no deja pasar ni las bonificaciones. Rob¨®, asisti¨® y marc¨®, para resumir que es futbolista para todo el campo y para todas las competiciones.

La plantilla del Madrid presenta una deformidad evidente: demasiados centrocampistas excelentes, varios defensas bajo sospecha y ning¨²n goleador de cuna. En ese desequilibrio asumido cae como un guante Camavinga, porque resuelve dos problemas: le da a Ancelotti un lateral mejor que los que figuran en n¨®mina y le ahorra un descarte en el centro del campo. El problema que no resuelve Camavinga es el de Modric. Casi todos los finales de las grandes figuras, y estamos ante una del tama?o del Bernab¨¦u, envoltura de plata incluida, son producto de un desajuste horario: el entrenador cree que le ha llegado la hora, o al menos le ronda, y el aludido est¨¢ convencido de que a¨²n le sobra tiempo. Pero ese tiempo se lo ha recortado Bellingham, ca¨ªdo del cielo. El caso es que el croata enlaz¨® en N¨¢poles su tercer partido consecutivo en el banquillo con el agravante de una sustituci¨®n en el descanso de un derbi perdido, pero cuando entr¨®, sac¨® al Madrid del apuro. No esperen bandera blanca de un jugador as¨ª.

En realidad, Modric parece no encajarle a Ancelotti en ese redise?o inaugurado en Girona, con Bellingham en el papel de agente triple: cuarto centrocampista (vencido a la izquierda) para defender lo que nunca defender¨¢ Vinicius, falso nueve para atacar, equipo de operaciones especiales siempre. As¨ª repiti¨® en N¨¢poles ante un adversario menos caliente que el p¨²blico. El Maradona, San Paolo en el viejo testamento, no es una pieza separada de la ciudad: N¨¢poles y el N¨¢poles exageran las emociones del mismo modo. El equipo es otra cosa. Defiende en bloque bajo y tiene m¨¢s propensi¨®n a correr que a mandar.

El error de Kepa

Tambi¨¦n le asust¨® la estupenda salida del Madrid, superior por abajo y por arriba. Rodrygo, al que Ancelotti mand¨® al rinc¨®n de pensar, pero no al de penar, sali¨® disparado en una contra y remat¨® a las manos de Meret. Sigue sembrando mucho para no recoger casi nada. La porter¨ªa le confunde y le deprime. A esa primera acometida siguieron una volea de Bellingham bien dirigida pero desviada por Olivera y un cabezazo alto de Tchouameni, que empieza a despertar.

Todo caminaba en la direcci¨®n correcta hasta que Kepa qued¨® muy desairado en su primera intervenci¨®n de riesgo. Kvaratskhelia, una ardilla que deja atr¨¢s a cualquiera antes de pronunciar la mitad de su apellido, sac¨® un c¨®rner con cierto efecto, el meta le dio un bofet¨®n al aire, Natan cabece¨® a su espalda al larguero y el rechace lo mand¨® a la red el otro central, Ostigard, tambi¨¦n de cabeza. Quedaban confirmados los peores pron¨®sticos sobre el manejo del juego a¨¦reo de Kepa.

El Maradona entr¨® en erupci¨®n, tambi¨¦n el equipo de Rudi Garc¨ªa, que mand¨® otros cuantos balones por arriba esperando acobardar a Kepa. Y con el Madrid a punto de cocerse en la caldera levant¨® la mano Bellingham, esa aparici¨®n celestial. Di Lorenzo pretendi¨® sacar un bal¨®n hacia el centro del campo, lo adivin¨® el ingl¨¦s, disfrazado de mediocentro de quite y con la zaga italiana ya en pa?os menores, le sirvi¨® el gol a Vinicius que, qui¨¦n lo dir¨ªa, estuvo mejor en la definici¨®n de lo que estaba siendo en el juego. El ingl¨¦s repiti¨® siete minutos despu¨¦s, esta vez sin precisar de nadie. Zigzague¨® en tres cuartos de campo busc¨¢ndose un t¨²nel hacia el ¨¢rea, le tir¨® medio ca?o a Ostigard y marc¨® con el oficio de un nueve. Un gol producto de una superioridad insultante sobre el que se ponga por delante. El octavo del a?o y de muchos. Antes del descanso Kepa pidi¨® perd¨®n sacando un cabezazo de Osimhen bajo los palos, el terreno que mejor domina.

Un remate nuclear

El partido volvi¨® a girar con un penalti de VAR por mano de Nacho tras un rebote en el pie cuando interceptaba un centro. Hace diez a?os hubiera estado muy dentro de la ley. Ahora, seg¨²n los d¨ªas. En esto, el f¨²tbol camina hacia el absurdo. Zielinski transform¨® la pena. De pronto, la mano buena la ten¨ªa el N¨¢poles. Kvaratskhelia estrell¨® un disparo en el lateral de la red, Zielinski otro en los guantes de Kepa.

El Madrid se vio aculado en su ¨¢rea en uno de esos momentos de angustia que a menudo trae la Champions. Luego entr¨® Modric y el N¨¢poles ya no pareci¨® tan feroz, aunque Osimhen sigui¨® parti¨¦ndose la cara con R¨¹diger, torres gemelas. Pasado el trago, el Madrid fue dando pasitos (a Bellingham se le march¨® un gol, hecho ins¨®lito) hasta que Valverde solt¨® la bomba: un misil desde m¨¢s de veinte metros a la velocidad de la luz que golpe¨® el larguero y se fue la red tras pegar caprichosamente en el cogote suicida de Meret. Esa energ¨ªa at¨®mica con el que el Madrid deshace muchos nudos le pone en la pista buena de la primera plaza, que siempre conviene en este mar de tiburones.