Y Cabrera de portero
De la frustraci¨®n pas¨® el Espanyol al ¨¦xtasis con el gol de Joselu. Y de una segunda mitad colosal al 1-3 del Madrid, con un desenlace tan cruel como genuinamente perico.
Darder y el Madrid, lo que une al espanyolismo. Tibia, por no decir desangelada, fue la llegada del autocar del Espanyol al RCDE Stadium, a una hora y media para el partido, y acompasada ¨²nicamente por un centenar de hinchas. Nada que ver con un ambiente de partido grande, ni que decir de derbi. Puso su empe?o el ¡®speaker¡¯ al dejar para el final el nombre de Darder en el anuncio de la alineaci¨®n, para propiciar as¨ª con ¨¦xito una estruendosa ovaci¨®n. Queda claro que, en tiempos de zozobra, pol¨¦micas, ilusiones fugaces e ¨ªdolos de quita y pon, como lo parece ahora Ra¨²l de Tom¨¢s, lo que une y vertebra al Espanyol es su reci¨¦n renovado canterano. Y otra cosa: el adversario com¨²n. El Real Madrid no representa para el perico lo que el Barcelona, pero cada vez se le asemeja m¨¢s. Al menos durante esos 90 minutos que duran los partidos. ¡°As¨ª, as¨ª, as¨ª gana el Madrid¡± se lleg¨® a cantar en el a?adido, ya con el 1-3.
Delatados. Porque, algunos en la zona visitante y much¨ªsimos m¨¢s emboscados por todo el campo, los aficionados madridistas se delatan en momentos puntuales, como cuando aparecen sus porteros para calentar o, irremediablemente, en los goles de su equipo. Y no puede ser m¨¢s sonora la pitada del resto del estadio en esos instantes en los que, frente al rival com¨²n, el espanyolismo es todo uno. El ¨²nico minuto en que todo se paraliza, y no existen rivalidades, es en ese sagrado 21¡ä que una vez m¨¢s eriza la piel de todas cuantas personas aplauden al un¨ªsono en el RCDE Stadium, en memoria del eterno Dani Jarque.
Y se los echaron. Err¨®neo es explicar el f¨²tbol desde la testiculina, igual que esperar que la fe conceda victorias. Pero algo de eso tuvo el guion blanquiazul ante el Madrid. Entre Tchouam¨¦ni y Vinicius J¨²nior, la pesadilla de ?scar Gil, superaron en el primer tiro a puerta del partido a un Espanyol vapuleado durante toda la primera parte por los de Ancelotti. ¡°Equipo, ¨¦chale h¡¡±, se cantaba ya a la media hora de encuentro desde la Grada Canito, inconformista ante la prematura entrega de armas.
Joselu y ese instante m¨¢gico. As¨ª fue c¨®mo de la absoluta frustraci¨®n se pas¨® a la locura, que eso es el f¨²tbol, al borde del descanso. Fue casi un sinsentido que el Espanyol empatara, con un gol todo empuje, rabia y coraje de Joselu. Enchufando de golpe a Cornell¨¤ como llevaba tiempo sin verse, poniendo como una moto a Diego Mart¨ªnez, enfurru?ando a su cu?ado Carvajal, a quien anim¨® hace apenas tres meses en Par¨ªs, en la consecuci¨®n de la Decimocuarta. Un gol de ese equipo que, cuando se lo proponen, conforman los jugadores, entrenador y aficionados del Espanyol. Sucede poco, pero ese instante en que todo se alinea es m¨¢gico.
Ese desenlace 100% perico. Si ?scar Gil pudo sobrellevar su trabajo extra en la banda gracias a su asistencia a Joselu, si Diego Mart¨ªnez sale tan intacto de lo que podr¨ªa haber sido un descalabro como exhausto tras sus inagotables se?as desde el banquillo, si las agujetas atenazar¨¢n este lunes a los futbolistas tras un esfuerzo sobrehumano, no sirvi¨® el Espanyol-Real Madrid sin embargo para desterrar ese cruel destino que persigue al Espanyol como a los mayores h¨¦roes rom¨¢nticos. La derrota, tras un segundo tiempo rozando lo colosal, no pudo resultar m¨¢s cruel. Con un gol casi con el tiempo cumplido. Con un penalti inenarrable, y con Cabrera teniendo que meterse de portero (igual que hace dos cursos, en El Sadar) por la expulsi¨®n del cuestionad¨ªsimo Lecomte. Y el doloros¨ªsimo 1-3.
¡®Chen, insert yens or game over¡¯. Y todo ello, con Chen Yansheng en el palco por primera vez en los dos ¨²ltimos a?os y medio. Seguramente convencido, tras una pandemia de por medio, de que el f¨²tbol y sus aleda?os ambientales se viven en el estadio y no a trav¨¦s de una pantalla, por lujosa que esta sea. Y cabr¨¢ ver si tan consciente de que el dinero se debe depositar en el c¨¦sped para que los sue?os no queden solo en una noche de verano. Una pancarta en el Gol de Cornell¨¤ se lo recordaba, como el Pepito Grillo que atormenta por las madrugadas: ¡°Chen, Insert Yens or Game Over¡±. Y, aunque equivocaba la moneda, ese mensaje, igual que la ovaci¨®n a Darder, tal como los silbidos al madridismo, seguro que une a todo el espanyolismo.