Ancelotti: el Tintoretto del liderazgo neomoderno
El liderazgo de Carlo Ancelotti no debe encorsetarse dentro del postulado de la ¨¦pica heroica de los westerns de John Ford, en el sentido de aquel que aparenta ser un hombre tranquilo ante situaciones de vida o muerte.
El liderazgo de Carlo Ancelotti no debe encorsetarse dentro del postulado de la ¨¦pica heroica de los westerns de John Ford, en el sentido de aquel que aparenta ser un hombre tranquilo ante situaciones de vida o muerte. Su reconocido quiet leadership va m¨¢s all¨¢. Su emblema (s¨ªmbolo de su legado) tendr¨ªa que acoger el espacio tridimensional que maneja un hermen¨¦utico de las din¨¢micas del cambio frente al miedo. Sin lugar a duda, Ancelotti es un astuto gestor del miedo a perder y del irrefrenable deseo de ganar. Su modo de ser entrenador coincide con el proceso del pintor veneciano del Renacimiento al que m¨¢s admiro, el maestro Jacopo Tintoretto (1518-1594). Ambos comparten la misma ambig¨¹edad y precisi¨®n a la hora de conjugar el ¨¦xtasis con la angustia, los dos polos de la condici¨®n humana. El hilo que les une no es simple ni lineal, sino que es un ovillo de afinidades que se van entrecruzando, complement¨¢ndose unas veces y anul¨¢ndose otras, para crear una bella trama m¨ªtica que al final del cuento nos aproxima a lo que he calificado como liderazgo neomoderno.
Familiarizarse con la dificultad. Todo m¨¦rito es un esfuerzo
¡°La luz entra por las grietas¡± poetizaba Leonard Cohen para expresar como de los errores, las contradicciones y los miedos siempre van a desprenderse oportunidades de crecimiento con las que llegar a comprender mejor el funcionamiento de las cosas. Lo mismo sucede con el enigma de la vida, con la complejidad psicol¨®gica de las personas para que cooperen sin dobleces y, claro est¨¢, con discernir la esencia del f¨²tbol.
Las diferencias existenciales vienen marcadas por la voluntad y el temperamento. Ambos son rasgos determinantes del liderazgo con el que cada cual se mueve por el mundo. De manera que podr¨ªamos generalizar entre una clase de individuos audaces e inconformistas, que se atreven a tomar como v¨ªa de aprendizaje los aludidos recovecos, tan grises y cortantes que brillan ¨²nicamente cuando sobrevienen las adversidades, y la de aquellos que se afanan tanto en salvar lo que tienen que terminan en la paralizaci¨®n absoluta, inhibiendo sus impulsos y aferr¨¢ndose a lo primero que tienen a mano cuando la tormenta arrecia.
Para reconocer a una u otra tipolog¨ªa en la realidad cotidiana nos bastar¨ªa con observar, por ejemplo, si, cuando a uno las cosas se le ponen mal, el pensamiento le dirige a que ceda al est¨ªmulo de que la depresi¨®n puede ser el final o la respuesta al problema, como si tras caer en ella, por el simple hecho de reconocer que se est¨¢ bajo sus efectos, se fuera a abrir la jaula que le aprisiona. Pero nunca sucede porque tal cosa no es ni suficiente ni real. Por contra, cuando una persona adquiere como principio existencial que la negaci¨®n de la depresi¨®n es lo que impulsa a cualquier sujeto a desviarse del catastrofismo para, acto seguido, habituarse a la condici¨®n que es propia del optimista, se estar¨ªa preparado para tomar conciencia de que a la mente humana no hay nada que le guste m¨¢s que mantenerse llena de fantas¨ªas, sin importar que nublen el buen juicio y, por extensi¨®n, que lo usual consista en que la calma, como t¨¦cnica para influir y tener impacto en el entorno, sea despreciada por decreto, asemej¨¢ndola a un jarabe agrio y funcionalmente obsoleto a pesar de haber demostrado que siempre cura los efectos destructivos provocados por la precipitaci¨®n y la arrogancia. En efecto, poseer la conciencia de qui¨¦n es cada uno, de lo que te hace vulnerable y falible, es la mayor certeza a la que se puede aspirar.
Carlo, el entrenador, no fue el hijo de un tintorero de telas de Venecia, como fue el caso de Jacopo, sino de un agricultor de Reggiolo, cerca de Parma, llamado Giuseppe. Sin embargo, el azar les emparenta por el n¨²cleo de sus afinidades. El pintor de los puntos de vista contorsionados y de los ejes zigzagueantes, hubiera tenido una hoja de ruta clara y sencilla para su vida de no ser por su obsesi¨®n por dibujar como Miguel ?ngel. De no tener esa inquietud vital, una de las que no se pueden fabricar en ning¨²n tubo de ensayo ni delinear por los sistemas avanzados de inteligencia artificial, se hubiera circunscrito a heredar la destreza de micer Battista, su padre, a la hora de te?ir con pericia todo tipo de tejidos con colores importados de Oriente por la flota de la Rep¨²blica, pero su destino le deparaba una empresa colosal, la que ¨¦l deseaba en sus sue?os diurnos y por la que luchar¨ªa toda su vida con tanta fuerza como capacidad para alimentarse de los rechazos que suelen recibir aquellos valientes que empiezan en una profesi¨®n elitista sin tener ni padrinos ni la estela de un saga familiar que te abra las puertas. Por ello, Tintoretto tuvo que ganarse el pan clandestinamente, copiando y vendiendo falsificaciones de obras de Pordenone, Salviati, Veronese y Tiziano, el gigante de su ¨¦poca. Luego, lograr¨ªa entrar como aprendiz en el taller de este ¨²ltimo, pero no por mucho tiempo porque su deseo de superarle era algo insoportable para el Conde (como apodaron sus contemp¨¦ranos a Tiziano), puesto que este jam¨¢s acept¨® ni que una hoja le hiciera sombra. As¨ª que Jacopo aprendi¨® observando a cierta distancia de los grandes maestros, con la disciplina y el br¨ªo que aporta el deseo plebeyo del que necesita destacar y hacerse alabar, pero desde la humildad del que sabe que nada ser¨ªa si los que le precedieron no hubieran estado ah¨ª para inspirarle, am¨¢ndolo y odi¨¢ndolo a partes iguales.
Ancelotti, obra y milagros
Por su lado, el pragm¨¢tico y elegante centrocampista en el que se convirti¨® Ancelotti jugando primero en el Parma y en el Mil¨¢n despu¨¦s, logr¨® que definitivamente quedase culminado el sue?o de su estirpe, la del populusque: un chico del campo que llega a ser un campe¨®n de Europa, primero como jugador y m¨¢s tarde como l¨ªder de vestuarios, tomando como referentes a Arrigo Sacchi, Fabio Capello y Marcello Lippi, pero nunca para mimetizarse con ellos, sino que los vivi¨® y estudi¨® para superarlos a su manera. As¨ª, la hoja de ruta de Carlo tambi¨¦n se convirti¨® en un r¨ªo desbocado que iba alcanzando cimas que aumentaban de altitud sin que nadie hubiera profetizado a lo que estaba predestinado. Sucedi¨® con Tintoretto que no logr¨® la dignitas que le corresponde a un creador universal hasta que cumpli¨® los 57 a?os, cuando La Scuola Grande de San Rocco le contrat¨® para que pintara cada palmo de pared y techo de sus majestuosas estancias. M¨¢s tarde, con 65, le vendr¨ªa el encargo de Felipe II para dejar una versi¨®n de La Natividad en El Escorial, y al fin, con 70 a?os, le lleg¨® el encargo definitivo con El Para¨ªso, que quedar¨ªa como testigo de la eternidad en la Sala Mayor del Consejo del Palacio Ducal de Venecia, una pintura colosal en dimensiones y energ¨ªa libidinal. No ha sido muy distinto el devenir de Ancelotti, con 65 a?os, treinta de ellos como entrenador y cinco Champions ganadas, pues no ha sido hasta su trayectoria en esta ¨²ltima d¨¦cada y bajo la bandera del Real Madrid que se le est¨¢ otorgando el reconocimiento que merece como uno de los mejores entrenadores de la historia.
Carlo tambi¨¦n se refleja en Jacopo en lo que se refiere a que nunca ha perdido de vista sus ra¨ªces. Humildad deriva del lat¨ªn humilitas, que a su vez deriva de humus, tierra. Como el te¨®logo Anselm Gr¨¹n se?ala, la humildad no es otra cosa que mantenerse fiel a la condici¨®n terrenal de la que uno procede o, dicho con otras palabras, estar siempre con los pies en el suelo. De su origen campesino podemos elucidar que la familia Ancelotti creci¨® al sol de la sabidur¨ªa popular del que trabaja la tierra y crea con precisi¨®n matem¨¢tica los surcos para proteger las semillas y que estas den frutos a su debido tiempo. No es casualidad que el significado literal de quien vive dominado por delirios de grandeza sea el que camina ¡°fuera del surco terrestre¡± (de-lirare: salir del surco al labrar la tierra).
Los rasgos de la humilitas y de la calma (que procede de caumus: lo que est¨¢ quemando; as¨ª surge el ascetismo del que mantiene la calma a pesar de la incomodidad, del riesgo y de tener que soportar una presi¨®n sofocante) representan las ra¨ªces que tiene Carlo para entender el trabajo en el mundo y la forma con la que hay que enfrentarse al miedo. Tintoretto no fue calmado. Al contrario, su temperamento impaciente lo utiliz¨® como arma para intimidar a sus enemigos, quiz¨¢ porque era de peque?a estatura incluso para su ¨¦poca. Por ello, tuvo que imitar un semblante duro y arisco, pero que mudaba en la intimidad familiar, donde fue tan generoso como desapegado de conductas avariciosas. Su anhelo no fue la fama ni el dinero, sino el de reducir la imperfecci¨®n de su arte y templar su insatisfacci¨®n cr¨®nica por la que dese¨® la mejora continua de sus habilidades hasta sus ¨²ltimos d¨ªas.
La gesti¨®n del talento como espacio tridimensional de las pasiones
Por todos es sabido que Venecia surgi¨® del miedo. El milagro de esta ciudad surgi¨® de la desesperaci¨®n, pero tambi¨¦n del ingenio de un pueblo que no se resign¨® a ser aniquilado por las hordas de b¨¢rbaros que asolaban los valles de Italia y saqueaban Roma. El mar que entra en sus lagunas les protegi¨®, y gracias a la adversidad se materializ¨® una haza?a sin parag¨®n de la civilitas europea que todav¨ªa hoy nos desconcierta y embelesa. La huella de la Venecia republicana nos teletransporta a una idea abstracta que solo puede cobrar vida a trav¨¦s de una gesti¨®n singular del espacio y de los ecosistemas para generar una ventaja social para los que viven dentro de ellos: la vigilancia y la libertad. Ser vigilante es mantenerse despierto para que nadie te embauque con cantos de sirena, es mantenerse fiel a uno mismo porque sabes qui¨¦n eres, y es en ese instante cuando te sientes libre para recibir la alegr¨ªa de vivir.
Para Ancelotti, su alegr¨ªa ser¨ªa la de estar donde verdaderamente quiere estar: mejorando su arte todo el tiempo que le sea posible. El talento, tal y como lo explica en sus libros, no es un factor ¡°X¡±, sino un encadenamiento de actitudes y habilidades, de emociones irracionales y actos responsables que se equilibran entre s¨ª. Cuando un jugador joven llega al vestuario de Carlo, su primera pregunta se centra en algo tan simple como ¡°?t¨² qui¨¦n eres?¡±. El futbolista promedio casi siempre responde exponiendo sus caracter¨ªsticas t¨¦cnicas, sus estad¨ªsticas y su conocimiento t¨¢ctico del juego. Entonces, con la curiosidad de un ni?o, Ancelotti le repregunta lo mismo, porque lo que le interesa descubrir es el ¡°todo¡± del ser humano que tiene plantado ante ¨¦l, es decir, la superficie y lo profundo. Como sucede en las organizaciones modernas, no es suficiente con gestionar las competencias t¨¦cnicas. La clave es formar una cultura que sea la responsable de sincronizar lo peque?o con lo grande, la part¨ªcula del individuo atomizado con el comportamiento colectivo de todos los que forman los equipos. La meta es crear espacios coherentes de interacci¨®n para que cristalicen todos los impulsos y las pasiones en la direcci¨®n adecuada.
En la t¨¦cnica de Tintoretto, su m¨¦todo para lograr el ¨¦xito y destacar entre los numerosos y talentosos competidores que se disputaban el aprecio de la aristocracia veneciana y de los reyes y emperadores, fue la de sintetizar un renovado decorum (hallar la manera de comunicar la tradici¨®n de un modo radicalmente diferente para as¨ª abandonar lo rancio, el exceso falsamente dram¨¢tico, el aburrimiento de la repetici¨®n para, finalmente, conectarse con la realidad social y pol¨ªtica del pueblo) y armonizarlo con la mediocritas (la moderaci¨®n, para no caer en una revoluci¨®n estil¨ªstica inteligible para la mayor¨ªa). En esa zona gris, t¨ªpicamente manierista, Jacopo fue el mayor genio de su ¨¦poca. Ancelotti es otro genio a la hora de ir transaccionando el legado con la innovaci¨®n, avivando el sacrificio en aras del colectivo, pero sin despreciar las altas capacidades de los jugadores que est¨¢n tocados por la varita m¨¢gica de los elegidos. Un juego de espacios vitales para hacer convivir lo compartido con lo singular de cada talento individual. Pintor y entrenador comparten la inteligencia estrat¨¦gica del que sabe c¨®mo negociar a m¨²ltiples bandas con un talante tan afable y diplom¨¢tico como astuto, dotados ambos para fusionar la vanguardia aspiracional de las ¨¦lites intelectuales y comerciales de sus campos de acci¨®n respectivos, con el gusto fresco y din¨¢mico de las masas: un equilibrio entre la eficacia y la belleza.
El liderazgo neomoderno de Carlo como modelo ¨¦tico
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La competencia de Carlo y Jacopo para moverse con agilidad entre la angustia y el ¨¦xtasis no pasa desapercibida. En esta din¨¢mica es donde su proceso de trabajo se demuestra como un hito inimitable. Estudios en neurolog¨ªa y psiquiatr¨ªa han demostrado como el cerebro humano es capaz de pivotar desde el p¨¢nico al placer, o desde la maravilla al horror, en un instante, funcionando como un mecanismo de supervivencia con el que aminorar la tensi¨®n ps¨ªquica. La clave para desencadenarlo estar¨ªa localizada en el funcionamiento de las creencias. La angustia es una expectativa negativa que nos sugiere que lo perderemos todo, que seremos heridos, despreciados, abandonados, traicionados, despedidos u olvidados, o que nuestro coraz¨®n se detendr¨¢, o que no podremos articular palabra en el momento culmen. Es una expectativa que el cerebro recrea en nuestra imaginaci¨®n como si se tratara de una certeza, cuando en realidad no solo no ha sucedido, sino que no hay una ley infalible que dicte que tenga que ser de ese modo tr¨¢gico. Pero creemos a ciegas en nuestros miedos como si fueran rocosas monta?as que nos bloquean el paso. En el extremo contrario, el ¨¦xtasis se concibe como una sensaci¨®n f¨ªsica que hace que una persona se sienta fuera de s¨ª misma, transportada fuera del cuerpo, como flotando tras un orgasmo sublime. Se podr¨ªa afirmar que es la verdadera radicalidad del amor porque su percepci¨®n colinda con la sensaci¨®n de que te mueres pues sientes que el alma se te sale del pecho. Como vemos, son emociones extremas que responden a creencias pensadas como aut¨¦nticas, claras e irrefutables, aunque cambien. Es sabido que Tintoretto se pasaba noches enteras pintando sus lienzos en la penumbra, con apenas unas pocas velas de acompa?amiento, hasta que las apagaba, y en plena oscuridad o con los ojos cerrados, le daba igual, continuaba autom¨¢ticamente, plasmando con lucidez lo que ard¨ªa en su mente. En esas ocasiones, su Yo se hab¨ªa salido del cuerpo. Carlo trabaja de otro modo, pero tambi¨¦n juega con la fascinaci¨®n de las emociones contrapuestas. La creencia en la gloria de la remontada, en las haza?as y la victoria extrema que calan en el recuerdo, son verdades dentro del ecosistema del Real Madrid. Su entrenador lo sabe bien y las hace valer. Conoce que la estructura psicol¨®gica de las creencias tiene una doble ra¨ªz. La primera proviene de admitir como verdad lo que no se puede ver ni comprender pero que puede transmutarse en algo tangible por la ¨²nica raz¨®n de que se siente, tal y como ocurre con la fe. La segunda ra¨ªz tiene que ver con que las creencias son el motor del deseo, aunque el deseo sea proclive a la ambig¨¹edad. As¨ª, demasiado sufrimiento puede llevar al ¨¦xtasis, y en direcci¨®n contraria, una gran felicidad puede transformase en una pesada carga que agobia y colapsa el ¨¢nimo. La motivaci¨®n de los equipos campeones tiene que combinarse alqu¨ªmicamente para que la felicidad no sea triste (lo que sucede cuando sobreviene el cansancio de haberlo logrado todo) y para que el dolor no lleve al miedo, la huida o a la depresi¨®n en vez de conducir al hambre de superaci¨®n.
Sostengo que el liderazgo que aplica Ancelotti es neomoderno porque no es un estilo complicado ni denso sino ¨²til y flexible, no es dogm¨¢tico ni autoritario, sino que siembra el apego con todos los que le rodean. No lidera una revoluci¨®n cultural pero nunca se apoltrona en la zona de confort. Se trata de un estilo camale¨®nico que unas veces emerge a trav¨¦s de valores como la sobriedad, la funcionalidad y la efectividad, pero que en otras ocasiones abraza la multiculturalidad y su trazo se vuelve rebelde y nervioso, de modo que, tras su apariencia de inmutabilidad, su esp¨ªritu se abre al cambio, al debate y a la innovaci¨®n. El estilo de Carlo es una b¨²squeda por una identidad que no sea dogm¨¢tica por el poder que ostenta, sino que encuentre la justa medida. Por consiguiente, se configura como un l¨ªder que practica con el ejemplo la objetividad, la audacia y el sentido de la responsabilidad en el modo de gestionar personas y variados grupos de inter¨¦s. Con este trio de virtudes acierta en el centro de la diana, pues son una garant¨ªa de mantenerse en la senda de la integridad: un compromiso existencial para dejar de empe?arse en ser lo que uno no es. Ancelotti sabr¨ªa contestar a la pregunta de ?qu¨¦ es m¨¢s ventajoso: ser o parecer? Tintoretto quiz¨¢ le hubiera respondido que sentirse c¨®modo con las manos sucias cuando est¨¢s trabajando y so?ar con lo que recuerdas son todo lo que un artista necesita para crear. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir? Gracias al maestro y al entrenador.
Alberto Gonz¨¢lez Pascual es profesor asociado de la URJC, ESADE y la Escuela de Organizaci¨®n Industrial. Es director de cultura, desarrollo y gesti¨®n del talento en PRISA MEDIA.