?El Mundial est¨¢ loco.... viva el Mundial!
Estuvo casi diez minutos Corea del Sur esperando sobre el c¨¦sped a que el partido de Uruguay acabase. Diez minutos eternos en torno a un tel¨¦fono m¨®vil, los jugadores y el cuerpo t¨¦cnico por un lado y la afici¨®n en la grada por el otro. La grandeza del Mundial va m¨¢s all¨¢ de Messi, Cristiano o Mbapp¨¦. La grandeza del Mundial es comprobar c¨®mo los surcoreanos creyeron en s¨ª mismos como nadie m¨¢s lo pod¨ªa hacer.
Y la grandeza, aunque cruel, es vislumbrar el final de una generaci¨®n uruguaya hist¨®rica a trav¨¦s de las l¨¢grimas de Luis S¨²arez, el ¡®can¨ªbal¡¯ que un d¨ªa fue noticia mundialista por sus goles y su mordisco a Chiellini, y otro, el ¨²ltimo, por su adi¨®s emocionante, sentido, inconsolable, al torneo que m¨¢s aman los futbolistas. Esto es la Copa del Mundo, no hay nada que se le pueda equiparar.
Queda la sensaci¨®n de vac¨ªo por lo de Uruguay, como por lo de Alemania en la v¨ªspera, pero a cambio las im¨¢genes de los surcoreanos celebrando, igual que los japoneses el d¨ªa anterior, pasan a la peque?a historia de este Mundial. Se¨²l y Tokio tienen tanto derecho a emocionarse como Montevideo y Berl¨ªn. El f¨²tbol es de todos, de los que ganan, de los que pierden, de los que lo aman con locura y de los que dicen que ya no interesa a los j¨®venes. Igual despu¨¦s de esto les interesa un poco m¨¢s. Si no, es que tienen el coraz¨®n de cart¨®n.