Un Griezmann de Benedetti a los Buend¨ªa
El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a d¨®nde va. Y no hab¨ªan pasado ni cuarenta segundos cuando el chico del pelo rosa saludaba al Camp Nou con un giro sutil de tobillo. El sol de las cuatro ca¨ªa vertical sobre la pelota d¨¢ndole un aire acerado, como de bala, aunque de la bota de Grizi saliera suave como una caricia. Plin. Regresaba por primera vez como si fuese un Buend¨ªa para hacer sentir a Ter Stegen frente al pelot¨®n de fusilamiento. El estadio entero estaba callado y sombr¨ªo, como una inmensa tumba cuando, plaf, la madera escup¨ªa el bal¨®n. Cuarenta segundos y el Bar?a-Atleti pod¨ªa ya leerse en el d¨ªa de Sant Jordi entre frases de Zaf¨®n, Garc¨ªa M¨¢rquez, Sender o Saint-Exup¨¦ry.
Nada enga?a m¨¢s que los recuerdos. Y el de Griezmann en Barcelona nada tiene que ver con el Griezmann que es en el Atl¨¦tico, donde lleva al f¨²tbol ese poema de Benedetti: usted sabe que puede contar conmigo, no hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo. Pero el franc¨¦s se topar¨ªa otra vez con Ter Stegen antes de un descanso que lleg¨® con gol del Bar?a. Las cosas pod¨ªan haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron as¨ª, que escribi¨® Delibes. Y en la segunda parte hubo ocasiones, muchas, casis, muchos, pero no m¨¢s goles. Y cuando el ¨¢rbitro pit¨® el final en los pu?os cerrados, triunfales, de Araujo, pod¨ªa leerse esa frase de Chbosky, en su golpe casi definitivo a LaLiga: Y, en ese momento, juro que ¨¦ramos infinitos. Los cul¨¦s.