Una isla en fiesta
Los grancanarios se lanzaron a las calles para celebrar el s¨¦ptimo ascenso a Primera Divisi¨®n
Para los amarillos el d¨ªa del ascenso iba de comitivas. Antes del partido arrancaba una que un¨ªa a pie los dos feudos de la U. D. Las Palmas, el hist¨®rico Estadio Insular y el Estadio de Gran Canaria. Una cabalgata de unos cinco kil¨®metros que en su camino iba agregando granitos de arena hasta llegar al barrio de Siete Palmas en forma de duna para recibir a los jugadores.
Tras el partido, arrancaba el segundo de los desfiles del d¨ªa: el de la celebraci¨®n. Desde el Estadio de Gran Canaria part¨ªa una carroza en lo que parec¨ªa una reedici¨®n futbolera de la gran cabalgata del carnaval, en la que en vez de disfraces, se exig¨ªa etiqueta amarilla.
El cortejo part¨ªa desde el c¨¦sped hasta el centro neur¨¢lgico de la fiesta, la Plaza de Espa?a, que en noches como la del s¨¢bado realiza un rebranding a Plaza de la Victoria. All¨ª aguardaba una plataforma que rodeaba el Monumento a las actividades primitivas canarias del escultor Luis Montull con Los Gofiones amenizando la espera.
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La guagua avanzaba con gozosa lentitud debido a la inundaci¨®n de aficionados, especialmente en el ¨²ltimo tramo, el que recorre la Avenida Jos¨¦ Mesa y L¨®pez hasta llegar a la Plaza de la Victoria. Los primeros acordes de Ay mi Gran Canaria empezaban a desatar la emoci¨®n. Justo despu¨¦s, el himno de la U. D. retumbaba, ya estaban ah¨ª.
Uno a uno fueron bajando de la guagua los protagonistas del a?o para entrar en la pasarela de los honores. Uno a uno los aficionados coreaban sus nombres para rendirles el tributo agradeciendo tanta gloria regalada. La Plaza se rompi¨® tres veces. La primera con Kirian. El emblema de la temporada. La segunda, cuando salt¨® el capit¨¢n, Jonathan Viera, el alma del equipo y la tercera con Garc¨ªa Pimienta, el hombre que trajo la ambici¨®n. Los h¨¦roes acababan de llegar al Valhalla y Las Palmas entera estaba en el cielo.
